Opiniones

EL TIRO RÁPIDO

EL TIRO RÁPIDO



De



Mario Rivadulla



Martes 08/07/2008

Pese a todos los esfuerzos que se han hecho hasta ahora y los distintos planes de reforma penitenciaria que se han elaborado e intentado poner en práctica en las últimas décadas, han sido tímidos los logros obtenidos en este campo. Cabe destacar el trabajo desarrollado por la comisión que preside el ex Rector de la UASD, Roberto Santana, en este sentido, con el desarrollo de un proyecto piloto que ha conseguido la rehabilitación y reinserción social de cierto número de reclusos. Pero en general, nuestro sistema penitenciario sigue siendo obsoleto y degradante, escenario y escuela de todas las formas de envilecimiento.

No hay que ser experto en el tema para identificar las diversas razones que contribuyen a esta penosa situación.

Obviamente, la sobrepoblación penal es una de sus causas. En estos días precisamente, el Procurador General de la República, Radhamés Jiménez, declaró que el número de presos excede la cifra de 18 mil. Prácticamente, no hay una sola penitenciaría en el país que no albergue una cantidad mucho mayor de reclusos que su real capacidad.

Otro factor incidente es también la pésima condición física en que se encuentra la mayoría de los establecimientos penitenciarios, sin las más mínimas condiciones de habitabilidad e higiene.  En cuanto a la comida, las condiciones sanitarias, las atenciones médicas y, por lo general el trato que reciben los reclusos que no gozan de status privilegiado, resulta ocioso señalar que se corresponden con el más bajo nivel que es capaz de imaginar quien no haya pasado por tan penosa experiencia.

Hasta donde se sabe no hay un verdadero sistema de clasificación selectivo de los penados, ni por el tipo de delito cometido, ni por el índice de peligrosidad. Delincuentes ocasionales y de poca monta se entremezclan con empedernidos criminales de largo prontuario policial. El resultado final de esta mezcla, es fácilmente previsible.

En la mayoría, por no decir que en todos los penales, el control interno no parece estar en manos de los custodios, sino de las propias bandas de reclusos que muchas veces chocan con violencia entre sí, para tratar de imponer su liderazgo. Rigen la vida carcelaria e imponen métodos opresivos al resto de la población penal, cometiendo todo género de abusos y excesos ante la mirada indiferente,  cuando no cómplice, de sus guardianes.

No es de extrañar por consiguiente, que el sistema de vigilancia y disciplina carcelaria en el país resulte muy vulnerable. En las cárceles es frecuente la introducción de drogas, prostitutas, bebidas alcohólicas y en alguna que otra ocasión no explicada, armas de fuego, que han servido para cometer asesinatos dentro de las mismas.

Tal como expresa el informe de la Oficina de Defensa Pública 2007, las cárceles dominicanas son ejemplo y símbolo de depravación. En ese mismo reporte se revela que tan solo en el penal de la Victoria, se llegaron a ocupar 2,183 porciones de marihuana, cocaína y crack, más 70 galones de ron elaborado por los propios reclusos dentro del recinto.

El registro de identificación de los penados resulta también deficiente o simplemente inexistente. No ha sido infrecuente que condenados a largas penas y abultado expediente criminal hayan salido en libertad suplantando a cambio de determinado soborno la identidad de otros favorecidos con la orden de excarcelación.

Los factores que contribuyen a que tengamos sobrados motivos para avergonzarnos del sistema carcelario nacional hacen una lista mucho más amplia, sumando errores y horrores.  Lamentablemente es una situación cuya importancia humana y social queda sepultada ante el cúmulo de problemas que pesan ahora mismo sobre el país y absorben la preocupación  de la ciudadanía y focalizan la acción de las autoridades

Pero al menos vale recordar que la situación existe, que forma parte de nuestra más penosa realidad y que reclama solución tanto como cualquier otra prioridad nacional.

 

2008-07-10 02:57:02