Opiniones

La misión de Montoya en Republica Dominicana

Por Narciso Isa Conde

Álvaro Uribe Vélez y la alta jerarquía militar colombiana lo enviaron no solo a ejercer las funciones de Embajador de Colombia en la República Dominicana.

Entre sus tareas, primero en Colombia y luego aquí en la República Dominicana, no solo tenía -y tiene- asignada la puesta en marcha de un plan para asesinarme, debido a mi postura frente al régimen narco-para-terrorista de su país y a mi condición de coordinador de la Presidencia Colectiva de la Coordinadora Continental Bolivariana, organización que ha jugado un destacado papel en todo lo relativo a la solidaridad con la lucha del pueblo colombiano sometido a un sistema de terror y a una creciente intervención militar estadounidense.

Hay mucho más en la mochila ?diplomática? de este general experto en masacres y guerra sucia.

La encomienda que le han dado rebasa esos limitados propósitos, así como la decisión de rodear al referido personero militar de la inmunidad diplomática correspondiente, después de haberse visto forzado a abandonar el cargo de Jefe del Ejército colombiano a partir de precisas denuncias sobre su participación en la masacre de la Colonia 13 de Medellín y en el largo y tenebroso expediente de los ?falsos positivos?; esto es, de los asesinatos de numerosos jóvenes civiles disfrazados después de muertos de ?guerrilleros(as)? de las FARC y el ELN.

EL régimen de Uribe, apadrinado por EEUU e Israel, está empeñado en expandir su modelo criminal a la región y la República Dominicana ha sido escogida como plaza apreciada para esos fines.

En Colombia existe un narco-estado y el gobierno de Uribe es, sin dudas, un narco- gobierno, por su procedencia, su composición y sus prácticas.

En Colombia se ha desarrollado una larga experiencia en la formación de unidades para-militares y en las formas operativas de las mismas, estrechamente vinculadas al negocio de las drogas y a la contra-insurgencia militar.

Las Fuerzas Armadas Colombianas crearon las organizaciones para-militares, las financiaron inicialmente, las entrenaron en los métodos más sanguinarios y crueles, y las dotaron de armas y tecnologías modernas hasta crear las condiciones para su auto-suficiencia y auto-reproducción a través de su conversión en cárteles cívico-militares de la droga.

El Estado y el para-estado colombianos, como el poder oligárquico tradicional y el narco-poder de ese país, estrechamente inter-relacionados, tienen una larga y nefasta historia de guerra sucia.

En ese contexto han creado verdaderos expertos en las técnicas de penetrar, espiar, perseguir, capturar, torturar, aterrorizar, descuartizar, masacrar, mentir, simular, falsificar la realidad y crear redes corporativas para el ejercicio de la violencia estatal y para-estatal, que incluso extienden fuera de sus fronteras.

A su propia experiencia se le agrega el intenso traspaso de las ?escuelas? del terror israelí y estadounidense, forjadas a lo largo de múltiples y prolongadas guerras sucias contra palestinos, iraquíes, afganos, árabes-musulmanes, africanos, asiáticos y latino-caribeños.

El general Mario Montoya tiene varias maestrías y doctorados en esas malas artes y no ha venido aquí a hacer diplomacia ni a promover el turismo multi-destino, menos aun a descansar después de sus perniciosas jornadas guerreras en Colombia.

Nada de eso.

Vino a colombianizar en gran escala el poder dominicano

Él ha sido designado Embajador para tenderle un manto diplomático a su misión militar, policial y narco-para-militar de factura imperialista, que consiste en orientar y tutelar -con el padrinazgo de los Estados de su país, Israel y EEUU- la colombianización del Estado y del poder de la República Dominicana

Uribe y el Estado Mayor de su país lo seleccionaron con ese propósito, elevando el perfil de los planes de expansión colombiana en este país.

Leonel Fernández lo aceptó a conciencia y designó una contrapartida apropiada, mafiosa por excelencia: Ángel Lockward, actual embajador dominicano en Colombia. Equiparable a Montoya en la falta de escrúpulos, no así en el tipo de formación, experiencia y vocación criminal.

Aquí no hay militares tipo Montoya para reciprocar de modo exacto el intercambio de embajadores, pero si personeros civiles capaces de todo, sobre todo de facilitar todo tipo de fechorías con tal de enriquecerse. Y uno de ellos es el señor Lockward.

La ruta de doble vía para la colombianización está ahora alfombrada con buen material delictivo, aunque de diferente calaña. Y no es que en estos momentos Montoya y Lockward, Uribe y Leonel, hayan partido de cero, puesto que desde hace ya algunos años la colaboración en lo peor ha venido creciendo hasta posibilitar el actual viraje cualitativo.

Al paso de los últimos años los cárteles colombianos y dominicanos se han asociado en grande.

La emigración selectiva colombiana a República Dominicana ha sido cuidadosamente inducida y planeada.

El flujo de capitales sucios para ser lavados en territorio dominicano ha crecido extraordinariamente en tiempos recientes, hasta sobrepasar la suma de mil millones de dólares en inversiones.

Abundan los asesores y entrenadores militares y policiales, así como los expertos en para-militarismo y sicariato, hasta conformarse grupos operativos al interior de la Marina de Guerra, la Fuerza Aérea, la DNI, la DNCD y las FFAA en general.

Variados convenios económicos a nivel estatal y privado encubren conspiraciones mayores y redes de espionaje.

Las relaciones entre los presidentes y los jefes militares de ambos países se han tornado casi carnales.

Llegó la moda de las condecoraciones y sobornos a jefes militares dominicanos incluyendo a Secretarios de Estado de las Fuerzas Armadas y Jefes de Estado Mayor, reciprocadas con ?servicios especiales? de la parte dominicana.

La instrumentación del Plan de Seguridad Democrática, los entrenamientos de la Policía Comunitaria, del programa ?Barrio Seguro? y hasta de la AMET, cuentan con asesoría e instructores colombianos. ¡Ni hablar los casos de los Linces, Topos y Swats de la Policía Nacional!

Además, altos oficiales ha servido de puente, creando previamente fuertes vínculos con la alta oficialidad colombiana; entre ellos se han destacado el general Aquino García (ex-secretario de estado de las FFAA y actual director de la Dirección Nacional de Investigaciones (DNI) y el actual jefe de la Policía, Guzmán Fermín, formado por los carabineros de Pinochet.

Ahora se le agrega el contra-almirante Lajara Solá, recientemente condecorado en Colombia, sucesor en la Marina de Guerra del contra-almirante Ventura Bayonet, ducho en vínculos y asociaciones con los cárteles colombianos.

Montoya viene a articular y potenciar todo esto. Pero no solo.

En pro de un ?salto cualitativo? en la criminalidad

Su misión es producir en salto cualitativo en la capacidad de ejercicio del crimen y del terror desde los cuerpos armados del país y del poder establecido, incluido el programa de formación de unidades para-militares con participación de ciertas mafias haitianas.

La experiencia del Estado dominicano en esos menesteres está ya lejana y jamás pudo ser comparable a la de Colombia.

Los crímenes del Estado trujillista y de sus bandas civiles, en cuanto a niveles de crueldad y masividad, fueron en realidad juego de muchachos al compararse con lo que se ha producido en Colombia en la guerra sucia desatada por el Estado de ese país y sus padrinos imperialistas.

Igual la barbarie militar y el bandolerismo de los doce años de Balaguer (1966-1978).

Pero además, esos aspectos de la represión quedaron atrás, como también la eficiencia y compactación militar No han tenido continuidad sistemática.

Las FFAA y la Policía Nacional han sido afectadas por una corrupción desintegradora, por altos grados de indisciplina e ineficiencia. Se han gangsterizado a lo civil, descuidando la ideologización y formación cavernícola.

Su criminalidad es de otro tipo, carecen de mística guerrerista, de intensa formación en la crueldad y el terror sistematizado. Carecen de liderazgo duro y padecen de un relajamiento, de una significativa dispersión política y una gran desmoralización.

Los militares y policía se la buscan por doquier y son usados por los civiles de más poder económico para tareas ajenas a sus instituciones. Pero además no son pocos los que tienen conciencia democrática y se resisten a jugar el papel de verdugos de su pueblo.

Si ayer, en tiempos de Balaguer, por ?motus propio? no pudieron crear organizaciones para-militares fuertes y establecidas, ahora sus capacidades y disposición en ese orden son menores. Ya esos cuerpos ni siquiera cuentan con los cuadros criminales ideologizados tipo Pou Castro, Salvador Lluberes Montás, Enrique Pérez y Pérez, Caonabo Reynoso, Viriato Brito y otros.

Sus asesinos son de otro tipo, menos corporizados, y abundan los que no quieren mancharse de sangre.

De ahí el esfuerzo tutelar del gorilismo colombiano.

Montoya y los suyos están tratando de darle a los cuerpos castreses dominicanos otro tono, otro nivel de eficacia criminal. Tienen entre sus tareas la de ayudar a formar bandas paramilitares, oficiales y unidades de tropas especiales parecidas a las de su país. Están procurando ?calificar? más a los Linces, los Topos, los Swats; fanatizándolos, insensibilizándolos al extremo.

Están trabajando para crear ?cachazas mentales? que posibiliten un ejercicio militar, policial, paramilitar y para-policial con altos niveles de agresividad y crueldad crueldad.

Están enseñando a aterrorizar en mayor escala, incluidas las transferencias ?tecnológicas? correspondientes.

Hay jefes militares y policiales dominicanos comprometidos con esos planes y muy particularmente el actual jefe de la policía, está colaborando intensamente con esos propósitos.

Están adoctrinando para la guerra sucia. Para hacer lo que hacían los militares en El Salvador y Guatemala, y lo que ahora han retomado los golpistas hondureños. Y mucho más, tal y como actúan los genocidas colombianos.

Tienen conciencia de que la ola de cambios progresivos habrá de llegar aquí y a los demás puntos del continente todavía bajo dominio de las derechas, y se preparan para tratar de impedirlos con un fuerte despliegue de fuerza y terror.

En esos planes macabros están metidos empresarios mafiosos, algunos de ellos con fuertes vínculos con grupos y autoridades haitianas, que operan desde Santiago de los Caballeros.

Aquí el plan es preventivo y paulatino, pero con conciencia de la importancia del país en el Caribe, frontera imperial.

Al permitir, al darle luz verde a ese malvado plan, Leonel Fernández está cometiendo un crimen de lesa patria, y en su caso no se puede alegar ignorancia, pues conoce perfectamente de que se trata.

La ubicación del general Mario Montoya aquí en el país no es cualquier cosa y quienes se consideren ser de izquierda, personas de convicciones democráticas, seres humanos defensores de la libertad de expresión y del derecho a vivir, no deben mostrarse pasivos(as) o indiferentes frente a éstas ominosas perspectivas.

¡Hay que salirle al paso con vigor!

¡Hay que detener y derrotar esos planes macabros!

2009-07-29 21:15:13