21 de diciembre de 2025
Por Fernando A. De León
Cada vez que retorno de República Dominicana, específicamente de Santo Domingo; regreso ungido de bendiciones. Es como si en cada viaje de paseo a mi lar nativo fuera tocado por un bálsamo reconfortante que remoza todo mi ser.
Esas bendiciones, a cambio de prodigar algún dinero de lo poco que poseo a los que agradezco, y en un tiempo, fueron mis circunvecinos. Aunque no soy creyente respondo al “Dios te bendiga” con un amén, como un devoto más.
Irónicamente, creo en las bendiciones que provienen de la gente llana; no creo en las divinidades. Creo en la naturaleza y la fuerza síquica de los seres humanos bien intencionados que nada tienen que ver con las de los políticos locales.
Pero siempre me apeno y reflexiono. Muy a pesar de que su dios, los ha abandonado pareciera que su religiosidad combinada con la aparente devoción de quienes dirigen la cosa pública y esquilman sus beneficios; los mantiene enajenados y como sostén de la paz y social y laboral que solo beneficia al funcionariado y gobiernos de turno. Increíblemente, hasta Donald Trump, vías sus votantes, ha sido protegido por su dios.
República Dominicana continúa siendo una franja de occidente donde Dios está ausente. Cuando era reportero, el dirigente peledeísta, Lidio Cadet, por el estado de cosas de ese entonces, me dijo: en “República Dominicana no existe Dios”.
Sin embargo, en los gobiernos de su partido y el de ahora, durante décadas, ese dios ha abandonado al pueblo dominicano. Es más, pareciera aliado de los desgobiernos de dictadores, no de los pobres. Y se equivocaron los que pensaron que, con el cambio, se haría presente.
Por si fuera poco, nuestro Dios, ese dios que se nos impuso, parece estar de acuerdo con el desaparecido genocida Adolfo Hitler. Ha permitido que en su nombre retrocediéramos al fascismo, al odio, la xenofobia y, sobre todo, al repudio a infelices migrantes (que ahora somos los judíos).
Pareciera estar de acuerdo, con los regímenes despóticos. Como dolido con los acuerdos de Versalles de 1919, de la Primera Guerra Mundial que condenó a la otrora Alemania. En fin, ese dios está en contra de los pasos civilizatorios y a favor del desprecio a los pobres; a los hispanos y negros y, finalmente, a los de abajo.
El autor es periodista, miembro del CDP en Nueva York, donde reside.