Por Joaquín Castillo
La dignidad es un concepto que representa ser merecedor de respeto por tener responsabilidad y proferir apego en la defensa al derecho ajeno, porque el mismo representa justicia que se basa en la igualdad y equidad entre todos.
Todo aquel que represente a una comunidad, a un grupo o a un pueblo y nación, debe tener dignidad que, al faltar, le cabe el calificativo de traidor, lo que es comprobable en los hechos.
El presidente dominicano no ignora tal principio de respeto al que se debe como jefe de Estado de la nación dominicana.
Obviar el sentido que debe dar a las posiciones de Estados Unidos, cualquiera que sea su representante en el poder y dada la historia desde su fundación y ascenso en el mundo como imperio, es hacerse el ignorante para no ser culpado como cómplice de sus acciones de amenazas, chantajes, intervenciones, agresiones, invasiones, saqueos y muertes en las diferentes naciones, víctimas de su violencia y ambición.
El gobierno dominicano sabe que los acuerdos con el gobierno de Estados Unidos nunca son en beneficio mutuo, sino que, además de ser imposiciones, son en beneficio exclusivo propio y basado en mandatos; se basan en chantajes de mafias.
¿Qué compromisos ha hecho el gobierno de Luis Abinader que lo obligan a ceder bases militares y aeropuertos para ser utilizadas con las mentiras de combatir el narcotráfico en el Caribe, conociendo todo el que usa sus sentidos que eso es el pretexto para usarlos en sus actos bélicos contra países hermanos, llámese Venezuela, Cuba, Nicaragua y el control completo del que ha pretendido que sea su patio trasero desde hace siglos?
La DEA hace mucho tiempo que tiene el control en el país del narcotráfico, que no ha dejado de fluir en las grandes ciudades y barrios alrededor de los cuales muchos policías cobran por el negocio de los capos, corrupción de la que el gobierno no ignora su existencia y que el imperialismo siente que se hace el trabajo de envenenar y anestesiar el cerebro de nuestra juventud, limando la esperanza de emancipación.
Es por eso que declaran que el gobierno hace un buen trabajo contra el narcotráfico, contrario a los gobiernos venezolanos, colombianos y mexicanos que sí realmente lo combaten y son acusados y amenazados por el imperio de estar permitiendo o ser parte del Cartel de los Soles, un espectro en la cabeza del imperio para amenazar, chantajear, justificar y encubrir el mal que corroe a la juventud de las grandes ciudades en Nueva York, Los Ángeles, Chicago, Florida y otras, mal del que los beneficiarios podrían ser detectados a través de los activos que pasan por los bancos, siendo el tercer renglón de la economía mundial, después del petróleo y la industria de las armas.
Ese es uno de los grandes negocios del capitalismo mundial al que no renunciará la oligarquía mientras exista el sistema que ella misma alimenta del capital.
El entreguismo del gobierno de Abinader contra el gobierno bolivariano de Venezuela en complicidad con el principal enemigo de los pueblos de América Latina y el mundo, cobardía e irrespeto a la constitución y al pueblo dominicano, refleja la falta de respeto a sí mismo, su irresponsabilidad y el desapego a la democracia en la que dice creer. Como la mayoría de los demócratas en el poder y los aspirantes en el sistema, lejos de ser verdaderos defensores de la democracia que implica corresponderse con el disfrute de los derechos de la mayoría, transigen con los individuales y la élite convertidos en minoría del sistema capitalista, lejos la honradez y el bienestar de la sociedad. Es de ahí el comportamiento del presidente y su comparsa.
Que nadie se engañe: los imperialistas comprometen a quienes le sirven en contra de lo suyo, pero al recibir los servicios que le presta el que se irrespeta para servirles, siempre lo ven con menosprecio, dejando en la memoria de ambos lados el concepto de inferioridad con el que se pliega a su mandato.
Una persona que se siente patriota jamás desea una invasión contra otra nación, no importa cuál sea su composición y las diferencias, porque nadie tiene el derecho de inmiscuirse en la forma en que está organizado su gobierno; de permitirlo, da lugar a que se viole la propia soberanía.
¡Eso es indignidad total!