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El lado oscuro de los héroes

El lado oscuro de los héroes

Por Alexis Almonte

Todavía ensordece el estruendo de la publicación de la prensa mexicana. Unos de los lienzos del artista plástico Fabián Chairez, titulada la pintura de Zapata, en exposición que lleva por nombre «La Revolución», muestra la imagen afeminada de uno de los iconos de la revolución mexicana, el legendario Emiliano Zapata.

Más ruidosas aún serían las afirmaciones en que la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, y la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes, Lucina Jiménez, alegan que el héroe militar más importante de la revolución mexicana, símbolo de la resistencia campesina, «no solo era gay, sino un afeminado patológico y patético».

La exposición «Emiliano Zapata después de Zapata», con más de 140 cuadros, inició hace poco en el Palacio de Bellas Artes de México y la reacción por la noticia, en una sociedad medularmente machista y homofóbicas, no podía ser más impactante, al extremo de que sus deudos han advertido que «si no quitan la imagen gay, los mismos campesinos de Morelo, donde él nació y luchó, tomarán el recinto cultural y harán una pira con ella».

El incidente pone el dedo en la llaga de lo que ha sido una constante a través de los tiempos: la desmitificación, que algunos ven como profanación o afrenta, de figuras inmortalizadas por sus brillantes roles heroicos.

La sexualidad del líder norteamericano Abraham Lincoln siempre ha sido, por ejemplo, urticante tema de debate, centrado en sus supuestos desvaríos homosexuales, pese a que estuvo casado durante años con su esposa Mary Tod, con quien procreó cuatro hijos.

Peor lo que dicen de Mahatma Gandhi. Dizque era un depredador sexual o pederasta con enfermiza atracción hacia niños y niñas. De Einstein también se dicen cosas terribles: que era racista y xenófobo y, peor aún, sobre las presuntas flaquezas en las relaciones personales con su esposa, la serbia Mileva Maric.

Fue su compañera y coautora de su famosa «Teoría de la Relatividad», que injustamente él nunca reconoció, admitió ni endosó, la que más puso al desnudo su oscura personalidad avara, egoísta, controladora, calculadora. Un dictador indolente que le amargó la vida hasta su muerte.

Los cuestionamientos a personalidades muchas veces sacralizadas no escapan a la realidad dominicana. Juan Isidro Jimenes Grullón escribió en 1971 la polémica obra «El Mito de los Padres de la Patria», que revela graves dobleces en las actuaciones de los próceres Francisco del Rosario Sánchez y Ramón Matías Mella.

Sobre Sánchez plantea sus supuestas «inconsistencia ética y política y una inclinación casi permanente a la traición», mientras de Mella sostiene que «durante el período intermedio de su actuación pública, perdió la elevación y dignidad correspondiente al prócer».

Toda una serie de dudas y controversias sobre supuestas inconductas de los próceres ensombreció el debate público, previa elevación de sus figuras en la triada de los Padres de la Patria, el 11 de abril de 1894.

Previa emisión del decreto que elevaba a Sánchez y a Mella como Padres de la Patria, junto con Duarte, el pintoresco mandatario advertía, como para cerrar el molestoso debate, que «no remeneen los altares, que se me caen los santos».

A fines del año pasado, los periodistas españoles Malcom Otero y Santi Giménez pusieron a circular la obra «El Club de los Execrables: el lado Oscuro de los Personajes más idolatrados de la Humanidad», que pone sobre el tapete las malas reputaciones de 50 de las figuras más admiradas del mundo.

Expone en carne viva y al desnudo el lado oscuro de personajes tan admirados y queridos como Winston Churchill, Charlie Chaplin y hasta la Madre Teresa.

Las personalidades públicas han sido siempre objeto de serios cuestionamientos, basados en premisas no siempre reales, pero tampoco totalmente inciertas, que reflejan imágenes muy distintas a las que idealizamos.

Aunque la grandeza de sus praxis los coloca en el plano de la divinidad, los héroes son seres con las debilidades y virtudes propias de los mortales. No son santos, ángeles ni arcángeles y como tal hay que concebirlos como lo que son: hombre de carne y hueso.

Veo, por tanto, las cosas, con más consideración e indulgencia. Creo, como Lilís, que es mejor dejar tranquilo el altar.

Alexis Almonte

(Alexis.almonte@gmail.com)

2019-12-18 22:31:17