Alfredo Cruz Polanco (alfredocruzpolanco@gmail.com)
Este artículo lo publiqué hace varios años, pero lo he querido actualizar, debido a la conmemoración de un año más de este infausto acontecimiento.
El pasado 25 del corriente mes se cumplieron 61 años de aquel fatídico, funesto, vil, cobarde y criminal Golpe de Estado ocurrido en 1963 contra el primer gobierno legítimo, constitucional y democrático que conoció el país, luego de que fuera decapitada la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, el presidido por el prócer e ilustre dominicano, Juan Bosch Gabiño, electo con casi el 60% de los votos emitidos en las elecciones generales del 20 de diciembre de 1962, con apenas siete meses en el poder
Dicho golpe fue protagonizado por la oligarquía empresarial de la época, los altos jefes militares, la Unión Cívica Nacional, la Embajada de los Estados Unidos y lamentablemente, por la jerarquía de la iglesia católica, a pesar de haber gobernado aferrado a la constitución más democrática, rogresista, liberal y respetuosa de las libertades públicas y de los derechos humanos, la del año 1963, que el mismo contribuyó a elaborar.
Varios de esos poderes fácticos, persiguiendo apoderarse de los bienes del Estado, arrebatados a la cúpula trujillista, estigmatizaron erróneamente al Presidente Bosch de «comunista», por este nunca permitir un solo acto de acto de corrupción.
Esta fecha no puede pasar desapercibida, pues “aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”. Consideramos que las presentes y futuras generaciones deben conocer todo lo relativo a este fatal acontecimiento de nuestra historia reciente, el cual le ha producido a nuestro país un retroceso de más de 50 años en lo económico, político, social, cultural e institucional, del cual todavía no nos hemos podido recuperar.
Para un país en vía de desarrollo como es el nuestro, cuando se interrumpe o se quiebra el orden constitucional, le toma mucho tiempo poder recuperarse. A pesar de haber transcurrido ya 61 años de aquel fatídico Golpe de Estado, aún persisten las consecuencias catastróficas de ese imperdonable y bochornoso hecho, pues continuamos arrastrando una gran deuda social acumulada y una serie de males, que por falta de voluntad política de los gobiernos sucesores, parecen interminables.
Si aún confrontamos graves problemas económicos, políticos, sociales y culturales; si en 1965 libramos una sangrienta guerra civil entre dominicanos, exigiendo la reposición del presidente Bosch, la cual fue abortada por la invasión de más de cuarenta y dos mil marines auspiciada por la OEA.
Si hoy no hemos podido cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenibles, exigidos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y que están contemplados en nuestra Estrategia Nacional de Desarrollo 2030, se debe precisamente a este abominable acontecimiento, el cual llenó de sangre, luto y dolor a nuestro país, y que lamentablemente, por intereses económicos, políticos y cobardía, nuestro.pais sistema educativo no lo incluye en el currículo escolar.
Ya es tiempo de romper con la cultura de continuar haciendo, casi siempre, más de lo mismo; se debe contribuir con el fortalecimiento de nuestras instituciones democráticas.
Por considerarlo de sumo interés para las presentes y futuras generaciones incluyo en este artículo la carta integra del Presidente Bosch al pueblo dominicano, luego de ser derrocado:
«Al Pueblo Dominicano:
Ni vivos ni muertos, ni en el poder ni en la calle se logrará de nosotros que cambiemos nuestra conducta. Nos hemos opuesto y nos opondremos siempre a los privilegios, al robo, a la persecución, a la tortura.
Creemos en la libertad, en la dignidad y en el derecho del pueblo dominicano a vivir y a desarrollar su democracia con libertades humanas pero también con justicia social.
En siete meses de gobierno no hemos derramado una gota de sangre ni hemos ordenado una tortura ni hemos aceptado que un centavo del pueblo fuera a parar a manos de ladrones.
Hemos permitido toda clase de libertades y hemos tolerado toda clase de insultos, porque la democracia debe ser tolerante; pero no hemos tolerado persecuciones ni crímenes ni torturas ni huelgas ilegales ni robos porque la democracia respeta al ser humano y exige que se respete el orden público y demanda honestidad.
Los hombres pueden caer, pero los principios no. Nosotros podemos caer, pero el pueblo no debe permitir que caiga la dignidad democrática.
La democracia es un bien del pueblo y a él le toca defenderla. Mientras tanto, aquí estamos, dispuestos a seguir la voluntad del pueblo.
Juan Bosch
Palacio Nacional,
26 de septiembre, 1963″
Alfredo Cruz Polanco
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