1.- MIGUEL COCCO GUERRERO, es una de las personalidades más extraordinarias que he conocido. No puedo hablar de sus experiencias revolucionarias en los Comités Revolucionarios Camilo Torres (Corecato), porque no éramos de la misma generación y ya muchos otros han testificado de sus calidades y su conducta ejemplar.
Aunque había oído de Miguel, trabé amistad con él cuando Don Juan Bosch y el director de «Vanguardia del Pueblo» en ese entonces, el Dr. Diómedes Núñez Polanco, decidieron, de acuerdo con el dueño de Alfa & Omega, trasladar hacia el local de esa editora la confección completa del órgano vocero del PLD, para ampliar la Secretaría de Finanzas debido a que el crecimiento del PLD achicaba, también, los espacios físicos porque el partido estaba en plena expansión. Como la salida de ?Vanguardia? era sagrada para Don Juan Bosch, se dio el hecho extraordinario cuando el ciclón David, que dormimos en la sala de mi santa madre, doña Emperatriz, en la Tomás de la Concha, y lo montamos ahí mismo para llevarlo a Alfa & Omega, donde se imprimió.
A comienzos de la década de los 80s, conocí a Miguel en persona, pero más que él, quien charlaba conmigo todos los días era su mamá, doña Gisela Guerrero, una trabajadora incansable, cuya agudeza intelectual me sorprendió desde el primer día pese a su edad. Creí, porque era la experiencia que tenía y tengo, que con el dueño de una empresa cualquiera, hay que ser cuidadoso y discreto. Pero un día que no pude penetrar por las oficinas, entré por la puerta ancha del patio donde estaba la rotativa y los enormes rollos de papel, y me sorprendí cuando encontré a Miguel Cocco dirigiendo una asamblea de empleados y creí que era con fines políticos. A medida que me abría paso entre unos cien trabajadores, oí que Miguel Cocco les hablaba de que esa impresora era de ellos porque cuando tenían algún problema de salud o necesidad, él los trataba como hermanos y aunque la renta fuera poca, los ayudaba; que en Alfa & Omega no era necesario un sindicato, que las listas estaban a la vista y que él apenas dirigía, pero que la empresa era de todos. Cuando los empleados lo aplaudieron, me pregunté: «¿Y qué patrón es éste?».
«Coquito», que era como le llamaba Don Juan Bosch, tenía cara de niño inocente con sus don de dientes frontales que parecían ?montados?, aunque era debido a la fisonomía de su boca; pero tampoco discutía. Con todo el que hablaba, le miraba a los ojos fijamente y le decía «phsss, por favor, habla bajito». Esa era su actitud permanente. A medida que conversábamos iba notando su fina inteligencia.
Una vez doña Gisela, su madre, se me acercó alarmada y me dijo que leyera las galeras de un libro que se iba a editar. Parece que conocía las actividades de su hijo Miguel en las filas de la izquierda. «¡Mira!: esto no puede ser; este muchacho dice aquí que Caamaño tenía «vicios pequeños burgueses», estaba diciendo cuando apareció Miguel, Y doña Gisela también le enseñó el texto digitado diciéndole lo mismo que a mí. «Mamá: eso no importa; hay gente que no piensa dialécticamente, sino en bloques». No pude aguantar la carcajada de guacamayo, y Diómedes, que estaba distraído con las fotos de la primera edición ampliada de la «Composición social dominicana», de Juan Bosch, me siguió atrás a tiempo vez que sonreía y yo me tire en unos cartones. Cuando le hice la anécdota alcancé a ver la silueta de Miguel con sus dientes inconfundibles y sus ojos cansados para un hombre joven, a través del vidrio blanco de sus espejuelos.
En 1983 publicamos el primer libro sobre el PLD, atacado por todos los flancos «por la falsa izquierda» y el pecedeísmo rabioso. Cuando la puesta en circulación, observé a Miguel en la Biblioteca Nacional (Tony Raful era el director), sin medias en el último asiento. Cuando concluí mis palabras, al final del acto se me acercó y me susurró: «¡Ah!, muchachito: ¡tú te las trae!».
Pese a la humildad apabullante de Miguel Cocco, recuerdo cuatro rasgos de su personalidad en los cuales medito siempre: era un hombre de poder tan discreto que a simple vista nadie podía sospecharlo; su inteligencia no era menos que los ex guerrilleros Pepe Mujica o Raúl Sendic; nunca dejó de ser un revolucionario; y por último: practicó hasta su muerte el humanismo revolucionario. Veremos estos aspectos el sábado.
DIOS LES BENDIGA A TODOS. «Cuando estás en condición tienes amigos al granel//, pero si el destino cruel// hacia el abismo nos tira//, tú comprendes que es mentira// y que no hay amigo fiel».
2014-07-10 03:20:44