POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Comenzaré estas breves notas sobre el magnicidio contra el general Juan Prim Prats como hizo Gabriel García Márquez en su obra de ficción titulada Crónica de una muerte anunciada.
En dicha novela su autor señala de entrada el crimen contra Santiago Nasar, perpetrado por los hermanos gemelos Pedro y Pablo Vicario. En el hecho aquí comentado ni hubo sueño ni nadie iba a recibir a un obispo degustador de sopa de crestas de aves galliformes, como en el libro garciamarquiano.
Luego describiré parte de la hoja de vida del referido militar y político en el torbellino que fue el siglo XIX en España.
En la larga y convulsa historia española se han producido varios magnicidios, pero el del general Juan Prim Prats ha sido uno de los más opinados, por la trascendencia de ese personaje, y por la forma en que se produjo.
El atentado que le costó la vida a quien en ese momento, con 56 años de edad, era el presidente del Consejo de Ministros de España y, además, ministro de Guerra, ocurrió una noche arropada por la nieve que en invierno suele cubrir gran parte de la ciudad de Madrid.
El general Prim Prats fue herido el 27 de diciembre de 1870, mientras se desplazaba en un carruaje por la entonces llamada calle del Turco. Iba con sólo dos ayudantes, además del cochero.
Él y sus acompañantes fueron atacados a tiros por doce sujetos que rodearon su calesa con tres coches tirados por briosos caballos. Abrieron fuego por ambos costados, en una acción siniestra que quedó impune.
Su fallecimiento se produjo 72 horas después, víctima de varias balas que agujerearon su cuerpo.
Esos conjurados, que actuaron con premeditación y alevosía, formaban parte de un grupo mayor, pues la muerte violenta del general Prim fue planificada para que se ejecutara en dos etapas, si ello hubiera sido necesario.
Está documentado que varios de sus más allegados, como el diputado Ricardo Muñiz Viglietti, le advirtieron que había aprestos para atentar contra su vida, pero tal vez por vanidad tomó eso en solfa.
Gracias a intensos cabildeos realizados meses antes por el general Prim, el mismo día de la referida embestida mortal un príncipe italiano había salido hacia España para reinar (resultó ser por breve tiempo) con el nombre de Amadeo I.
En una controversia abierta hace más de 150 años se han divulgado diversas versiones sobre ese hecho significativo en la historia de España.
Se ha escrito que sus atacantes eran republicanos. Incluso se ha dicho que el crimen fue ordenado desde Cuba, por colonos disgustados con él.
De ese magnicidio se hicieron al menos dos investigaciones públicas por parte de procuradores fiscales españoles, pero nunca han sido claramente identificados ni los sicarios ni los inductores del hecho de sangre.
El escritor canario Benito Pérez Galdós, centrado en describir a su modo conspiraciones, intrigas, tragedias, etc. que jalonaron la vida pública decimonónica española, emite su versión novelada (en el número 39 de la cuarta serie de su colección titulada Episodios nacionales) sobre el general Prim; con énfasis en lo que pasó entre el 27 y el 30 de diciembre de 1870.
Dicho lo anterior, es oportuno señalar que el general Juan Prim Prats nació el 6 de diciembre del 1814 en Reus, importante ciudad de la provincia marítima de Tarragona, en la región de Cataluña, donde 100 años después de su muerte sus restos fueron enterrados con honores.
Posterior a su nueva inhumación se hizo, tomando en cuenta su renombre, un mausoleo con artes decorativas del estilo arquitectónico neoclásico. Ese panteón exclusivo, que domina el cementerio principal de su ciudad natal, fue declarado “Bien Cultural de Interés Nacional”.
En su carrera militar comenzó como un combatiente de base. En poco tiempo fue ascendiendo. Logró una hazaña bélica en la célebre batalla del poblado de Sulsona, en la provincia de Lérida, en tierra catalana, logrando allí su ascenso a comandante especializado en tropas de infantería.
En su tortuoso caminar entre cuarteles militares y salones políticos, marcado con altibajos sorprendentes que lo forzaron a salir varias veces de su país, en calidad de exiliado, el general Prim Prats dejó un legado que permite describirlo como un personaje esencialmente contradictorio.
En el 1847, durante uno de sus exilios, fue amnistiado por el a la sazón presidente del Consejo de Ministros de España, el moderado Joaquín Francisco Pacheco.
Pero como su presencia en su país era incómoda para muchos de sus propios colegas militares y políticos (algunos en sus autobiografías lo tildaron de ser un mal compañero de viaje) decidieron enviarlo de inmediato, en calidad de capitán general, a la colonia de Puerto Rico, en el Caribe insular, donde cometió muchas barbaridades contra la población esclava.
El historiador catalán Josep María Fradera Barceló, especializado en temas de colonialismo, en un ensayo titulado “Prim conspirador o la pedagogía del sable”, relata que dicha personalidad ordenó en Puerto Rico el fusilamiento de dos líderes negros por la sospecha de que pudieran estar preparando un alzamiento en contra de las autoridades coloniales.
En los meses que ejerció como gobernador de esa isla puso en práctica un llamado “código negro”, con una sarta de absurdidades que incrementaron los maltratos contra los esclavos negros.
Dicha normativa era como un calco de las que habían hecho los esclavistas de Luisiana, cuando abarcaba un inmenso territorio que iba desde la desembocadura del río Misisipi en el golfo de México, por el este, hasta Dakota en el centro norte de los EE.UU.
El general Prim aumentó sus abusos como jefe colonial de Borinquen cuando se produjo una sublevación de los negros esclavizados por los franceses en la isla Martinica, en el archipiélago antillano.
Invadió la pequeña isla de Santa Cruz, que en esa época estaba bajo el dominio de Dinamarca, para aplastar un alzamiento de esclavos. Alegó que ese deseo de libertad serviría de estímulo a los que estaban bajo su yugo. Los daneses lo condecoraron y tal vez le dieron otros premios.
Algunos de sus biógrafos señalan que con motivo de un enfrentamiento bélico en Barcelona dijo con voz estentórea: “O caja o faja”.
En efecto, su espectacular triunfo de entonces le hizo ganar el fajín de general, y ser vitoreado por sus soldados, que probablemente se movían por los alrededores de la famosa Puerta del Ángel.
Era un veterano muñidor, y en esa condición convocó, el 16 de agosto de 1866, en la ciudad portuaria de Ostende, frente al mar del Norte, en la zona flamenca ubicada en el septentrión de Bélgica, a los principales líderes españoles que se oponían al régimen monárquico encarnado en la reina Isabel II de España.
Esa iniciativa suya cuajó dos años después, cuando dicha monarca fue derrocada por un movimiento insurreccional que comenzó en la ciudad andaluza de Cádiz.
A partir de entonces, cuando la reina huyó a Francia, el general Prim adquirió mayor poder político y militar. Controlaba en los hechos el gobierno provisional que encabezaba el general Francisco Serrano Domínguez.
Alcanzó su in crescendo en las dos facetas principales de su vida cuando el 18 de junio de 1869 logró la presidencia del Consejo de Ministros de España y, al mismo tiempo, ministro de Guerra.
El general Prim y los demás militares y políticos que controlaban el escenario español del tramo final de la década de los años 60s del siglo XIX ejercían de progresistas y liberales en España, pero no en las colonias de ultramar.
Un ejemplo de lo anterior fue Cuba, en la cual aplastaron el alzamiento independentista comenzado el 10 de octubre de 1868 por el abogado y hacendado Carlos Manuel de Céspedes, con sus partidarios y los esclavos manumitidos en su hacienda llamada La Demajagua, situada en Manzanillo, en la parte oriental de la isla mayor de las Antillas, donde proclamó que: “El poder de España estaba carcomido y caduco”.
Puede decirse que el general Prim y los que actuaban junto a él en eso practicaron las consignas de los que aplicaban el Derecho Romano, para quienes este era válido para los ciudadanos romanos, pero no para sus esclavos esparcidos en los diferentes rincones de ese imperio, que llegó a ser el más grande de la antigüedad, cuando era dirigido por el emperador Trajano, entre los años 98 y 117 d.C.
En resumen, en la historia militar de la convulsa España del mencionado siglo XIX el general Juan Prim Prats está catalogado como uno de los oficiales que más sobresalía en los muchos combates en que participó en primera línea. Como político era voluble y mudadizo.
teofilo lappotteofilolappot@gmail.com