Cultura

Alicia Alonso repasa los 60 años del Ballet Nacional de Cuba y anticipa las alegrías del inminente Festival Internacional de La Habana 2008

GRANMA, 19 de septiembre de 2008

Increíble haber hecho tanto en tan poco tiempo



Alicia Alonso repasa los 60 años del Ballet Nacional de Cuba y anticipa las alegrías del inminente Festival Internacional de La Habana 2008



PEDRO DE LA HOZ



pedro.hg@granma.cip.cu



Tal vez parezca una cifra abrumadora, pero a la principal protagonista de esta hazaña se le han ido como si nada las vueltas del calendario: «Sesenta años es un plazo breve en la historia; lo increíble es haber hecho tanto en tan poco tiempo», sentencia esta mujer que transpira voluntad y plenitud de vida.



Alicia Alonso, leyenda mundial de la danza.



Seis décadas atrás, el 28 de octubre de 1948, Alicia Alonso no solo fundó la primera compañía profesional danzaria del país, sino dio los pasos iniciales de la Escuela Cubana de Ballet.



«Imagine usted lo que esto representa; una islita pequeña, que heredó el subdesarrollo, con una Escuela reconocida en el mundo entero. Y luego, el hecho de que no es una escuela para una élite, es de todo un pueblo, con profesores y bailarines salidos del seno de ese pueblo y un público amplísimo y diverso. ¡Oiga, eso es algo fabuloso, que no existe en ninguna otra parte, lo puedo asegurar!», exclama Alicia con legítimo orgullo.



«La verdad hay que decirla —precisa—: la Escuela es obra de la Revolución. Desde el primer encuentro que sostuve con Fidel me di cuenta de que él comprendía la importancia de la cultura artística, y particularmente del ballet, para la Revolución y consiguió que muchos, hasta nosotros mismos, comprendiéramos esa idea».



«Nosotros sabemos que la melodía es fundamental».



CÓMO BAILAN LAS CUBANAS Y LOS CUBANOS



Con Alicia la conversación es fluida. Tiene respuestas rápidas para cada pregunta, pero sabe darle peso a las palabras. Si requiere un dato, lo verifica con su compañero, Pedro Simón, reconocido crítico e investigador literario y en la actualidad director del Museo de la Danza. Lo único difícil radica en la imposibilidad de captar, en una entrevista para la prensa escrita, el movimiento de las manos de Alicia. Muchos de sus comentarios van acompañados de gestos, acentos e hiatos corporales con los que enfatiza o matiza una apreciación.



Se remonta a los años de fundación. Primero fue el Ballet Alicia Alonso; más tarde, en 1955, Ballet de Cuba, y luego del triunfo revolucionario, Ballet Nacional de Cuba. Hasta ese último momento, bailar en la Isla era un acto quijotesco; las adargas lanzadas primero contra la desidia oficial y después para desmontar el intento de la tiranía de convertir a la compañía en un instrumento de propaganda del régimen.



Mirta, Josefina, Loipa y Aurora: «Nunca perdieron su personalidad, pero bailaban con el estilo de nuestra Escuela».



Apenas Alicia supo que el sátrapa había sido derrocado por el Ejército Rebelde, regresó a La Habana desde Estados Unidos, país en el que ya ocupaba una altísima jerarquía artística.



«Allá me decían —recuerda— que yo bailaba distinto, y me dediqué a estudiarme a mí misma. Junto a Fernando Alonso analizaba lo que tenía de diferente. Cobré conciencia acerca de cómo sentía la danza y cómo la proyectaba. Ese fue el principio de la Escuela, un modo de entender el ballet que transmití inicialmente a Mirta Pla, Josefina Méndez, Loipa Araújo y Aurora Bosch, cuatro primeras figuras formadas por mí, a las que enseñé los clásicos del ballet. Nunca perdieron su personalidad, no bailaban igual, eso lo cuidé mucho. Pero bailaban con el estilo que caracterizaría a nuestra Escuela».



Desfile de uno de los festivales anteriores: «Mi mayor satisfacción es ver el talento multiplicado».



La prima ballerina assoluta profundiza en el tema:



«La Escuela Cubana de Ballet tiene uno de sus fundamentos en la forma en que guardamos el estilo de cada ballet y otro en la relación del bailarín con la música. Yo siempre he dicho que la técnica es el idioma, pero hay que saber qué se dice y cómo se comunican las cosas, y ese es el estilo. Cada obra tiene el suyo y se debe ser fiel a este. En cuanto al otro aspecto, nuestra Escuela cultiva la musicalidad del intérprete. Muchos piensan que se baila con el ritmo, pero nosotros sabemos que la melodía es fundamental, que ella determina el tiempo de cada movimiento, la orientación del gesto, la proyección del lenguaje del cuerpo».



«¿Lo distintivo en los varones? El bailarín cubano se hace notar por la caballerosidad en su relación con la pareja, no importa qué personaje haga».



LA BELLA DURMIENTE Y OTRAS ALEGRÍAS



Ante la inminencia del XXI Festival Internacional de Ballet de La Habana —del 28 de octubre al 6 de noviembre—, la vida de Alicia se vuelve mucho más agitada por estos días.



Una coreografía revisitada por ella, La bella durmiente del bosque, le exige máxima dedicación. Ha retocado la coreografía que concibió sobre la original de Marius Petipá:



«Habrá dos funciones el miércoles 29 y el jueves 30 en el Gran Teatro de La Habana. Tengo mucha ilusión con esta producción, que puede considerarse un reestreno, después de 22 años sin presentarse. La solidaridad y el compromiso de muchos amigos de la compañía harán posible que La bella durmiente del bosque se presente con todo el esplendor que merece. Contaremos con unos excelentes decorados de Ricardo Reymena y el concurso del diseñador de vestuario francés Philippe Binot».



En el orden coreográfico, Alicia aportará la primera puesta en Cuba de A la caída de la tarde, que realizó especialmente hace unas semanas en Santo Domingo para los actos por la nueva investidura presidencial de Leonel Fernández, y el estreno mundial de Lucía Jerez.



«En efecto, se basa en la única novela que escribió nuestro José Martí —comenta—, y es el homenaje de la compañía a los 400 años de existencia de la literatura cubana. Para mí es un placer trabajar sobre un guión de Fina García Marruz, una poetisa a la que admiro mucho. Encontré una partitura de quien fue un buen amigo, Enrique González Mántici, que le viene como anillo al dedo. Todo esto se completa con los diseños de Frank Álvarez, un artista de mucho valor».



La fecunda huella de esta leyenda viva de la danza mundial quedará marcada también por la función de gala que recordará el aniversario 65 de la primera vez que bailó Giselle.



«¡Pero no hable solamente de mí! —protesta—. Debe conocerse lo que traen otros coreógrafos, como el español Ramón Oller, que monta con nosotros una obra basada en textos musicalizados de Rosalía de Castro; de su compatriota Iván Pérez Avilés, un joven que ha cosechado éxitos con el Ballet de Cámara de Madrid y luego en Holanda y Dinamarca; del francés Michel Descombey, desde hace más de 30 años en México, quien nos conmoverá con su pieza dedicada al Che Guevara; y, entre los cubanos, de Eduardito Blanco, que estrenará su coreografía La Campanella, con la música de la famosa pieza que juntó los genios de Liszt y Paganini. También habría que hablar del gran interés de la crítica por el Festival y de los esfuerzos, a pesar de las circunstancias adversas por las que se enfrenta el país, para extender el evento más allá de La Habana, con funciones en el Sauto, de Matanzas, el teatro de Cárdenas y en Las Tunas, una ciudad cuyos habitantes tienen un espíritu tremendo y aman la danza. El público cubano se merece un Festival como este que preparamos».



¿Y acaso ella también no lo merece?



«Sepa usted —me dice con marcado énfasis— que hemos formado a nuevas figuras, pero hay otras que vienen atrás: sus nombres todavía no circulan en boca de los aficionados; y están los estudiantes de nuestras academias, y de nuestra Escuela Nacional, una instalación insuperable, impulsada por Fidel. Ya verá usted el asombro ante el desfile de inauguración del Festival. Nunca ha habido tanto talento como hoy. Mi mayor satisfacción es ver el talento multiplicado».

2008-09-19 15:10:58