Por Manuel Hernández Villeta
Uno de los grandes anhelos insatisfechos de la humanidad es vivir en una etapa de paz, de confraternidad, sin imposición del más fuerte, y donde a las minorías se les escuche y tome en consideración. Hoy, para la mitad del mundo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos es letra muerta.
El hambre, la miseria, la mala distribución de las riquezas, la violencia sectaria y religiosa, el poder aplastante de la economía de los países desarrollados, el analfabetismo y las enfermedades que se dejan avanzar sin invertir para detenerla, es el compedio de mayor grado de violencia que ensombrece al planeta.
Miles de niños mueren diariamente en el mundo por falta de un pedazo de pan, y una taza de leche. El mundo se divide pòr los intereses económicos de las grandes potencias. En busca del reparto de los recursos naturales se llevan a cabo las grandes guerras, aún y sean disfrazadas de acciones religiosas.
Se pensó que la firma de una declaración donde todos los países del mundo fueran compromisarios de luchar por la paz y contra las injusticias, era suficiente. El tiempo ha demostrado que sólo se estamparon firmas en el papel.
Inclusive, de los principales actuantes para la conformación de esa declaración, hecho puntal de la Sociedad de Naciones, o de la moderna Naciones Unidas, fueron los eternos violadores a la dignidad humana, y una muestra es que la mayoría de los países europeos tenían colonias al comenzar los años 60 del pasado siglo.
Las Naciones Unidas celebra en estos días su Asamblea General, que no pasa de ser el gran festín de los poderosos. Las naciones pequeñas carecen de real voz y voto en las Naciones Unidas, donde las decisiones la imponen los seis países más desarrollados del mundo. En su Consejo de Seguridad, el cedazo de cualquier decisión, se negocian los acuerdos, y se intercambian áreas de influencias.
Los dominicanos podemos esperan bien poco de esta asamblea de las Naciones Unidas. Nuestros principales males ni siquiera levantarán polvo. La crisis que significa la invasión pacífica de Haití es posible que ni siquiera se trate.
Hay organismos de las Naciones Unidas que hacen una labor altruista y digna de reconocer por la paz y el desarrollo del mundo, como la Unicef, para el bienestar de la infancia; La Fao, para el desarrollo e investigación agropecuaria; la Unesco, para la ciencia y la cultura y la OMS, para la salud y las campañas para la preservación del medio ambiente.
Y a pesar de sus contradicciones en el país, la Acnur, que lucha por el bienestar de los refugiados en todo el mundo, también hace una labor ejemplar, aunque mantenemos que su representante local no está siendo seguidor de una política imparcial y justa.
Seguimos con la esperanza de un mundo mejor y que las Naciones Unidas despierten de su eterno letargo.
2014-09-22 05:32:39