Opiniones

EL TIRO RAPIDO DE LA SEMANA

Mario Rivadulla

Viernes 8,06,09

A mediados de semana, el matutino Diario Libre publicó una reseña de varios asesinatos registrados en el país en los dos o tres últimos años que reúnen todas las evidencias de ser crímenes ejecutados por encargo, en un recuento que distaba de ser exhaustivo. Algunos de los mencionados en el trabajo periodístico revistieron características de especial crueldad, como si con ello se quisiera dejar una especie de marca de fábrica de los autores.

En todos estos hechos ha estado presente la mano de expertos sicarios extranjeros asociados a cómplices dominicanos. Los mismos se profesionalizan como ejecutores y contratan sus servicios en forma indiscriminada a quienes estén dispuestos a pagarlos por lo general a cambio de gruesas sumas de dinero. La mayoría o la casi totalidad responden a situaciones vinculadas con el narcotráfico, por lo común asociadas a tumbes de drogas o a disputas surgidas por el control de su distribución. Esto último es muy frecuente en el llamado microtráfico barrial donde son frecuentes los enfrentamientos entre bandas que se pelean a muerte por los puntos de venta que consideran más atractivos.

Ya desde mucho antes, cuando se registró el primero de estos casos novedosos en el submundo de la criminalidad dominicana, se había advertido que esa práctica iría en aumento en la misma medida en que se incrementase el tráfico internacional a través de nuestro territorio y el consumo local de drogas en país. Esas acciones comprenden tanto el asesinato por encargo como los secuestros a cambio de los cuales se reclaman fuertes sumas de dinero como resarcimiento por los tumbes atribuídos a las víctimas.

Así por desgracia ha estado ocurriendo, con el agravante de que estas ejecuciones realizadas por profesionales del crimen ya no solo son contratadas para dirimir diferencias entre traficantes y capos competidores sino también para quitar de en medio a autoridades impermeables al soborno y que con su actitud vertical constituyen un obstáculo para la realización de sus turbias operaciones. Así privan de la vida a un honesto funcionario de aeroportuaria, a un oficial de Control de Drogas y a un joven verificador de aduanas, por citar algunos de entre otros varios casos.

La aparición del sicariato tanto extranjero como local y la proliferación de sus acciones criminales por sus niveles de profesionalización, experiencia, recursos con que cuenta y carencia de escrúpulo constituye un factor agravante en el campo de la criminalidad y un serio reto para nuestros organismos de investigación y prevención en el mantenimiento de la seguridad ciudadana. De ahí la necesidad de que éstos, a su vez, puedan disponer de los medios para hacerle frente contando con un personal debidamente entrenado y calificado así como los recursos investigativos, materiales y técnicos requeridos para librar esta batalla.

De esperar que así se haga antes de que la situación llegue a males mayores.

2009-05-11 15:33:59