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AZORÍN Y LA ESPAÑA DERROTADA EN EL CARIBE (2 de 2)

Antonio Machado

José Ortega Gasset

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

El concepto elogioso que sobre la calidad de Azorín como escritor tenían personajes sobresalientes de la cultura española de su época era diferente a las ásperas opiniones que de él tenía José Ortega Gasset, parte de las cuales indiqué en la entrega anterior.

El poeta Antonio Machado calificaba a Azorín de maestro, cuando aún no tenía 40 años de edad, y le  dedicó un poema que escribió en abril de 1912 cuando iba a bordo de un tren de Soria a Burgos, en el norte de España.

Mientras Ortega lanzaba miasma sobre Azorín, Machado lo recordaba con admiración en una ocasión en que “el viento frío azota los chopos del camino…. ”. Era el momento en que el gran poeta sevillano contemplaba “las lomas azuladas” que se mezclaban con  el “…páramo sombrío por donde cruza el Duero”. (Antonio Machado. Poesías  completas. Ministerio de Cultura, La Habana, Cuba, 1985.)

Pio Baroja

El escritor e intelectual vasco Pío Baroja, al referirse sin alambicamiento a la egregia figura de Azorín, lo definió así: “Gozaba de una condición especial dentro del mundillo literario. Esta condición era la de producir indignaciones, revuelos en cuanto publicaba un artículo en cualquier periódico”.

El reconocido crítico literario español Enrique Rubio Cremades, en su ensayo “Azorín” crítico de Leopoldo Alas, escribió esta reveladora estampa: “Azorín fue un incansable lector a la par que paciente analista de todo nuestro complejo literario”.

Decía la verdad el referido Rubio Cremades, pues el mismo Leopoldo Alas (Clarín), antes de que la Generación del 98 surgiera como un vendaval cultural, con alma política y patriótica, describió a su alumno Azorín de esta formidable manera:

“Tiene más enjundia literaria que muchos afectados escritores festivos que hacen alarde de no tener ni pizca de sustancia”.

He tenido la oportunidad de leer al Azorín cronista, novelista, periodista y crítico literario. Alguna noción tengo de la calidad y la intención de su extensa e intensa labor multidisciplinaria en el terreno de las letras.

Sin tener calidad de azoriniano estoy en diapasón con los que escribieron de él resaltando sus condiciones excepcionales como escritor  comprometido en términos sociales, políticos y éticos, que no vadeaba, sino que iba directamente al centro del tema abordado, como un navegante en mar abierto.

Haber bebido de las aguas cristalinas de la sabiduría y el estilo de Azorín como escritor (con una descomunal carga de belleza literaria sin afectación semántica) me permite decir aquí que sus escritos hacen de él una figura imperecedera en el mundo de las letras hispanas.

Dicha afirmación está avalada en la realidad, porque para Azorín sus textos nunca eran aventuras exploratorias, sino pruebas del fervor que ponía en sus ideas, como una provocación al pensamiento de los demás; especialmente por la narrativa que desarrolló acerca de la tipología humana que encontraba  allí donde iba buscando la materia prima necesaria para sus crónicas sobre diferentes lugares de esa España alicaída que le tocó vivir.

Azorín

Se puede decir hoy, a 150 años de su muerte, que la obra literaria que en diversos géneros escribió Azorín, especialmente sus relatos de viajes, así como sus epístolas y críticas literarias y de cine fueron algo así como un gabinete de curiosidades, con un gran mensaje de aliento colectivo. Eran parte de su contribución  para frenar el colapso de la España de su época.

Los escritos de Azorín no pasaban desapercibidos, ni siquiera en su etapa menos fecunda, que fue en la que incursionó como comentarista del llamado séptimo arte.

A pesar de la mengua cultural actual, su nombre sigue siendo un referente que se reverencia en el altar de las letras en lengua española.

Con frecuencia él se quejaba del contenido de muchas antologías. Tenía razón, por múltiples motivos, comenzando por la mezquindad unida a la mediocridad de muchos de los que se dedican a esa labor.

Es que en ese tipo de colecciones sobre obras y autores, antes y ahora: “Sobran algunos nombres y faltan otros”.

Azorín decía y escribía que para él  su tierra natal era “como un arco de violín que hace sonar el espíritu”. Otra demostración del ingenio descriptivo de alguien a quien no se le escapaban los detalles. Tal vez evocaba al gran escritor francés Stendhal, a quien él admiraba mucho.

En su famosa obra titulada Castilla, Azorín hace gala de la concisión de su estilo y la intención de su mensaje, al relatar que:

“…Junto a un balcón habrá un hombre triste y meditabundo con la cabeza reclinada en la mano. No le podrán quitar el dolorido sentir”.

Con ese solo párrafo Azorín se le adelantó al famoso científico estadounidense Clifford James Geertz,  quien décadas después creó la llamada “antropología simbólica”, en la cual hizo énfasis en la actitud del ser humano ante los símbolos que lo rodean.

Para mayor abundamiento sobre el párrafo anterior basta leer lo que escribió el prestigioso médico y académico Pedro Laín Entralgo en su obra titulada Más de cien españoles, en la cual señala que en su ruta hacia Andalucía:

“…Azorín toma el tren en Madrid…mira con ojos caminantes, minuciosos y sensibles el paisaje bético…y toma tierra en Sevilla ¿Podía Azorín ser indiferente a la luz, la belleza, la elegancia y la voluptuosidad de la capital de Andalucía? No; pero “hay otros moradores en tierras andaluzas-nos dice-para quienes la vida es angustiosa”, y ésta, precisamente ésta es la realidad que allí ha venido a descubrir y describir…” (Más de Cien españoles. Editorial Planeta, Barcelona, 1981.P.64. Pedro Laín Entralgo).

A comienzo del siglo XX la histórica ciudad castellana de Toledo (que décadas y siglos atrás había sido una de las urbes más esplendorosas y de gran poder político, religioso, económico y social  de España) había caído en un estado deplorable de abandono.

Azorín visitó a Toledo los días del 19 al 24 de noviembre de 1900. De dicha estadía dejó para la posteridad, inserta en su novela titulada La voluntad, una crónica sin desperdicio.

En ella resaltó sus monumentos, su pasada tradición cultural y sus méritos religiosos. Dijo, entre otras muchas cosas, lo siguiente: “Toledo es una ciudad sombría, desierta, trágica, que atrae y sugestiona…”

En el 1897 viajó al septentrión español, oportunidad que le permitió hacer un reportaje periodístico sobre el deleite espiritual que le produjo Asturias y especialmente su capital, la vibrante Oviedo.

Quedó fascinado con el espectáculo visual de esa cubeta marina que forma el Cantábrico al chocar con el norte asturiano.

Valga la digresión (para poner en mejor perspectiva lo que estaba ocurriendo  en la declinante España donde surgió la Generación del 98) haciendo mención de un personaje extraordinario, pero que no formaba parte del mundo literario, sino de la ciencia en su más alto nivel.

En efecto, el gran médico y científico de fama mundial Santiago Ramón y Cajal, nacido en una villa de la Comunidad Foral de Navarra, en el norte español, anotó en su autobiografía el impacto negativo que para él fue la derrota que sufrió su país en el Caribe, en el 1898: “Recibí la nueva horrenda y angustiosa como una bomba”.

Volviendo a Azorín, en su libro titulado Andando y Pensando hizo un recuento histórico de la España interior que él vivió con intensidad, no como un simple deleite intelectual de satisfacción individual, sino con sedimento de tristeza y al mismo tiempo con un aliento de esperanza.

Vale reiterar, al cierre, que tanto Azorín como los demás integrantes de la Generación del 98 padecieron la decadencia de la España de su época, un país deshilachado y al borde de la desintegración, formado por regiones de orígenes, lenguas y culturas diferentes.

Fue en tan dramáticas circunstancias que los aludidos, y otros españoles no mencionados aquí,  decidieron no permanecer indiferentes, tal y como el mismo Azorín explica en sus notas autobiográficas, contenidas en su libro titulado Madrid.

En resumen, los integrantes de la referida Generación del 98 no eran mindundis (palabra usada con frecuencia en ese tiempo). Al contrario, fueron personas prominentes en el mundo de las letras, con un criterio claro sobre la vida de los pueblos. Realizaron una labor que quedó fijada como lección para el futuro de su país y los demás.

teofilo lappotteofilolappot@gmail.com