POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
El esclarecido dominicano Vetilio Alfau Durán nació en la ciudad de Higüey el lunes 26 de abril de 1909.
Fue historiador, abogado, filósofo, investigador, escritor y catedrático del centro de altos estudios que es continuación de la universidad más antigua de América, si se parte, como debe ser, de la Bula In Apostolatus culmine, documento pontificio firmado el 28 de octubre de 1538 por el Papa Paulo III.
Falleció en la ciudad de Santo Domingo, el 8 de marzo de 1985, dejando una estela de actos positivos a su paso por la vida terrenal.
Su memoria es constantemente recordada con respeto y admiración, como se desprende de las citas que de sus escritos se hacen, acompañadas generalmente de expresiones laudatorias.
Siendo treintañero, luego de ponderar su estilo sobrio y “su acostumbrado gusto por lo verídico”, de él escribió en el 1944 el célebre genealogista y profesor Carlos Larrazábal Blanco lo siguiente:
“El autor, aunque joven, es un higüeyano, de claro abolengo capitaleño, con calor de viejo que añora, siente y ama con fervor, a la vez místico y religioso, la tradición y la historia de su villa natal, a través de sus cosas, de sus hombres distinguidos y de sus hechos dignos o heroicos.”1
La trayectoria de perfil iluminado, de probidad, sobriedad, sentido de justicia y de apego a la verdad que distinguió a Vetilio Alfau Durán en su mocedad continuó hasta el final de su vida. Sus hechos y sus grandes aportes a la sociedad dominicana así lo demuestran.
Mucho se escribió en el país y en el exterior sobre Vetilio Alfau Durán, con motivo de su fallecimiento. Sólo enunciar las notas necrológicas derivadas de su óbito sería muy prolijo para esta breve crónica.
El distinguido seibano que fue don Julio Gautreau, articulista, promotor deportivo, afortunado practicante de la cinegética, compositor, profesor de música( pianista, violinista, trompetista, bandoneonista), escribió en mayo de 1985 un sobresaliente comentario de gran calado emocional y ajustado a la realidad de la vida esplendente de Vetilio Alfau Durán.
En la breve y sustanciosa apología titulada Te vas y te quedas: Vetilio, el ensayista Julio Gautreau comienza así:
“Allá por la década de los años treinta se veía cruzar por las calles de Higüey a un joven con un grueso legajo debajo del brazo. Siempre, por todas partes, hojeaba el legajo para consultar algo, luego seguía su camino: Tilito Alfau…Vetilio-Tilito-Alfau Durán, que acaba de morir, fue hombre de gran talento, un consagrado a las letras humanas que llegó a escalar los más altos peldaños en las academias dominicanas…”2
En su condición de historiador tuvo un desempeño excelente, pues no se limitó a repetir cronologías de hechos y protagonistas, sino que produjo profundas reflexiones y les quitó gruesas capas de mentiras a muchos puntos del ayer dominicano que se tenían como verdades con categoría de axiomas.
Sus valiosos aportes rectificadores han permitido a las generaciones presentes tener una mejor perspectiva de nuestro pasado.
Es válido decir, sin necesidad de incursionar aquí en asuntos propios de la epistemología o de la gnoseología, aplicadas a los conocimientos de la historia, que los libros, conferencias, artículos, crónicas, ensayos, exégesis jurídicas, etc. de Alfau Durán están clasificados como de gran calidad y sencillez didáctica.
Por esa difícil combinación de profundidad y sencillez, los escritos de Alfau Durán han trascendido por décadas en el país, en el ámbito académico y de cultura en general. A medida que pasa el tiempo son mejor valorados por los que acuden a ellos en busca de saberes y verdades.
Con prescindencia de que se esté o no de acuerdo con algunas de sus conclusiones sobre individuos o hechos del pasado, no hay ninguna duda de que sus opiniones nunca estuvieron salpicadas con motivos espurios.
La reciedumbre moral de Vetilio Alfau Durán resistió siempre las tentaciones del facilismo. No se movía en rebaños. Muchas veces opinó a contracorriente de los temas que estaban en boga por imperativos de ocasión.
Vetilio Alfau Durán fue el creador del que se ha considerado como el más depurado, conciso y penetrante Ideario de Juan Pablo Duarte, el cual publicó en formato de opúsculo en el 1943.
Pero también hay que decir que fue pionero en resaltar el importante papel que directa o indirectamente jugaron 14 mujeres dominicanas en el proceso de liberación nacional que arrancó formalmente el 16 de julio de 1838, con la formación de la sociedad secreta La Trinitaria, y tuvo su punto culmen el 27 de febrero del año de 1844.
Realizó un ingente rastreo en fondos documentales, cubiertos por el polvo de la indiferencia, para dar a la luz pública el valioso aporte que desde el anonimato y la cotidianidad hogareña hicieron valiosas dominicanas de aquella época, en la cual todos los peligros estaban presentes en cada paso.
Su colección de breves biografías, titulada Mujeres de la independencia, (Manuela Díez y Jiménez, María Trinidad Sánchez, Rosa Duarte y Díez, Josefa Antonia Pérez de la Paz, Concepción Bona, Micaela de Rivera, María Baltasara de los Reyes, Ana Valverde, Filomena Gómez de Cova, Rosa Montás de Duvergé, Froilana Febles, Petronila Abreu y Delgado, Rosa Bastardo de Guillermo y María de Jesús Pina) es una sólida contribución para la mejor comprensión de esa convulsa etapa de nuestra historia, caracterizada por disminuir y casi ocultar en los trazos del recuento histórico la presencia femenina en las luchas por la libertad del pueblo dominicano.3
Cada vez que he hecho un “téte á téte” con expertos del pasado nacional se ha resaltado que Vetilio Alfau Durán fue uno de los historiadores más escudriñadores de las profundidades insospechadas de los sucesos ocurridos durante siglos en el país.
Fruto de sus laboriosas investigaciones históricas fue autor de muchos hallazgos novedosos en el pozo ancho y profundo del ayer criollo.
Escribía con la mesura del sabio y con la valentía del justo, lo que le permitió desmontar mitos sobre hechos y personajes cuyas dimensiones fueron abultadas gracias a los intereses grupales (ideológicos, económicos, sociales, etc.) siempre presentes en la convulsa historia dominicana.
Pero como don Vetilio procedía con espíritu de justicia, y sabía distinguir la paja del heno, también puso el caudal de su gran laboriosidad en clave para rescatar de la hoguera de la ignominia a muchos héroes dominicanos, con méritos para que sus memorias fueran elevadas, con sus timbres de gloria, al lugar que les habían negado la malicia y la mezquindad de otros.
Así fue que sacó a muchos olvidados ilustres patriotas de lo que se puede definir como la dantesca sexta fosa del octavo círculo del pasado dominicano. Con su afán de investigador veraz los acercó al llamado “esplendor de los buenos”, vale decir a aquellos personajes de la antigüedad que en su clásica obra La Divina Comedia Dante Alighieri describe como dotados de “vivos resplandores.”4
Le correspondió a Vetilio Alfau Durán hacer la rectificación de la leyenda ampliamente divulgada de que el trinitario Felipe Alfau y Bustamante fue el soplón que por poco hace zozobrar el movimiento emancipador germinante dentro de lo que se conoció como la Representación a la Junta Popular de Santo Domingo del 8 de junio de 1843.
Desde la referida fecha, cuando el país era “un almaciguero de intrigas”, se mantenía como una suerte de maldición gitana, en un espacio claroscuro, la falacia de que el referido personaje había delatado a sus compañeros. Eso se sostuvo hasta el 22 de julio de 1968.
Vetilio Alfau Durán, en un comentario que nadie ha desmentido, demostró que la acusación en cuestión era una calumnia “contra el antiguo trinitario Felipe Alfau…” y puntualizaba sobre la misma que “…algunos escritores, faltos siempre de veracidad, han exhumado con fines egoístas y nada fecundos.”5
Ya otra cosa fue el rumbo que tomó Felipe Alfau y Bustamante a partir de 1861, y que bien se puede analizar a la luz del contenido mismo del Decreto gubernamental emitido el 27 de junio de 1867.-6
En sus diversos ensayos sobre la esclavitud en la isla de Santo Domingo Vetilio Alfau Durán realizó una extraordinaria labor de compilación, con apoyo documental de Fernando Ortiz, Carlos Larrazábal Blanco, Cayetano Coll, Rodríguez Demorizi, José Antonio Saco y otros.
En el tema de la esclavitud él aportó sus propias reflexiones extraídas de sus investigaciones sobre esa pesada mancha que permeó por más de 300 años sobre la geografía completa de la segunda isla en extensión del archipiélago caribeño.
Vetilio Alfau Durán dio un sonoro aldabonazo, frente a un océano de opiniones diversas y confusas, sobre la primera y la última expresión de rebeldía de los esclavos que sufrían en el territorio insular cuyas fronteras marítimas son al este el canal de La Mona, al oeste el paso de los Vientos, al norte el océano Atlántico y al sur el mar Caribe.
En efecto el eminente historiador Alfau Durán precisó, apertrechado de pruebas irrefutables, que:
“El primer estallido de la enconada lucha antiesclavista que duró unos tres siglos en esta Isla Española, se produjo el 27 de diciembre de 1522 en el ingenio Nueva Isabela de Diego Colón, en las proximidades de Nizao.” Más adelante añadió que: “El histórico suceso de Monte Grande, en febrero de 1844, fue el último destello de abolicionismo en la isla de Santo Domingo, el epílogo de una lucha secular verdaderamente heroica…”7
Bibliografía:
1-Revista Clío.jul-dic.1944.Pp65-67. Carlos Larrazábal Blanco.
2-Te vas y te quedas: Vetilio. Revista Ahora No.1,082.Mayo 1985.Pp58-59. Julio Gautreau.
3-Mujeres de la independencia. Editora Alfa y Omega, 2009.Vetilio Alfau Durán.
4-La Divina Comedia. Editorial Bruguera.Barcelona,1973.Pp328-345.Dante Alighieri.
5-Por la verdad histórica. Editora Búho, 2015.P42.Vetilio Alfau Durán.
6-Decreto de expulsión.27 de junio de 1867.Bloque de Leyes de 1867.
7-Vetilio Alfau Durán en Clío. Escritos II.P395.Editora Corripio,1994.