EL TIRO RAPIDO
Mario Rivadulla
Steven Fisher es el embajador del Reino Unido e Irlanda del Norte en la República Dominicana, cargo en que al cabo de varios años de dedicada gestión, es muy posible que esté a punto de cesar para asumir otras responsabilidades en el servicio exterior de su país.
Es un diplomático de carrera y de experiencia, siempre accesible y que se desenvuelve muy bien en nuestra lengua, al punto de que en más de una ocasión nos ha concedido el privilegio de estar con nosotros en Teledebate. El siente por nuestro país, donde se ha hallado muy a gusto y en el curso de su gestión ha dado amplias demostraciones de haber trabajado con gran empeño en estrechar cada vez más los lazos de amistad, cooperación e intercambio con el suyo.
Con ese aval muy a su favor, acaba de hacer públicas unas cuantas verdades que no por amargas y urticantes, deben motivar a molestia, mucho menos a rechazo con la clásica y un tanto abusada excusa de que los males nuestros no tienen por qué resultar de la incumbencia de ningún extranjero, aun cuando se trate de un embajador.
En un encuentro con los periodistas sostenido en su residencia, al cual no pudimos asistir por coincidir con el horario de nuestro Teledebate, Fischer afirmó que los turistas que arriban a nuestras playas, entre ellos muchos ingleses y van más allá de los enclaves hoteleros donde se hospedan, se impresionan al comprobar que hay dos República Dominicana, «la de los pobres y la de los demás». Si se quedan un tiempo mayor descubren las clases en que se divide nuestra sociedad: la de los pobres y muy pobres, que es la más numerosa; una clase media que todavía anda a medias y un número muy reducido de gente pudiente, que concentra la mayor parte de la riqueza.
En contraste con otros países del Continente, donde la clase media supera en número a la de los que todavía continúan anclados en la pobreza, en el nuestro se da el caso a la inversa. Según el diplomático la clase media en República Dominicana es hoy más reducida que lo que era quince años atrás. Tiene razón. Es una verdad de a puño, preocupante tanto como amarga, de obligada aceptación real aunque nos duela admitirlo.
Fue panorámica la radiografía de nuestra sociedad que proyectó el diplomático, donde no quedó prácticamente un solo ángulo sensible fuera de foco: agresiva y atemorizante delincuencia, una justicia frágil, corrupción ostensible, vergonzosa impunidad. En fin habló duro, en dominicano, para los dominicanos y como si fuese un dominicano más al que le duele el país. Como tal debemos asumirlo. Nada de violentarse porque nos hizo estallar en el rostro verdades que duelen, pero verdades inocultables. Lo que dijo, lo dijo bien y para bien. Y el ideal de nación que esbozó para nosotros y que desearía encontrar cuando vuelva, ya como visitante enamorado de esta tierra y su gente, es anhelo compartido, el mismo deseo que alentamos y por el que estamos impuestos a trabajar a brazo partido, sin pausa ni tibieza, si queremos convertirlo en realidad.
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2015-05-01 03:32:40