Opiniones

LA VOZ AUTORIZADA DE URIBE

EL TIRO RAPIDO

Mario Rivadulla

Controversial y polémico como corresponde a un mandatario que agotó dos períodos consecutivos del mando supremo en su país y al que le tocó enfrentar un escenario de grandes retos: las guerrillas, los paramilitares y los grandes carteles de la droga y supo manejarse frente a ellos con notable éxito, al punto de terminar su gestión con una elevada aprobación ciudadana de más de un setenta por ciento, la presencia en el país del ex presidente de Colombia, Alvaro Uribe, reviste una gran importancia por las ricas experiencias que nos deja como consecuencia de esas luchas.

Esto así, sobre todo, en lo tocante a la prevención y combate al narcotráfico que por décadas mantuvo en vilo los gobiernos que se sucedieron en el poder, marcó de zozobra y luto la vida del pueblo colombiano y arrojó sobre la imagen exterior del país el estigma de ser un narco-estado. Tocó a Uribe desmantelar los poderosos carteles de la droga, Cali y Medellín; la disolución de los grupos paramilitares; debilitar y arrinconar los insurgentes; crear un sólido clima de seguridad ciudadana y proyectar su marca-país como un estado progresista y de futuro.

Durante su visita, invitado precisamente para aportar ideas y experiencias que nos permitan lanzar nuestra propia marca-país, al ex presidente colombiano se le ha abordado sobre los distintos tópicos en que ha jugado un papel protagónico de tanta preponderancia.

Y como era de esperar se le ha pedido parecer sobre la legalización de la droga, un tema que cobra actualidad por recientes legislaciones en distintos estados de la Unión Norteamericana y en Uruguay, donde se ha aprobado el consumo de la marihuana, clasificada entre las llamadas «drogas suaves», pero sobre cuyos efectos nocivos advierten numerosos especialistas y que pudiera ser el primer paso para autorizar el de otras drogas más potentes y letales.

La oposición de Uribe en este sentido es terminante. Su rechazo lo resume en una frase contundente «legalizar la droga es legalizar la esclavitud». Y despojando la lucha contra el narco de prejuiciosas connotaciones políticas, enfatiza que tenemos que luchar contra el tráfico y consumo de drogas prohibidas no porque le interese y lo digan los Estados Unidos sino por la protección de nuestras familias y la integridad de nuestra sociedad.

No hay que rubricar que en este sentido le sobra razón. La droga que antes pasaba por nuestro territorio insular sin dejar casi huellas, rumbo a los Estados Unidos y Europa, ya hoy se ha convertido en un serio reto de penetración, tráfico y consumo local. Está en todos los barrios, en todas las ciudades, hasta en los más apartados confines. La falta de oportunidades de empleo y desarrollo de un proyecto de vida digno unido a la ausencia de educación y formación en valores, ha sepultado a buena parte de nuestros jóvenes en el tenebroso submundo de la distribución y el uso de estupefacientes.

De paso, tal como ocurre en todas las latitudes que confrontan una situación similar, se ha incrementado de manera significativa la tasa de criminalidad. Uribe advierte que el sicariato está ligado al narcotráfico y que en numerosos casos, sus autores ejecutan sus crímenes bajo los efectos de las drogas, una afirmación que en nuestro caso comparte y le ha confirmado el jefe de la Policía Nacional.

Ya antes, preguntado sobre el tema, el estadista colombiano desmontó el argumento de que el hecho de no haber podido erradicar el narcotráfico con los métodos de lucha seguidos hasta ahora, debiera ser razón para legalizar el consumo. «¿Qué no se ha podido acabar con el? Peor es no combatirlo», afirma. Y advierte que la legalización incrementaría el consumo y el costo económico y social de la rehabilitación de los adictos.

Por nuestra parte, creemos que le asiste sobrada razón, en su caso avalada por la experiencia cosechada en el duro combate contra los carteles de la droga. Y en el nuestro, por la firme convicción de que estamos frente a uno de los más graves problemas que enfrenta la sociedad dominicana y que atenta contra las bases mismas de la institucionalidad, frente al cual no debemos bajar la guardia ni dar la espalda.

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2014-07-08 23:28:49