Manuel Díaz Aponte
Hasta que en República Dominicana no quede atrás el favoritismo político entre aliados coyunturales de campañas electorales, seguiremos presenciando el desagradable escenario de funcionarios atrapados en las garras de la corrupción, como el escándalo de SeNasa, agravado con el apresamiento del ex director Santiago Hazim, por presunto desfalco millonario.
Hazim, médico ortopeda de notable trayectoria y quien dirigió el movimiento Sector Externo que aglutinó a diversos profesionales en apoyo a la candidatura del hoy mandatario, deberá enfrentar la Justicia ante los Tribunales.
Los jueces y auxiliares de las instancias judiciales que conocerán este caso deben profundizar en el mismo yendo más a fondo en su experticia para dar con las diversas características de la monumental malversación. Incluso, analizar las auditorías e informes de anteriores administraciones.
Es un duro golpe contra la gestión del presidente Luis Abinader quien ha defendido la pulcritud en el manejo de los fondos públicos desde que ascendió al poder por primera vez el 16 de agosto de 2020, en plena pandemia de la Covid-19.
Nadie duda de la honestidad de Abinader que sigue librando una lucha tenaz contra los casos de corrupción en el pasado reciente y en su propia administración, abriendo las puertas a la Justicia para que proceda sin cortapisas contra los funcionarios que hayan transgredido y traicionado su confianza sustrayendo fondos estatales.
Ninguna otra administración gubernamental había defendido con tanta vehemencia el erario en la historia reciente del país, como viene ocurriendo actualmente.
Es una tarea difícil y heroica en una sociedad acostumbrada a presenciar el robo de los dineros del presupuesto nacional, adquiriendo ya ribetes escandalosos tanto por la magnitud y por la cantidad de funcionarios involucrados.
La firme posición del Ejecutivo de aplicar tolerancia cero contra la corrupción garantiza que habrá consecuencias severas contra aquellos ladrones de cuello blanco.
Por supuesto, los casos de corrupción en el gobierno de Luis Abinader son pocos si los comparamos con lo ocurrido en los mandatos de Danilo Medina.
Un gran reto que tiene el sistema democrático dominicano de lidiar con esos funcionarios que quieren llevarse a sus bolsillos los dineros que deben ser destinados a construir escuelas, hospitales, centros comunales, carreteras, caminos vecinales e iniciativas laborales decentes para los empleados y trabajadores del gobierno, así como a los pensionados, que les permitan un mejor nivel de vida juntos a sus familias.
De no pararse el cáncer de corrupción en el país la mayoría de la población perderá la fe en sus instituciones, en las autoridades y en la propia democracia. La justicia tiene que aplicarse por igual a todo aquel que viole la Ley, sin importar su procedencia, ascendencia social y condiciones económicas.
Todavía hay demasiada pobreza en el territorio nacional donde familias viven en chozas sin ningunas condiciones para una vida digna, sin energía eléctrica y sin accesos a la salud, producto en gran medida de la herencia del saqueo de los bienes estatales.
Recuperación de lo robado
Abinader reafirmó este domingo que en su gobierno “no hay espacio para la corrupción e impunidad”. Y refiriéndose al sonado caso de SeNasa dijo que ordenó a esa institución “constituirse en actor civil para recuperar hasta el último peso del patrimonio robado”.
El mandatario expuso que la investigación hecha por la Procuraduría en el Seguro Nacional de Salud es “una muestra clara de la determinación de su administración de actuar sin dilaciones ante cualquier señal de irregularidad y de garantizar que en su gobierno no habrá casos de corrupción que no sean investigados a fondo”.
Los planteamientos de Abinader revelan que desde el interior de su gobierno hay inquietud por la magnitud de lo ocurrido en SeNasa, y que también, la sociedad dominicana espera que la Justicia aplique todo el peso de la Ley a los responsables del robo en esa entidad gubernamental.
Refleja también, el impacto que ha tenido el desfalco en esa otrora poderosa entidad obligando al gobierno a inyectar recursos adicionales para que pueda seguir ofreciendo servicios. Aun así, los afiliados al Seguro Nacional de Salud han confrontado dificultades con las citas médicas programadas, aumentos de las tarifas y eliminación de concesiones adquiridas, especialmente en los medicamentos de altos costos.
Igualmente, el daño moral causado a esa institución que fue galardonada en diversas ocasiones por su trayectoria y calidad del servicio es irreparable.
Ante esta frustrante y amarga experiencia de gestión en el aparato oficial, parecería que en el país ya no hay gentes serias para administrar los recursos que aportan los ciudadanos con el pago de sus impuestos.
Bandera de la honestidad
Pero queda claro que los presidentes deben tener en sus manos permanentemente la Linterna de Diógenes al organizar sus gobiernos y elegir a cada funcionario que desempeñará un cargo en el gobierno central, en los consulados y embajadas.
Dejemos de actuar con sentimiento de gratitud al conformar un gabinete presidencial y ceñirnos a la lógica de que “nadie es totalmente serio hasta que se demuestre lo contrario”. Y que, además, en política y en la conducción del Estado no hay amigos.
Ya basta de que a la administración pública de la República Dominicana sean llevadas personas por apellidos, parentesco y por estatus económicos.
Demasiados corruptos hay entre las élites económicas y sociales del país que se encubren en los partidos políticos a los cuales financian, para luego sacar sus dividendos, entre ellos están personajes del narcotráfico y de reputación dudosa.
Al frente de las instituciones del Estado deben estar gentes de mentes brillantes y de trayectorias honestas, que puedan trabajar por el bienestar y desarrollo de la nación y no para acrecentar sus cuentas bancarias.
Muchos profesionales que hemos realizado maestrías y doctorados en universidades nacionales y del exterior merecen tomarlos en cuenta. El sacrificio y esfuerzo algún día debe adquirir importancia en la República Dominicana, donde parece que la seriedad y honestidad no cuentan.
Artículo de Manuel Díaz Aponte
Manuel Diaz manueldiazaponte@gmail.com