Opiniones

EL TIRO RAPIDO

EL TIRO RAPIDO



De



Mario Rivadulla

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas acordó a unanimidad de sus quince integrantes extender por un año más la llamada misión de pacificación en Haití.  Esta consiste en una tropa compuesta por siete mil sesenta efectivos militares y dos mil noventa y un agentes policiales que son aportados por diferentes países, y operan bajo la enseña del organismo mundial integrados en una fuerza que opera como parte de la misión pacificadora del organismo mundial conocida bajo las siglas de MINUSTAH.  Su objetivo es ayudar al gobierno haitiano a enfrentar y reducir los niveles de violencia y el auge de las actividades delictivas, entre las cuales se destacan el  narcotráfico y los secuestros.

Se recuerda que fueron precisamente esas tropas las que impidieron meses atrás, que una furiosa turba de varios miles de hambreados que se habían movilizado por las calles de Puerto Príncipe reclamando comida, asaltaran el Palacio Presidencial de Haití para exigir la renuncia del Presidente García Préval. 

Las fuerzas de la  MINUSTAH están operando en Haití desde la sangrienta revuelta que depuso al entonces Presidente Jean Bertrand Aristide, exiliado en la lejana Africa del Sur, donde imparte clases mientras espera el momento en que se le permita retornar al país.  En todo este tiempo sus adeptos se han mantenido activos reclamando su regreso, demanda que hasta ahora ha obviado con inteligente prudencia el Presidente René García Préval, considerando que su presencia en un todavía muy convulso Haití no es conveniente por el momento, por cuanto no contribuiría a aquietar los ánimos sino por el contrario a exarcerbar las pasiones políticas.

Ahora bien, mantener esas tropas en suelo haitiano por un año más, según divulga la amplia información procedente de la sede de las Naciones Unidas, representa un gasto de nada menos que quinientos setenta y cinco millones de dólares. Paradójicamente, la propia Oficina del organismo para la Coordinación de Asuntos Humanitarios revela que apenas ha logrado recaudar un 16 del porciento de los 108 millones de dólares que ha solicitado para ir en socorro de los millares de damnificados que dejó en el territorio vecino el paso sucesivo de las tormentas Hanna y Ike, que provocaron casi ochocientas muertes.

Recientemente el Presidente García Preval al comparecer en la última Asamblea General de las Naciones Unidas dijo que su gobierno no andaba buscando caridad, sino ayuda internacional para rescatar su país del estado de postración en que se encuentra.  Esa ayuda se le ha negado a Haití, al menos en la cuantía requerida para que deje de ser un estado-fallido.  Las grandes potencias no acaban de entender, o no les interesa, que el problema de Haití no es de bayonetas sino de comida, salud, educación, empleo y oportunidades de alcanzar un mejor destino.

Ahora mismo, los propios organismos internacionales estiman que al menos cuatro a cuatro millones y medio de haitianos  están padeciendo de hambruna.  Si no llega el auxilio necesario prontamente, la cantidad de hambreados seguirá incrementándose y muchos, sobre todo niños, fallecerán por desnutrición.  Las galletas de lodo conque se alimentan muchos haitianos por falta de comida, algo que debía llenar de vergüenza a quienes pueden remediar tan penosa situación, no dan para satisfacer el hambre de tantos.

El alegado clima de paz  mantenido en Haití por la presencia de la MINUSTAH no deja de ser artificial. Desaparecerá el día que sus tropas dejen de ocupar el país.  Para tratar de conservarla, bajo ese esquema,  será preciso renovar la presencia militar un año tras otro.  Mientras en Haití exista tanta miseria y siga figurando entre los países más pobres del mundo, en tanto haya tantos estómagos hambreados y tales niveles de marginalidad y desesperanza, la violencia seguirá estando presente y latente en su territorio y surgirá con fuerza cada vez que se produzca la menor chispa que la haga detonar.  Es la triste verdad que por falta de visión, desidia, indiferencia o vaya uno a saber si de manera premeditada en procura de determinados fines, no acaban de enfrentar y solucionar las naciones que están en capacidad de hacerlo y sobre todo, aquellas que por imperativo histórico debieran cumplir ese cometido aún sea para saldar a ojos de la posteridad y su propia historia, una deuda de siglos de abusos y atropellos incalificables que niegan los propios y más preciados valores de que han sido orgullosos portavoces.

Mientras tanto, enaltece a nuestro país como una política de continuidad del Estado,  el seguir reclamando, una y otra vez, en todas las oportunidades y foros, la asistencia de la comunidad internacional para que Haití pueda salir del penoso estado de postración en que se halla.

2008-10-16 15:31:57