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De la democracia representativa 1966-2024 hacia la democracia participativa

Juan Carlos Espinal

Por Juan Carlos Espinal

El impacto negativo de la pandemia Covid19 instaló nuevos escenarios socio políticos y económicos.

Las consecuencias socioculturales del confinamiento de más de 550 días impulso el advenimiento de la extrema derecha política al poder.

Desencadenó un poco más la desestabilización que el crecimiento sin desarrollo económico sostenía en crisis cíclicas desnudando el vacío político.

Si algo ha moldeado nuestra incomprensión de la democracia representativa 1966-2024 han sido las incontables quiebras financieras, los golpes de Estado, el exilio, los asesinatos de objetores de conciencia, – qué no han sido uno ni dos – sino con miles de ciudadanos, y quizá convenga precisar que es imposible dejar de recordar diferentes épocas de levantamientos populares, guerras civiles y divisiones políticas qué han influido en nuestros diferentes puntos de vista.

Quizá deberíamos señalar que, entre los años 1960-1970, la sociedad Dominicana demostró ser un ente revolucionario capaz de contener la magnitud de la agresión capitalista.

Estoy convencido de que esa lucha social y política ha sido una de las causas que han mantenido viva la teoría revolucionaria.

Su degeneración, en mi opinión, es una causa directa de la involucion trágica de la izquierda política.

Consecuencia directa de la ocupación militar estadounidense, y la pérdida de legitimidad del sistema de partidos políticos de la democracia representativa.

No obstante, sería deshonesto no dejar claro que debemos a esa sociedad Dominicana del siglo pasado buena parte de cuanto hemos alcanzado a aprender acerca de la transformación revolucionaria, – tanto en el desarrollo económico, como en el del fortalecimiento de los derechos humanos -.

Por consiguiente, tenemos una gran deuda de gratitud con quienes nos antecedieron.

Con tod@s aquellos con los cuales hemos estado resistiendo hombro a hombro, ya fuera contra negarnos a pagar las contra reformas fondomonetaristas, o para profundizar el pago de los déficit fiscales contra la clase trabajadora.

Las cosas que nos han sucedido a tod@s nos han llevado a entablar debates en el ámbito político, y todas esas contradicciones han contribuido, en mi opinión, a ofrecer una apreciación más honda y matizada de la democracia representativa.

Y de esa renovada percepción destacariamos el hecho de que la degeneración qué ha venido experimentando el sistema de partidos y la izquierda política dominicana es un proceso de carácter general, no algo que incumba exclusivamente a la derecha económica gobernante.

Esta descomposición ideológica no surge de un acto voluntario, ni de gestos realizados a propósito por la contra revolución qué se auto denomina de vanguardias.

La degradación de la democracia representativa 1966-2024 brota en definitiva de lo que en ocasiones los teóricos liberales denominan «la acumulación originaria».

Los líderes políticos progresistas tienen el deber moral de organizarse.

Pero jamás deben proclamar qué su grupo económico o político constituye la esencia de los partidos políticos.

Solo las masas en permanente movilización pueden transformar la lucha social y política para la transformación.

Debo agregar que en estos últimos años, el uso intensivo de la propaganda se ha convertido en una táctica política que funciona en la medida que confunde a la opinión pública.

Según el libro del populismo neoliberal, mientras más mercadeo más efectiva es la táctica política.

De todos modos, la inmoralidad como instrumento político causa poco efecto aún cuando puede ser utilizada para persuadir al público a través de fuegos artificiales.

La propaganda ideológica no se constituye en un ejercicio organizativo.

Pero, lamentablemente es la vía escogida por los grupos económicos y políticos.

Para la militancia Progresista es importante estudiar el fenómeno mediático porque se puede medir su alcance.

Por último, establecer qué no tener un criterio definido para planificar y evaluar las acciones políticas futuras es exponer a las militancias a riesgos y desgastes electorales innecesarios.

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