El día sucede sereno, apenas se mueven las ramas grisáceas
en las copas de los árboles solitarios.
Unos pocos pajarillos sobrevuelan los tejados
que sobreviven casi sin notarse.
La última vez que supe todo esto, era muy tarde,
había un gran vacío; tenía mucho frío y también miedo.
Ahora que no puedo reparar la noche que se quiebra
recorro mil veces ese camino muerto
buscando sin acierto
la última promesa que dios nos hizo.
Neo Carmona
Neo Carmonaneocarmona@gmail.com