Por Manuel Hernández Villeta
El doctor Joaquín Balaguer satanizó la reelección presidencial. Utilizó la violencia política, y el arte del engaño, para perpetuarse en el poder en los doce años. Le dio un sabor amargo, convirtió en una pócima envenenada la reelección.
El pueblo de hoy, no el ayer, de luchas de plomo, cárcel y cementerios, se despojó de su derecho a elegir, cuando rechaza cualquier postulado institucional de repostulación. Ünicamente la voz del pueblo, que en ocasiones puede ser la de Dios, puede decidir o rechazar a sus gobernantes.
La repostulación la vemos como un paso político como cualquier otro. Su convertibilidad no debe ser una pauta dictada por Congresistas, sino que su conveniencia debe ser sometida en forma de plebíscito al pueblo. Un si o un no, debe ser lo que norme un intento de reelección.
Balaguer se eternizó en el poder, y con ello cercenó estamentos democráticos, y el derecho a la vida de muchos. Pero nadie se puede confundir, el doctor Balaguer contó con el apoyo de una mayoría silente, de los estamentos más conservadores de la sociedad dominicana.
Ningùn dictador o déspota ilustrado se puede mntener en el poder contando únicamente con el apoyo de los fusiles, tiene que contar con el respaldo de sectores de la sociedad que son determinantes, aunque puede ser que minoritarios.
Cuando se desconoce apoyo de grupos de origen popular y de otros segmentos de población a un gobierno de fuerza, se está ocultando la verdad, y tapando los ojos con un dedo.
Balaguer y Trujillo fueron productos de coyuntura sociales, donde ellos fueron catapultados por hechos políticos donde sectores representativos no mayoritarios del pueblo dominicano buscaban una mano férrea que sustuviera el orden de los cementerios, pero la tranquilidad para los más conservadores de la población.
El tema de una repostulación presidencial debe comenzar a estudiarse por la diferencia entre reelección y repostulación. Un gobernante puede aspirar, pero es la votación popular la que determina si se mantiene en el Palacio Nacional.
La Constitución debe ser modificada para que se lleve a nivel de plebiscito el tema de la reelección, y que el pueblo con un si o un no diga si prefiere o rechaza un intento continuista. Balaguer no fue malo por la reelección, sino por la ola de violencia institucional que impregnó en los doce años.
El dictador y el déspota ilustrado no fueron rechazados por tratar de continuar en el poder, sino por sus malos gobiernos, el enriquecimiento indebido, la sangre vertida, y ser retenedores de un espírtu de libertad plena.
2015-02-01 23:43:32