Por Manuel Hernández Villeta
Hay una crisis de las relaciones entre la República Dominicana y Haití. Hay separaciones entre los dos países, que siempre los colocan a una gran distancia, a pesar de tener una frontera que se pasa caminando sobre arenas mojadas.
El Masacre hace tiempo que perdió su importancia como río, y como línea divisoria. Es difícil determinar donde terminan los haitianos su territorio, si para ellos hay una isla única e indivisible.
La inmigración haitiana es un mal que no cayó del cielo. No fue propiciada por los haitianos desarrapados que vienen a la República Dominicana a picar caña, o a trabajar en la industria de la construcción.
La capacidad del haitiano de los más bajos estratos de la sociedad a adaptarse a realizar trabajos fuertes, fue lo que sirvió de incentivo para que los gobiernos dominicanos y el gran empresariado le dieran preferencia como obra de mano barata y descalificada.
Pero los haitianos no desplazaron ni desplazan a los dominicanos por arte de magia. Es la misma relación obrero-patronal que lleva a los dominicanos de jornal a rechazar trabajos donde se pagan salarios que no les dan para cubrir el plato del día, de la cocinera que se establece en la esquina.
De ahí, que el empresariado, los constructores, los agro-industriales y el gobierno, prefieran a los haitianos, que ganan poco, no se les paga seguro social, ni indemnización por despido, ni vacaciones, nada. Es una bestia de carga que se le da un puñado de monedas por trabajo realizado.
Con la crisis de las relaciones dominico-haitianas al primero que hay que cuestionar y exigirle responsabilidades es al empresariado. Su acccionar irresponsable en el problema inmigratorio está ocasionando estos problemas.
En la industria de la construcción se emplean miles de haitianos, pero ninguno de sus patronos hace esfuerzos para que se legalicen. Llegan, trabajan, viven en los edificios, y carecen de todo tipo de seguridad. Hay que obligar a los agro-industriales y constructores a que le den trabajo a haitianos documentados.
Si las autoridades llevan a cabo una amplia labor para controlar la llegada de haitianos ilegales, es un contrasentido, que determinados empresarios sigan con la oferta de trabajos de peones, sin importar sis esos trabajadores llenaron los reuisitos deley.
Es preocupante la situación entre haitianos y dominicanos, pero los primeros síntomas de soluciones, deben partir por someter a control a los empleadores de los haitianos, que lucen irresponsables, desalmados y comerciantes que sólo les interesan los billetes, sin importar el destino Nacional.
2015-01-13 22:49:24