EL TIRO RÁPIDO
de
Mario Rivadulla
Que el paìs enfrentarà una situaciòn bien difìcil en el resto del año y Dios sabe por cuanto tiempo màs, cuyos efectos ya se estàn dejando sentir, no parece noticia que pueda tomar de sorpresa a nadie. Ha habido en este sentido la màs amplia divulgaciòn y envìo de señales de alerta.
Desde el propio Secretario de Estado de Economìa, Planificaciòn y Desarrollo, Juan Temìstocles Montàs, hasta calificados economistas como Josè Luis de Ramòn, Miguel Ceara Hatton, Pavel Isa, Frank Tejada y Carlos Despradel, por citar solo unos pocos nombres entre los màs conocidos, se han referido al tema con opiniones, pronòsticos y advertencias coincidentes.
El funcionario oficial, considerado eje del llamado gabinete econòmico del gobierno, llegò a calificar de “terrible” la situaciòn que a su juicio nos espera, segùn expresiòn textual. En tanto, Fernando Alvarez Bogaert, dedicado de lleno a dar seguimiento a las variables de la economìa mundial, que de una u otra forma y medida inciden en la nuestra, hace hincapiè en la crisis que hoy afecta a nuestros dos principales socios comerciales: los Estados y España.
El Cardenal Lòpez Rodrìguez tampoco se ha quedado rezagado en tomar posiciòn, reclamando, al igual que los mencionados, el aumento significativo, y acelerado y eficiente agregarìamos nosotros, de la producciòn nacional, a lo entendemos y reiteramos que debièramos sumar una polìtica oficial de austeridad y una actitud social de ahorro.
Con todas estas clarinadas de peligro en el ambiente, pudiera asegurarse que todos o casi todos estamos conscientes de que nos esperan dìas muy difìciles determinadas por causas de origen externo, y por tanto de fuerza mayor, ajenas a nuestra voluntad y manejo. Tal, inclusive lo acaba de reconocer en una entrevista radial y en un gesto que lo enaltece, el ex Presidente Hipòlito Mejìa, pese a su condiciòn de radical opositor al actual gobierno.
Ni dudar que los propios aspirantes a la Presidencia y los partidos que los respaldan estàn igualmente al tanto de la situaciòn, por màs que apenas de una quincena de la batalla de las urnas, focalicen todos sus empeños en sumar la mayor cantidad posible de votos que les permita alcanzar la victoria.
De ahì, que sea oportuno y no resulte ilusorio el llamamiento que acaban de hacer las principales entidades empresariales del paìs planteando la necesidad de asumir, inmediatamente despuès del 16 de Mayo, una agenda concertada entre todos los sectores de la vida nacional a fin enfrentar los retos que se nos vienen encima y que estàn claramente definidos en nuestro horizonte inmediato.
Paìses con mayores niveles de previsiòn que nosotros, han asumido a su momento un proyecto de naciòn.
Es el mismo compromiso que se ha venido sugiriendo y reclamando aquí por espacio de mucho tiempo, con voz clamante de desierto, sin encontrar el debido eco y menos aùn la intenciòn de tratar de llevarlo ala pràctica ni siquiera de quienes debieran estar màs interesados en impulsarlo.
Pero ya la decisiòn no es electiva, ahora resulta obligada, imperativa, impostergable e inexorable. Las amenazas son demasiado evidentes, fuertes y apremiantes y no dejan resquicio para evasiones mezquinas ni oportunistas. Ya no podemos seguir jugando a la polìtica menuda y al ventajismo coyuntural con los destinos del paìs.
Niegan esa posibilidad el petròleo a 120 dòlares y en pronòstico de 150 antes de finalizar el año; las alzas desmesuradas en los precios de los cereales, los productos làcteos y los aceites comestibles que ahora la ONU atribuye a especulaciòn; la suspensiòn de las exportaciones de alimentos por parte de paìses productores y los graves problemas econòmicos que aquejan a los Estados Unidos y a España, que no solo son nuestros dos principales socios comerciales sino tambièn de remesadores de divisas por parte de dominicanos ausentes.
Ante tan penosas realidades, es de esperar que reaccionemos en la ùnica forma posible: tomando conciencia de la real situaciòn a que estamos abocados y en la que ya nos encontramos dando los primeros pasos, quizàs serìa màs propio decir tropezones, y de la inaplazable necesidad de unir mentes y voluntades en un gran esfuerzo comùn por salir adelante.
Si ponemos empeño, podemos lograrlo. De lo contrario, si dejamos que el paìs se vaya a pique, todos nos iremos con èl.
2008-04-30 18:09:52