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LOS CANGREJOS EN LA DERROTA INGLESA de 1655 (I)

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POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

Se ha quedado en la bruma de la duda la participación involuntaria de los cangrejos de Najayo en la debacle militar que sufrieron aquí en el 1655 las tropas inglesas. En esta corta serie, más delante, haré un breve recuento de las versiones tejidas al respecto.

La casualidad, pero más la suerte, con categoría histórica, han sido factores claves en múltiples hechos registrados por los historiadores. Algunos animales, como mito o verdad, forman parte de eso.

Lo referido arriba encaja en la crónica conocida sobre el revés de los ingleses aquel año, en la ciudad de Santo Domingo y zonas aledañas.

Al frente de esa fuerza expedicionaria estaban el general Robert Venables, encargado de las operaciones bélicas en tierra; y el almirante William Penn, al mando de la flota de guerra.

Cumplían órdenes del poderoso dictador Oliverio Cromwell, quien luego de darle muerte al rey Carlos I transformó un reinado antiquísimo en República y se hizo proclamar Lord Protector de Inglaterra, Escocia e Irlanda.

Bernardino Meneses Bracamonte y Zapata, mejor conocido como el Conde de Peñalba, llegó a la isla de Santo Domingo el 8 de abril de 1655 para ejercer el cargo de Gobernador General de la entonces colonia de España.

Menos de 20 días después (el 25 de abril de 1655) la aludida invasión inglesa,  compuesta por 34 navíos de guerra y ocho buques con pertrechos bélicos y alimentos, a bordo de los cuales llegaron trece mil combatientes, comenzó a operar en tierra. Los soldados empezaron a desembarcar por los fondeaderos y playas de Haina, Najayo y Nizao y el muelle de la ciudad de Santo Domingo.

Para esa fecha había en la segunda isla mayor antillana un ambiente de incertidumbre, no sólo por la muerte del anterior jefe titular de la colonia, Andrés Pérez Franco, sino por la displicencia que algunos le atribuyeron al sucesor interino de este, Juan Francisco Montemayor de Cuenca.

Tal vez el desvalimiento venía desde el 1605, con las llamadas devastaciones de Antonio de Osorio, el gobernador colonial que no fue más que el chivo expiatorio de un gran error del rey Felipe III.

En algunos manuales militares se resalta la hazaña bélica de que unos cientos de lanceros criollos llegados apresuradamente desde Higüey, El Seibo, Bayaguana, Monte Plata, La Vega, Azua, Santiago de los Caballeros y otros lugares, como refuerzos de las escasas tropas coloniales españolas, derrotaron a una poderosa armada inglesa dirigida hacia acá con el fin específico de doblegar al imperio español.

Está documentalmente comprobado que la fracasada operación militar de Penn y Venables a la isla de Santo Domingo, concebida y organizada por Cromwell, tenía una suerte de responsabilidad añadida, en la cual se mezclaban el poder terrenal y la lucha religiosa.

En efecto, la disputa entre catolicismo y protestantismo estaba muy activa en Europa. Los contendientes más fuertes eran España e Inglaterra, respectivamente.

El referido dictador y regicida inglés se proponía establecer en Santo Domingo su base de operaciones para destruir el imperio que España había creado en el territorio que se extiende desde el río Bravo, en la frontera de México con EE.UU., hasta la región patagónica en el remoto sur de Argentina.

Cromwell tenía un denominado Plan Antillano, que el historiador dominicano César A. Herrera lo definió así: » Un programa político, económico y religioso, destinado a desarticular el imperio español de América…” (Divulgaciones Históricas. Editora Talle, 1989.Pp.31 y 32).

La invasión se produjo por el litoral del mar Caribe. No fue una sorpresa total. El ejemplo más claro de eso se comprueba en la real cédula dictada por el Rey de España el 13 de septiembre de 1654, en la cual le hacía saber (meses antes de venir para aca al señor Bernardino de Meneses y Bracamonte, mejor conocido como Conde de Peñalba, que por dejadez de autoridades coloniales anteriores:

“…el enemigo había infestado a aquella isla y sus puertos, por la negligencia y descuido que había habido en su defensa y reparo…”

Anoto que para esa época la isla de La Tortuga, situada en la franja norte de la isla de Santo Domingo, era una madriguera de diversos grupos armados que se movían por todo el Caribe insular.

En abono a lo dicho por el rey Felipe IV, el 28 de septiembre de 1654 el embajador español en Inglaterra informó a sus superiores, en síntesis, que:

“…Va dando prisa el apresto de la armada que dicen ha de ir a tomar puertos en las Indias…el intento se encamina a la Ysla de Santo Domingo por el ansia que los ingleses han tenido de ocuparla…” (La isla de La Tortuga.P.187.Editora de Santo Domingo, 1974.Manuel A. Peña Batlle).

En el 1873 el intelectual estadounidense Samuel Hazard escribió al respecto que: “…el conocedor de la historia inglesa se puede remitir a los detalles de la desastrosa expedición de 1655 contra Santo Domingo como la historia del primer intento de Inglaterra de efectuar un desembarco permanente en suelo dominicano.” (Santo Domingo, su pasado y presente. P65. Primera edición en español 2012.Editora Serigraf. SDB).

En una especie de réplica a su antecesor el mismo Conde de Peñalba (aún con pocas informaciones sobre el territorio que dirigía), ante la posibilidad de que los ingleses penetraran desde el refugio de la isla de La Tortuga señaló que españoles y criollos eran “muy prácticos en la tierra y en el manejo de las armas, particularmente en lanzas, que son con las que se hace la guerra en esta Isla.” (Notas de Fray Cipriano de Utrera, tomadas del  Archivo del General de Indias).

Lo cierto fue que un par de semanas después que miles de invasores ingleses llegaron aquí ya estaban derrotados. El 14 de mayo emprendieron su retirada hacia Jamaica.

El sorpresivo triunfo fue de unos cuantos centenares de lanceros criollos, bajo la dirección de los expertos Alonso de Carvajal, Damián del Castillo Vaca, José Gutiérrez de Meneses, Pedro Vélez Mantilla, Juan Rosado, Pallano Tinoco y Álvaro Garabito, así como de los jefes coloniales y soldados españoles.

Teofilo Lappot teofilolappot@gmail.com