Por Manuel Hernández Villeta
El crimen no es una simple percepción. Se trata de un fenómeno que tiene de rodillas a la República Dominicana. Poco se ha logrado avanzar en la lucha contra la criminalidad y el raqueterismo y la sociedad se aterra.
El crimen organizado es un síntoma de un descontrol social. Los soldados, los desechables del crimen se reclutan entre la mala ralea de los barrios marginados. Las condiciones infrahumanas en que se vive en los gettos, es lo que produce a esta carne de presidio o de cementerio.
La única medicina posible para atajar el crimen, es mejorar las condiciones de vida de la población, facilitar la creación de nuevas plazas de empleo, que la educación llegue a todos los sectores, la asistencia comunitaria y sanitaria siempre esté disponible, y que haya confianza en las autoridades.
Educacion y deportes deben ser dos renglones que vayan juntos para la acción en controlar el auge de las pandillas, antes de que los jóvenes piensen en aglutinarse en grupos de mafiosos.
Al no existir programas de protección social y de prevención del crimen, los jovenes en los barrios ven como única forma de dar un salto social y vivir con cierta holgura, la comisiòn de actos violatorios de las leyes. No se justifica ese proceder, pero debe ser estudiado en forma científica.
Por demás, la violencia en sentido general ligada al crimen común se da en todas las sociedades, desde las desarrolladas, hasta los países donde impera hoy una nueva fórmula de socialismo.
No es una percepción, si los actos de violencia permiten conocer el número mensual de muertos y heridos ocurridos en actos de raqueterismo, sino una triste realidad. No es fantasía cuando matan a un joven para llevarle el celular. No son una simple idea en el aire, los intercambios de disparos.
La pandilla juvenil tambien tiene un componente de perversión del compañerismo y la integración social. En países desarrollados se ha podido comprobar que los jovenes se ligan a las pandillas, porque es el único conglomerado donde tienen reconocimiento, son importantes y se les protege.
Los hogares difunsionales, destruídos, donde impera la violencia doméstica, es otro germen de donde se cuece la delincuencia juvenil y una violencia que nunca es catalizada hacia fines emancipadores, como era la vieja lucha social de los años 60, que llevó a la juventud a ser punta de lanza de la lucha por los cambios de la sociedad.
Hay crimen y hay que combatirlo. Los muertos y los heridos son estadísticas, pero no una simple percepción.
2015-06-25 21:59:57