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Por Manuel Hernández Villeta
Santo Domingo, R. D., 17 de mayo, 2023.- Es una clara injerencia en problemas internos de un país soberano, las opiniones del departamento de Estado norteamericano, sobre la situación de las iglesias dominicanas. Un documento intolerable, inaceptable y abusivo.
El departamento de Estado norteamericano tiene grescas, quejas y resquemores con las iglesias dominicanas, las cuales enfrentan la política de la sub-cultura norteamericana de las drogas, el matrimonio del mismo sexo, el aborto, la violencia solapada en los medios de comunicación y la migración ilegal.
De ahí, que ahora se aparece con un documento analizando la situación de la iglesia dominicana, donde exhibe una falsa sonrisa, y quiere presentarse como el salvador de situaciones que en su momento y en su lugar todos los dominicanos han sopesado.
Las iglesias han sido la gran muralla para evitar que los norteamericanos cumplan sus planes de integración masiva de los migrantes haitianos ilegales, y a pesar de sus posiciones dogmáticas diferentes unifican criterios para luchar por la vida y oponerse a la legalización del aborto.
El comunicado del departamento de Estado debe ser rechazado porque se mete con propósitos de división de las iglesias, en un tema que tiene que ser solucionado por los dominicanos. En los últimos años, las iglesias han ido dejando atrás enfrentamientos fútiles, y trabajando cada cuál por su lado, se unen en programas de interés colectivo.
El concordato fue un acuerdo de Trujillo con el Vaticano, levantando a la Iglesia Católica como la religión oficial de la República Dominicana. Hoy una acción de este tipo no puede existir.
El Concordato es un rastre del pasado que tiene que ser eliminado de raíz. Pero es a los dominicanos que les toca hacer esos cambios, y no a la política exterior de los Estados Unidos.
De hecho el principal aliado de Trujillo fueron los Estados Unidos, que lo mantuvieron 31 años en el poder. La Iglesia Católica fue una columna vertebral del régimen, abandonándolo cuando era inevitable un cambio.
Hoy, no puede haber una religión oficial del Estado dominicano, porque es contradictorio con la Constitución, y da un privilegio a un sector determinado de la sociedad, en desmedro de otro.
Hay que lograr mayores libertades de las iglesias, mayor unidad, manteniendo la individualidad, pero las soluciones no pueden devenir de un documento venenoso e injerencista del departamento de Estado. ¡Ay!, se me acabó la tinta.