Opiniones

REFLEXIONES EN TORNO AL NUEVO GIRO EN LAS RELACIONES ENTRE CUBA Y NORTEAMERICA

Mario Rivadulla.

Acabo de leer el artículo de nuestra popular y corajuda bloguera Yoani Sánchez, titulado «Alan Gross, el anzuelo que terminó siendo tragado». Pienso que aunque no haya sido su intención, ofrece la falsa notación de que el gobierno norteamericano decidió dar el inesperado aunque previa y largamente negociado, giro de su política con respecto a Cuba…para liberar a Gross. Y que en este sentido, el Presidente Obama habría hecho el papel desairado de someterse a una especie de chantaje por parte del gobierno cubano resistido a liberar al sexagenario contratista de origen judío. Creo absurdo imaginar por un solo instante, ni aún en las mentes más cándidas, que la política exterior del país más poderoso de la tierra fuese a estar determinada por el simple interés de liberar al señor Gross, que a fin de cuentas nunca fue más que una pieza menor en esta partida y no en el mejor de los casos, un recurso humano de especial valor estratégico para la salvaguarda de los intereses estadounidenses. No creo tampoco que la posibilidad de que pudiera morir en prisión hubiese sido motivo de especial preocupación ni provocado insomnio en la Casa Blanca ni el Departamento de Estado ni que tal ocurrencia tuviera un elevado costo político, más allá de provocar una reacción emocional, en todo caso mucho menor y de efecto absolutamente pasajero que los norteamericanos decapitados por los yihadistas. Otra talentosa bloguera, Miriam Celaya, afirma, con buen juicio, que el regreso de los tres espías castristas y el canje por Alan Gross, es un tema que se agota con su liberación y en el mejor de los casos, representa una «victoria pírrica» para el gobierno cubano.

La práctica de canjes de prisioneros (espías, disidentes) es frecuente en todo tiempo y lugar. La vemos a lo largo de todo el proceso de la «Guerra Fría». Y desde los mismos inicios del proceso castrista. Situémonos en la prisión de Isla de Pinos.

Año 1961. 23 prisioneros norteamericanos (entre estos varios agentes encubiertos de la CIA) fueron canjeados por 3 activistas castristas y el asesino de una niña venezolana de cuatro años, que respondía al apelativo de «El Gancho» Molina, presos en los Estados Unidos. La fecha simbólica: 24 de Diciembre. Los trasladaron temprano a La Habana y a las 2 de la tarde, estaban almorzando en Miami. Después de eso se han producido otros intercambios, solo que en forma muy discreta. No hay que extrañarse por consiguiente, que como parte del anuncio del cambio de política se produjese este primer gesto concreto. ¡Absurdo que fuese de otro modo¡ Pero no menos absurdo plantear que el propósito de liberar a Gross fuese un elemento, ni siquiera marginal, para marcar la nueva política hacia Cuba que como en toda decisión de política exterior de cualquier gran potencia, está determinada por diversos factores de fuerza mayor del exclusivo interés de los Estados Unidos donde no hay espacio para consideraciones ajenas ni de carácter ético, incluyendo los derechos humanos. Recordemos que todos los años, los EEUU renuevan su convenio comercial con China Comunista, una decisión supuestamente atada a una mejoría de los derechos humanos en el gigante asiático, donde persisten los lao-gai (campos de concentración donde cientos de miles, quizás millones de disidentes políticos y hasta militantes religiosos (como los de la secta Falong Gong) sufren encierro y el mismo cardenal chino, desde hace varios lustros, se encuentra sometido a cautiverio (que recuerda el del prolongado que sufrió en Hungría el cardenal Mindzensty) sin que hasta ahora hayan fructificado las gestiones del Vaticano para su liberación.

Lamentablemente esta es una realidad, por demás lógica, que con penosa, reiterativa y frustrante frecuencia ha olvidado gran parte del exilio: que siempre la política norteamericana ha estado determinada y continuará estándolo en función de sus exclusivos intereses al margen de la suerte de Cuba y los cubanos. En 1961, el New York Times publicó un editorial en que expresaba: «Cuba es un peón de la «guerra fría» y el destino de los peones es ser sacrificado». Era una clara advertencia. Durante todo este tiempo, Cuba y los cubanos han sido sacrificados…aunque sea solo ahora que la mayoría se ha dado por enterada después de haber alimentado la falsa ilusión de que la política exterior norteamericana en este sentido iba a quedar inexorablemente atada a los afanes de libertad de los cubanos.

Por más que sorpresiva la noticia, no ha sido fruto de una decisión inesperada sino larga y laboriosamente elaborada tanto por Washington como por La Habana, aún antes de la misma decisiva intervención del Papa Francisco que dio la pincelada final al proceso. Nuestra opinión: el hecho de haber permitido la salida de Cuba de la propia Yoani y otros disidentes sin precondicionamientos ni límites para expresar sus opiniones y críticas en los más diversos escenarios mundiales, conllevaban a nuestro juicio un claro mensaje subyacente de que el gobierno de Raúl Castro tenía interés en promover una apertura, aún al costo de eventualmente conllevar, si bien a un plazo mediano, determinadas concesiones políticas no admitidas pero factuales. Por lo pronto, bajar el tono del discurso antinorteamericano, distanciándose de hecho de la violenta prédica antiimperialista de Maduro y Evo Morales, principalmente. La propia antes indicada bloguera, advierte, también con criterio realista, que «en lo adelante es difícil imaginar los malabares que tendrá que hacer el gobierno cubano para conciliar los principios «antiimperialistas» del ALBA y de sus aliados regionales con esta renovación de relaciones con el villano norteño».

Tomó también precaución el gobierno norteamericano en auscultar la opinión del exilio-inmigración cubana, sobre todo en su principal reducto: Miami y comunidades del entorno. El sondeo llevado a cabo y cuyas cifras se airean ahora, evidenció una definida inclinación a mejorar la relaciones entre ambos gobiernos siempre con la posibilidad latente de ampliar los envíos de remesas familiares a la isla. (Un resultado lógico en la medida que el llamado «exilio histórico» ha ido desapareciendo con su carga de traumas y rencores acumulados y ha sido sustituido progresivamente poruna inmigración cuyas motivaciones para abandonar Cuba han sido casi exclusivamente económicas. De hecho, la reacción en Miami ha sido mucho menos crítica que lo esperado y que en otras ocasiones sobre acontecimientos de mucha menor significación. Sondeos similares han sido llevados a cabo con el público norteamericano con iguales resultados.

Otra pieza en el tablero: la presión que por mucho tiempo estuvieron promoviendo empresarios norteamericanos que alimentan la posibilidad de invertir en la isla, sumó e integró posteriormente la de empresarios cubanos que llevan tiempo en el exilio y están motivados por el mismo interés, formando así un poderoso grupo mixto de cabildeo en Washington que ha ido incidiendo cada vez más en el ánimo de congresistas y funcionarios del Departamento de Estado.

Un detalle a tomar en cuenta es el inesperado interés que toma el New York Times, el periódico estadounidense más influyente, al que dedica media docena de editoriales, en base a información privilegiada y posiblemente incidida de alguna forma por el propio gobierno sobre la existencia de las negociaciones que se venían llevando a cabo.

Cuenta también un elemento de política doméstica: la urgencia de compensar el reciente descalabro del Partido Demócrata en las elecciones norteamericanas, donde perdió el control de ambas Cámaras y vieron acortada significativamente su presencia en la de Representantes, así como Gobernaciones claves, ha motivado a Barak Obama a tomar una serie de decisiones mediante Ordenes Presidenciales, tanto de orden interno (las medidas a favor de los inmigrantes) como en el plano externo: el desmantelamiento progresivo de la prisión de Guantánamo, el apretado cerco contra el gobierno de Alexander Putin, el compromiso de contribuir a la reducción del calentamiento global y…ahora el cambio de política hacia Cuba, sin dudas el que por razones obvias e inesperadas, viene a ser el más espectacular.

Lo realmente importante es el trasfondo y alcance de este cambio de escenario en el diferendo mantenido entre Washington y La Habana, por más de medio siglo, determinado por esos factores económicos y políticos. En el primer caso, por las señaladas razones puramente comerciales; en el segundo, por una nueva visión estratégica de los EEUU destinada a tratar de recuperar el espacio que ha ido perdiendo en América Latina, donde ha sido cada vez más evidente el deterioro de su prestigio e influencia, así como la preocupación generada por la creciente penetración comercial y eventualmente política, de China y Rusia en Latinoamérica (las dos potencias llamadas a retar el poderío norteamericano en el no muy largo plazo y generar los nuevos espacios de «Guerra Fría») así como el obvio interés de ponerle freno a esos intentos expansionistas. El comunicado de la Casa Blanca anunciando su nueva política hacia Cuba, no esconde esas motivaciones, por el contrario, las cita de manera expresa que no deja margen a dudas. Y para lograrlo requiere primero remover el obstáculo de una relación hostil con el régimen de La Habana, que ha servido de referente y puntal ideológico a los gobiernos de izquierda que han surgido en el Continente. En lo adelante, La Habana tendrá que bajar el tono y moderar su persistente discurso antinorteamericano lo que a su vez creará un vacío de resonancia en torno al belicoso de un cada vez más desesperado y obsesivo Nicolás Maduro, acosado internamente por el fracaso rotundo de su gobierno, el desplome del precio del petróleo, el descalabro económico y la creciente oposición y descontento que enfrenta aún dentro de sus propias filas.

No implica en lo absoluto por parte del gobierno castrista ninguna concesión inmediata en el campo de los derechos humanos ni la democratización del sistema, al menos en el plano público. Hay que descartar que esos temas hayan sido exigidos como condición del acuerdo en la agenda de negociaciones llevadas a cabo, más que como un obligado enunciado, pero sin arribar a ningún compromiso formal. De dudar que eventualmente, en el corto plazo, vaya a registrarse un cambio al menos de cierta significación en este sentido. No olvidemos que a la sombra del poder y de su prolongado control del mismo, se ha generado un espeso tejido de intereses entrelazados que constituye la base de sustentación político-militar del régimen castrista. Es la Nueva Clase que le sirve de apoyo y cuyos intereses y privilegios Raúl Castro está obligado a manteneral margen de todo riesgo, por su propia preservación. El propio Obama, como para curarse en salud, se ha encargado de aclararlo afirmando su convicción que la nueva relación conducirá a cambios pero en tiempo futuro.

Se abre ahora una nueva etapa en el proceso cubano. La misma está cargada de interrogantes. Es preciso darle seguimiento con sentido racional y al margen de explosiones emocionales. La política es ciencia y arte. Y, descartada desde hace mucho la opción bélica y la rebelión interna, el juego es político. Este se nutre más de realidades que de ideales. Obvio que no pueden esperarse cambios políticos de inmediato ni en plazo breve. Y que durante el proceso, el gobierno seguirá haciendo sentir su poder coercitivo contra toda actividad disidente que entienda puede representar un peligro para su estabilidad, ejerciendo la represión bajo la nueva modalidad de apresar, retener durante horas y luego liberar. Los fatídicos juicios «revolucionarios» que llevaron tantos opositores al paredón de fusilamiento y cientos de miles a sufrir prolongadas condenas, quedarán reservados para casos muy excepcionales de acciones violentas contra el gobierno.

Cuando Raúl recibió el poder por su casi moribundo hermano y a partir del momento en que admitió el fracaso económico del sistema con la dramática frase de que «O Cuba cambia o se hunde», anunció una serie de medidas que aún llevadas a cabo con limitaciones representan un giro notable sobre las erráticas políticas económicas seguidas por medio siglo e implican una severa auto-censura (no confesada ni admitida, pero de hecho real) a las ruinosas y fracasadas puestas en práctica hasta entonces, advertimos que no se trataba de un proceso de transición, sino de tránsito hacia una posterior transición que eventualmente tendrá que producirse, con cambios determinados de manera inexorable por la dinámica de los tiempos y los acontecimientos. Descartamos, sin embargo, que vaya a ocurrir en un plazo breve; en la apreciación más optimista, pudiera tener lugar en el mediano término. No creemos que sea, por otra parte, ahora mismo, tema de prioridad para la mayoría de los cubanos que residen en la isla, cuyas urgencias inmediatas están determinadas por lograr mejorar sus precarias condiciones materiales de vida.

Pienso que en ese proceso, la Iglesia Católica seguirá jugando un papel cada vez más determinante. La validez de su papel como intermediaria eficaz, que evidenció con las gestiones que permitieron la liberación de los 75 disidentes condenados a más de mil 400 años de prisión, ha quedado ahora más patentes con la decisiva y reconocida intervención del Papa y de su experimentada y eficaz diplomacia. Fuera del Partido Comunista, la Iglesia es la única institución que posee a lo interno de la isla, una estructura organizada y jerarquizada, con espacios físicos habilitados, un culto activo y una militancia masiva y creciente a diferencia de los dispersos grupos de disidentes que, salvo como bocinas de denuncias y protestas contra el desconocimiento de los derechos humanos por parte del régimen más hacia el exterior que en el plano interno, carecen de toda posibilidad de integración y por consiguiente, de fuerza real.

El futuro cubano encierra muchas incógnitas. Pero es evidente que a partir de la nueva situación creada que rompe la inercia mantenida durante todos estos años, nuevos acontecimientos y situaciones habrán de producirse, cuyas consecuencias y posibilidades tendrán que ser evaluados cuidadosamente bajo la óptica más racional. Por lo pronto, la propia Yoani Sánchez, a diferencia de lo expresado por algunas voces del exilio, califica el acuerdo de «derrota política» para el gobierno, enfatizando que bajo la égida de Fidel Castrojamás se hubiera podido perfilar el mismo, al tiempo de señalar que «hay que seguir presionando hasta que llegue el Día «D».

Santo Domingo, 19 de Diciembre de 2014.

2015-01-12 19:48:36