Por Manuel Hernández Villeta
Las dictaduras y las revoluciones populares tienen una linea paralela. Los dos cuentan con el apoyo de segmentos populares, que son básicos para poder llevar a cabo sus realizaciones y su meta final que es la toma del poder.
Un dictador no podría llegar y mantenerse si no tiene el respaldo de grupos determinantes de la sociedad, al igual que el líder revolucionario. La linea paralela que los mantiene divididos pero siendo agentes del mismo devenir histórica es de contradicciones y de coyunturas.
El líder revolucionario puede llegar al poder cuando las masas desean cambios, no soportan el entreguismo, la dictadura, las violaciones de los derechos humanos, que la economía esté en un puñado de manos, y la violencia generalizada y sin sentido que amenaza a todos.
El dictador, en esa misma línea, surge como el mecías cuando las masas amorfas tienen miedo al futuro, temen por su seguridad y la de su familia, quieren pan con tranquilidad, necesitan sosiego a cambio de entregar su alma al diablo.
No se puede hablar de pesimismo en el siglo pasado en la República Dominicana, sino de la era de las dictaduras. Muchos historiadores quieren ver a Trujillo como un desprendimiento del infierno, queriendo pasar por alto que fue una capa importante del pueblo dominicano que lo mantuvo 31 años en el poder.
Ningún dictador se mantiene 31 años, o 22 años, en base a sus pelotas, al material colgante, a la conjunción del libro y la bota, necesitan tener el apoyo de una parte considerable del pueblo. Ahí es que debe escarbar el bisturí histórico, sin compasión y sin temores, porque los pueblos apoyan a sus verdugos buscando un poco de tranquilidad.
Para salvar esta situación, la República Dominicana debe marchar hacia la institucionalidad, lograr un regimen de derecho, una buena distribución de las riquezas, oportunidades para todos, y estricto respeto de los derechos humanos.
El político de hoy, con aspiraciones presidenciales, debe tener un programa de gobierno que exhibir, en el cual exponga a la comunidad cuáles son sus planes de mejoria colectiva. Por desgracia, los programas de gobierno son simples hojas de papel para que los más toscos vayan al sanitario.
Hay que estudiar a nuestras dictaduras, sin menosprecio y sin amor, solo con el ojo del testigo histórico. Ver porqué en una coyuntura determinada el pueblo se agarró del sable, el látigo o el verbo encantador de serpientes, de los que convirtieron en piezas rotas sus sueños de redención y libertad.
Estamos hoy como ayer, al borde del abismo y solo la búsqueda constante de mejores niveles de vida y de que la libertad económica, personal, colectiva e intelectual llegue para todos, nos podremos redimir en estos momentos pesarosos. No hay tierra a la vista, sino fuego fatuo de cadáveres insepultos.
2015-02-13 02:51:59