Por Manuel Hernández Villeta
Duarte tuvo un gran sueño, una gran esperanza, un fuerte ideal, todavía hoy inconcluso. En una época donde el apoyo de las grandes potencias coloniales era la idea primaria de los caudillos rupestres, era difícil imaginar un joven que deseaba una república libre e independiente.
La grandeza de Duarte está en su determinación de que la República Dominicana fuera un territorio libre, fuera del dominio de
cualquier potencia extranjera. Como todos los idealistas, sufrió muchos dolores de cabeza, frustraciones, traiciones y olvidos.
Duarte fue olvidado en su epoca, cuando se le temía por ser un hombre limpio, honesto, el que buscaba Diógenes y no encontraba. Hoy, sobre sus hombros hay un peso de olvido, de traiciones, de genuflexiones, donde Duarte no pasa de ser una fecha en el almanaque.
Se le recuerda por un día y luego se le olvida por todo un año. Es una fecha en rojo propia para la playa, para ingerir bebidas alcohólicas y ya. Nadie hoy tiene en su mente el firme compromiso de hacer una república libre e independiente, en lo económico, lo político y lo social.
Es una farsa considerar a Duarte el Cristo de la Libertad, y cometer violaciones constitucionales y de los derechos humanos, mientras se levanta su imagen, marchita ante las cabriolas de los vividores sociales.
El país necesita que se reivindique a Duarte, porque ello es forjar las bases firmes de la institucionalidad. Donde hay tanta hambre, abandono social, violencia, poderío desmedido de los poderosos, y miles de personas que en vez de vivir, agonizan segundo a segundo.
La mayoria de los partidos políticos y las organizaciones llamadas de la sociedad civil solo buscan treparse en los puestos de mandos, sin importar el destino de los que reciben la división del pastel. Llevan ese 25 de enero a Duarte bajo el brazo, pontifican por un día, y son los contenedores sociales de todo el año.
Educación, pan, derecho social, derecho a la vida pueden ser de los puntos básicos que se necesitan hoy para lanzar a Repñublica Dominicana a dar los primeros pasos de lo que es una sociedad en marcha hacia el progreso.
Mientras jugamos con la imagen de Duarte, nos estancamos, porque sabemos que el discurso son lisonjas para convidados de piedras, que tienen oídos sordos a la realidad diaria.¿Porqué todavía hoy hay unos pocos que quieren que el pensamiento de Duarte siga siendo un sueño, una utopía, y no permiten que su accionar sea el machete que abra trechos entre la cizaña?
2015-01-25 16:22:09