Por Manuel Hernández Villeta
En los países latinoamericanos siempre hay una agenda inconclusa, sin continuidad. Los gobiernos llegan y se van, pero nadie aporta soluciones. La marginalidad, la miseria y la exclusión, son los eternos compañeros de millones de latinoamericanos.
Pasa lo mismo en la República Dominicana, donde de cara a las venideras elecciones, la prisión social en arena movediza de los sectores populares es una carga muy difícil de poder transportar.
Es un verdadero dolor, que el día de las elecciones esas mayorías irredentas piensen más en vender el voto, que en seleccionar a un candidato que pueda resolver los problemas nacionales.
El pobre es el más despreocupado de su situación. Su vida diaria de estrecheces le hace ser indiferente a su salvación. Son agentes extraños, quienes llevan la dura carga de enfrentar la miseria. El proletario version local deja que sean otros, que no toman en cuenta sus intereses, los que combatan por su mejoría de vida.
Alli se engrendra la demogogia barata. Truijillo retornó a la zona rural, en momentos en que el campo era la espina dorsal de las mayorías dominicanas. Ya con Balaguer, el proceso va cambiando, con la creación de los cordones de miseria y el abandono del campo.
Pero el pobre dominicano es un neo-nato, su paralisis social hace que la crisis se eternice. Llora su abandono, pero no trata de que sobre su creciente impotencia surja la capacidad de lucha y enfrentamiento social.
Hay millones de dominicanos sin facilidades de escuelas, de hospitales, de agua potable, de una vivienda digna, de un trabajo, de poder llevar una vida decente, y nada. Callan, se cruzan de brazos y ni siquiera esperan, sino que eternizan su desgracia.
En los torneos electorales esa mayoría significativa puede cambiar la balanza. Puede escoger a quien estime que representa mejor sus intereses, pero el hambre le castra. De esa marginalidad es que se compra y vende la conciencia y el voto el día de las elecciones.
Los sectores políticos se dan cuenta de estas incongruencias sociales y se burlan de ellas. Se benefician, ganando poder social y económico, mientras todo sigue igual donde hay lodo pestilente.
De ese podredumbre social es que se levanta una capa sensible del pueblo, y es de allí donde está el germen de la delincuencia de a pie. Para hacer frente a la violencia descarnada que está casi poniendo de rodillas a la sociedad, hay que ir a palpar el vía-crucis de los que no tienen pasado, ni presente y su futuro no lo están comenzando a levantar ahora. El primer paso del futuro se da ahora.
2015-01-28 23:45:49