EL TIRO RAPIDO
De
Mario Rivadulla
Ayer, como cada 7 de enero, se celebró el Día del Poder Judicial. En esta oportunidad, sin embargo, la tradicional solemnidad de la fecha estuvo empañada por una serie de circunstancias negativas que arrojan justificada preocupación en torno al llamado tercer poder.
Entre esos aspectos, el más llamativo fue la ausencia del Presidente de la República, participante vitalicio en la velada que sirve de escenario al discurso de fondo a cargo del magistrado que preside la Corte Suprema. De igual modo, en lo que pudiera resultar una simple coincidencia o una actitud concertada, la de los presidentes de las Cámaras Legislativas, ambos pertenecientes al partido oficial. Fue también notoria la inasistencia de figuras políticas, empresarios y hasta diplomáticos que por lo general no dejan de hacer acto de presencia en la celebración.
El discurso del doctor Jorge Subero Isa por otra parte, suma también otro elemento de inquietud, especulación y debate. Este estuvo centrado en gran medida en reiterar su manifiesta oposición a las propuestas sobre el Poder Judicial incluìdas en el proyecto de Reforma Constitucional enviado por el Ejecutivo al Congreso y que se espera sea llevado a conocimiento y discusión en tiempo no muy dilatado. Su intervención en esta oportunidad no llenó las expectativas y provocó reacciones de desencanto inclusive en una figura tan mesurada como la del mediador por excelencia, monseñor Agripino Núñez Collado.
Al margen de estos breves señalamientos, al cabo de diez años de haberse iniciado la llamada primera ola de Reforma del Poder Judicial, promovida por el doctor Leonel Fernández durante su primer período de gobierno, procede hacer una evaluación de los resultados de ese proceso.
Visto desde fuera, negar que se han producido cambios en la Administración de Justicia durante ese decenio luce que pecaría de injusto y que sería tanto como pretender tapar el sol con un dedo. Hoy la imagen de la Justicia, aún después del tan controversial y para muchos mostrenco fallo en el tan debatido y politizado expediente de la Sun Land, supera con mucho a la que proyectaba antes del inicio de la Reforma.
Pero ignorar por otra parte que todavía queda un largo trecho por recorrer para contar con una Administración de Justicia distinguida por su probidad, eficiencia y sentido de equidad sería igualmente incurrir en extrema ligereza. El propio Subero Isa, durante el mismo ceremonial llevado a cabo el año anterior, admitió que era necesaria lo que calificó de una segunda ola de reforma. Y sin ir más lejos, el respetado magistrado Rafael Luciano Pichardo, por su lado, reveló a un grupo de periodistas que son frecuentes las presiones que reciben los jueces y magistrados para orientar sus fallos en dirección de determinados intereses. No siempre, por desgracia, esas presiones son rechazadas.
Falta trecho por recorrer.
Hay que definir cuestiones tales como si los magistrados de la Suprema deben ser vitalicios o temporales. Hacer efectivo su retiro a la edad establecida o por crìticas condiciones de salud, sin que ello necesariamente imponga privar al alto tribunal del aporte de sus vastos conocimientos jurídicos y experiencia. Hay que aumentar los niveles de eficiencia y de ética a todos los niveles en la Administración de Justicia. Perseguir y sancionar con mayor rigor los casos de soborno, tráfico de influencias o fallos a todas luces injustos o reñidos con los más elementales principios del derecho. Agilizar los procesos recordando el viejo principio de que “justicia demorada, es justicia denegada”. Y, como es natural, hacer los indispensables ajustes, a la luz de la experiencia pràctica, de ése tan cuestionado Código Procesal Penal que muestra muchas fallas y lagunas y proyecta la penosa impresión, las màs de las veces justificada, de que brinda más protección a los malhechores que a la sociedad.
La lista no es excluyente. Falta todo esto y seguramente mucho más. De esperar que el momento crìtico por el que a todas luces atraviesa ahora mismo la Suprema sea superado en breve y en forma positiva para seguir dando pasos adelante en dirección a esa necesaria y complementaria Segunda Ola de Reforma en vez de caer en estado de postración, o peor aún, de entrar en una penosa fase de retroceso.
2009-01-09 13:16:54