Mi Voz, Opiniones

¿Una promesa incumplida en la Autopista Duarte?

Por Candy Michel Ortiz Abreu

Empresaria sector Agroindustrial

Una máxima muy conocida del derecho romano reza: «ad impossibilia nemo tenetur», que significa «nadie está obligado a lo imposible». Sin embargo, en lo que respecta al gobierno del Partido Revolucionario Moderno (PRM) y su gestión de las obras públicas, pareciera que todo se reduce a lo imposible.

Hace cuatro años, se le prometió al pueblo dominicano una transformación vial sin precedentes, especialmente en la emblemática Autopista Duarte, que conecta el Distrito Nacional y Santo Domingo con toda la región del Cibao. Este anuncio generó gran expectativa, pero con el tiempo, esa promesa se ha convertido en una auténtica pesadilla para quienes dependemos de esta vital arteria vial.

La falta de planificación, sumada a la evidente incapacidad de los responsables de ejecutar el proyecto, ha transformado la Autopista Duarte en una de las vías más peligrosas del país. A pesar de una inversión millonaria de 18 mil millones de pesos, destinada a la remodelación completa desde el kilómetro 9 hasta Montecristi, es fácil observar las deficiencias en la ejecución de las obras. No se necesita ser un experto en ingeniería vial para notar la falta de coherencia y planificación en la ampliación y rehabilitación de esta carretera.

Entre las irregularidades más evidentes está la proliferación de hoyos, resultado de un asfalto de baja calidad utilizado en los pocos bacheos realizados. Además, se ha implementado una ampliación temporal a tres carriles en algunos tramos, que de forma abrupta vuelven a reducirse a dos carriles, sin la debida señalización. A esto se suma la preocupante falta de iluminación, que pone en riesgo la vida de los conductores, y la decisión cuestionable de ampliar hacia dentro en lugar de hacia afuera, lo que en muchos tramos resulta inviable por la falta de espacio.

En conclusión, la Autopista Duarte es un reflejo de una gestión gubernamental que parece carecer de rumbo y capacidad. Cada obra anunciada por este gobierno se convierte en una misión imposible, y cuando finalmente intentan ejecutar un proyecto, culminarlo se transforma en una odisea frustrante para la ciudadanía. La promesa de transformar la vía más importante del país se ha quedado corta, dejando a los dominicanos con una carretera peligrosa y una experiencia de viaje cada vez más caótica. ¿Hasta cuándo tendremos que esperar para que lo imposible se vuelva realidad?

contextodr@gmail.com