Por Milcom Olivo
Las redes sociales han desempeñado un papel fundamental en la democratización de la información, ofreciendo la posibilidad a ciudadanos comunes de crear contenido para diversos públicos sin necesidad de contar con grandes recursos o ser de apellidos destacados. Este fenómeno ha permitido a creadores de contenido crear comunidades fieles y alcanzar posiciones relevantes en la sociedad mediática en la que vivimos.
Sin embargo, este reconocimiento lleva consigo una gran responsabilidad. Ser un influencer va más allá de la cantidad de seguidores que se pueda acumular en las redes sociales; implica la capacidad de influir positiva o negativamente en quienes conforman su audiencia. A menudo, se ha observado que las marcas recurren a influencers para promocionar y vender sus productos, confiando en la conexión emocional que estos creadores de contenido han establecido con su audiencia.
La influencia de los influencers no solo se limita al ámbito comercial. Estos personajes también desempeñan un papel importante en la formación de opiniones y la creación de tendencias sociales. Su capacidad para moldear la percepción pública puede tener consecuencias significativas en la sociedad en general.
Un ejemplo de ello se vivió cuando el famoso creador de contenido Santiago Matías, CEO de Alofoke Media Group, envió un mensaje en uno de sus canales de WhatsApp diciendo que dejaría 200 mil pesos en la Zona Colonial para que alguien lo encuentre; esto generó un caos en los alrededores de esta zona histórica por la cantidad de personas que asistieron y su comportamiento violento. Otro ejemplo son los famosos tuiteros dominicanos como Euric Santi, a quienes se les señala de construir su comunidad a base de crear controversia y opinar sobre todos los temas del país.
Ahora imaginemos un escenario donde un influencer con la capacidad de influir en sus seguidores manipule la información para colocar a un candidato político con serios cuestionamientos a nivel profesional y personal, que si bien tiene toda la libertad constitucional para apoyar a quien desee, aquí debe estar presente el compromiso ético con la honestidad, la integridad y el bien común.
Es crucial destacar que, en muchos casos, el caos social puede surgir cuando los influencers utilizan su plataforma de manera irresponsable. La falta de conciencia y regulación sobre el impacto que pueden tener en sus seguidores puede derivar en la difusión de información errónea, la promoción de comportamientos perjudiciales o la generación de controversias innecesarias.
Vivimos en una sociedad del espectáculo y el morbo, que apuesta a la inmediatez y a los discursos de odio que en muchos escenarios manipulan la realidad y atentan contra la convivencia social. Frente a este escenario, todos los entes sociales debemos articularnos para fortalecer los valores ciudadanos, el manejo adecuado de las plataformas sociales y siempre apelar al bien común.@Milcom_Olivo
Milcom Aaron
El autor es mercadólogo.