Cuba. Quitando las piedras del camino.
Miguel Arencibia Daupés (Para Kaos en la Red) [20.09.2007 20:47)
En Cuba, unas incipientes causas de entropía de su mantenido modelo económico, político y social se consolidaron, otras revelaron un gran impacto; hoy, estamos convocados oficialmente y por la historia a inventariarlas y buscar los antídotos definitivos y radicales para su eliminación.
Permítanme comenzar con una breve anécdota personal que conocen mis amigos y muchos conocidos.
Hace dieciséis años me fue orientado cursar un breve taller para directores de Cuadros de organismos nacionales en la Escuela Superior del PCC “Ñico López”.
Finalizando ese evento, precisamente en la tarde de un viernes de noviembre de 1991, se nos presentó un grupo de carteles que exponían las cuestiones conceptuadas por la institución y refrendadas por sus niveles superiores del Partido como esenciales causas del derrumbe (Fidel lo bautizaría como “desmerengamiento”) del llamado Socialismo Real en la URSS y de los –malintencionada pero acertadamente calificados- países satélites de Europa del este.
El profesor, como pudo, fijó las pancartas ante nuestras vistas y calló; no tuvo que pedirnos a sus discípulos que, en la más silenciosa abstracción, analizáramos el contenido de aquellos cartones escritos toscamente con plumón negro.
¿Cuánto tiempo pasó así? Hoy, creo que fue bastante; en aquel momento, el tiempo se detuvo. De repente, la voz del profesor nos sustrajo del ensimismamiento; sobre todo a mí a quien el profesor se había dirigido para preguntarme muy intrigado el por qué de una media sonrisa, pienso que mueca irónica, que en forma inconsciente y con amargura, yo tenía asomada en mi redonda faz.
Tomado de improviso, tuve que auto-inquirirme al respecto y, en la medida que la respuesta se me hacía presente, iba desgranándola hacia el profesor y el resto del grupo:
-Mire, profesor, considero que nosotros (entiéndase: Cuba, los cubanos) desafortunadamente adolecemos de casi todas ellas. Con excepción de que tenemos un líder, la ausencia de problemas étnicos, y religiosos de connotación, así como un partido no muy alejado del sentir de la masa, creo que venimos afrontando las demás.
Aparte de las justificadas miradas que mis compañeros me dirigieron por el aparentemente arrojado planteamiento, obtuve de ellos las expresiones de su más absoluta aprobación, al igual que …. del propio profesor. Lo que, como el lector supondrá, no fue para mí de satisfacción alguna, ya que hubiera querido estar equivocado de plano.
Inmediatamente mis condiscípulos se sucedieron en el uso de la palabra, con orden pero sin pausas, para mostrar su coincidencia con lo dicho y ampliar aún más.
Se habló de la similarmente unanimidad irreal de opinión y ausencia de debate, de la subutilización y deterioro de la agricultura, de la no aplicación de los avances de la ciencia y la técnica a la vida diaria y el bienestar de los ciudadanos, de mecanismos económicos atrasados que propendían a la falta de creatividad y dilapidación de recursos de todo tipo, en suma: a la ineficiencia; del cierto distanciamiento y desconocimiento de la burocracia con respecto al pueblo, a los diferenciados intereses de éste, a sus individualizadas necesidades; del secretismo; del seguidismo; de la adopción, en forma no democrática sino elitista, de las más estratégicas decisiones, lo que, por demás propiciaba errores al tener visiones parcializadas y/o reduccionistas de los tópicos; de la inadecuada aplicación u omisión de esa reconocida fórmula marxista “De cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo”; en fin, se fueron agregando, como bloques de una pared, los argumentos.
Había transcurrido un mes desde que, en Santiago de Cuba, se hubiera celebrado nuestro IV Congreso del Partido, así como terminado un par de años antes el Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas, que iniciara en 1986.
Lo cual debía brindar positiva plataforma para enfrentar los perjuicios provenientes de un huracán, esta vez no tropical, cuyas turbonadas nos llegaban de manera violenta desde Europa del Este.
Tengo la convicción, sin que nadie lo manifestara, de que todos los que allí nos encontrábamos, en nuestro interior, juramos, hacer todos los esfuerzos y sacrificios que debiéramos para dar un vuelco a tan negativo listado y, así, evitar un desastre igual al soviético en nuestro invaluable, querido caimán verde.
Entonces, ya estábamos dentro y se continuó ahondando el Período Especial con toda la secuela de incrementadas escaseces y serias dificultades de toda índole que hicieron recaer asimétricamente su fuerza entre los componentes de la sociedad, con especial presión sobre sus capas más humildes.
Soportamos, resistimos, trabajamos, hicimos y, con una emersión económica (se empezó a “ver la luz al final del túnel” )que tuvo significativo momento aproximadamente en 1996, logramos la continuidad del proceso cubano; fundamentalmente, debido a una decisión “a prueba de balas (agrego:) y de misiles “ del pueblo cubano de no dejarse vencer ni por el sempiterno enemigo imperial ni por las adversidades.
Muchos, muy apreciados, murieron; otros, como se dice en la canción de Pablo Milanés: “nos fuimos poniendo viejos” y, con menor ritmo que antes, nuestros jóvenes de hoy nacieron. Todos, sin poder disfrutar más de determinadas posibilidades que, sin ser las “ambrosías” que mediáticamente se ha pretendido de modo inconsciente por algunos compañeros, fueron parte cuasi-cotidiana del cubano, partiendo de los años finales de la séptima y durante la completa década octava del pasado siglo. Debidas mayormente a la colaboración soviética para con nuestra patria.
Realizamos el V Congreso del PCC, pasó el tiempo y hasta “un águila por el mar”.
Fueron hechos prisioneros injustamente nuestros cinco héroes y regresó Elián, después de excepcional contienda.
En lo sucesivo, desde fines de los noventas y en lo que va del nuevo siglo, se incrementó el real y abrumador bloqueo (ya agudizado con las leyes Torricelli, Helms-Burton), con la implantación de las facistoides medidas draconianas, digo: bushianas.
De estos años, hubo algunos en que la sequía o continuados ciclones nos parecieron parte de la estrategia de los yanquis para debilitarnos y hacernos renunciar a nuestro camino; pero ni aquellos o ésta lo consiguieron.
Sin embargo, parte de lo señalado, así como las necesarias medidas adoptadas para enfrentar las adversidades del Período Especial (doble moneda, estimulación en divisas para determinados sectores, empresas mixtas, aumentos en los precios para reducir el circulante, etc), confluyeron para extender el manto de una desigualdad que -siempre existente aunque semioculta y en mínima medida- se incrementó con rapidez, abriendo surcos dentro de una población que no estaba acostumbrada y menos resignada a tales diferenciaciones entre sus integrantes.
Eso, por una parte, y un grupo de viejas pero latentes causales, muchas comentadas por mi grupo en aquel viernes de 1991, sumadas a otras incipientes que, de manera abrupta, se tornaron de gran impacto, nos fueron conduciendo a la situación actual en que debe revisarse y determinarse, como señalara Raúl en su discurso del 26 de julio pasado, los moldes estructurales que tenemos que eliminar, paulatina pero radicalmente.
Dentro de esas causas que se han ido revelando cada vez más impactantes, se puede compilar el mantenimiento y aumento de una centralización estatal excesiva; la fusión del partido y el Estado, y a estos de las organizaciones sociales; la inmovilidad de los conceptos de fondo, dada determinada atrofia del pensamiento social crítico, además, con rechazo o inviabilidad de los criterios divergentes, entre otras cuestiones por un extendido acriticismo que ha anidado en muchos dirigentes, otras personas y en nuestros medios de información.
A ello se adiciona -como expresara nuestro Canciller- una extendida simulación y apatía en importante, casi mayoritaria, porción de pueblo. En mi opinión, como una manifestación de desconcierto y agotamiento en la espera de un verdadero protagonismo democrático en cuanto a la toma de las decisiones que le incumben, como legítimo dueño del país que es; más que de complicidad o aceptación de lo que mal funciona.
Muchos son los logros alcanzados en estos años, imposibles de obviar. No obstante, en materia de economía política -como con respecto a la URSS expresara Dacal Díaz, en su trabajo “¿Por qué fracasó el socialismo soviético?, (julio/2007)- se nos ha entronizado un “estancamiento de las relaciones de producción capitalistas, no su superación, en nombre de estructuras y relaciones productivas que supondrían la existencia del socialismo,…”.
También en nuestro país “ los obreros continuaron disociados de los medios de generación de riquezas. No se convirtieron en dueños reales de estos, debido a que los elementos burocrático-administrativos los mantuvieron distanciados de la propiedad efectiva. En esa dinámica, la nueva organización de la producción, pretendida como socialista, tuvo un carácter formal.”
Como en la URSS, se ha estado “distribuyendo escaseces”, debido a mecanismos igualitaristas que al aplicarse entre gentes con aportes desiguales han aumentado sus desigualdades. Cuando de los que debía tratarse es de “…de distribuir la riqueza, no la pobreza. Por tanto, la bondad y novedad de un mecanismo de distribución social no sirve de mucho cuando está desconectado de la generación social de recursos que lo hagan operativo y lo validen. En esa contradicción funcional entre la pobre generación de riquezas y, por consiguiente, su deficiente distribución, estuvo la base del socialismo «de carencias» (fin de la cita), cual hemos penado -en grado diverso, según el momento y el segmento social de pertenencia- por casi medio siglo.
Y como Dacal nos clarifica: “La adulteración del objetivo socialista estuvo (acoto: ha estado fundamentalmente) en identificar la estatización de la propiedad con la socialización, limitándose así la complejidad y profundidad de lo que Marx había entendido como superación del modo de producción capitalista. “
En esto último, parafraseando a un buen amigo, fue donde “puso el huevo la serpiente”; la sierpe que indujera a un nuevo “pecado original”. Pudiendo señalarse que todas las demás culebras son más consecuencias que causas, y han sido paridas por ella; aunque, recursivamente, den aliento y sostengan a su progenitora.
Incluso, reconociendo como cierta una mantenida y fuerte actividad de los agentes del Imperialismo mundial -cuales hoy pretenden autoimponerse medallas con interpretaciones “hechológicas” del pasado acontecer histórico- estimo que si diversas de sus “carreras”, “guerras” y demás acciones alcanzaron éxito fue porque los errores y tendencias negativas internos no permitieron una sólida invulnerabilidad, un muro infranqueable o mucho más difícil de penetrar, de la parte soviética.
Metafóricamente hablando, los enemigos imperialistas sólo auxiliaron a la URSS en su suicidio; ya que no caben dudas de que su derrumbe fue por implosión, como el de las torres del World Trade Center.
Haciendo una retrospección hasta llegar a aquella tarde de un viernes de noviembre del 91, de que ante les comenté, concluyo preguntándome:
¿Por qué, con tantos anteriores años de proceso, múltiples elementos favorables y conociendo tan tempranamente las principales causales de una debacle, hemos venido caminando casi por el filo del mismo precipicio?
Y, con el estilo de nuestros guajiros, me inquiero – aún teniendo en cuenta las diferencias en cuanto a condiciones históricas, geográficas y otras entre países y procesos – sobre si los revolucionarios seremos como ese torpe animalejo aviar del anecdotario popular que tiende a tropezar con la misma piedra varias veces?
Con sinceridad, desde lo más interno de mí, confío que demostraremos nuestras capacidades de homo sapiens y que sabremos emplear todo el bagaje de experiencia propia e internacional, principalmente latinoamericanista, para que otra caída igual o parecida no nos suceda.
En esta ocasión, en que se apertura un nuevo y superior capítulo de nuestra historia, con el llamado de la dirección del país a los renovados análisis que se vienen produciendo en cada núcleo, centro de trabajo y, posteriormente, en los CDR de la nación, debemos producir un ajustado y, al propio tiempo, integral inventario de todas las fallas, así como obtener propuestas y determinar, entre todos, los remedios a aquellas.
Es un momento (como se vaticinaba en el templo de Delfos) propicio para alejar todas las piedras de nuestro camino, para lograr que aunque éste siga siendo irregular – y en zigzag, como ya se conoce que decursa el progreso- en definitiva nos lleve a transitar por la masivamente ansiada construcción del Socialismo.
La Habana, 18 de septiembre de 2007
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