En la década del 80 y en los años siguientes la política exterior de los Estados Unidos estuvo orientada a intervenir en los conflictos políticos internos de los países de la región latinoamericana, prestando asistencia técnica y militar a los gobiernos que enfrentaban a grupos políticos cuestionadores y beligerantes que propugnaban por cambios en las estructuras del Estado.
Por eso si retomamos la historia vemos, en el pasado, que además de la confrontación político e ideológica con el régimen de Cuba, los Estados Unidos tuvieron una participación a veces mas directa, otras veces menos en los conflictos políticos que se desarrollaron en Nicaragua, después del triunfo de la Revolución Sandinista y también en la lucha que libro el Frente Farabumdo Marti, hoy en el gobierno, en el Salvador por alcanzar el poder por medio de las armas en ese país. Además de incidir en esos conflictos, con anterioridad ya lo había hecho en los acontecimientos políticos ocurridos en Chile y que dieron al traste con el gobierno del presidente Salvador Allende.
En el pasado la influencia en la región latinoamericana estuvo matizada por una participación mas abierta y un uso más directo de la fuerza militar para ejercer dominio en la región. Esa visión en la estrategia de influir en los países de la región ha ido cambiando y producto de esos cambios es que vemos la flexibilidad en la política exterior de Estados Unidos y que ha permitido que muchos países del continente tengan presidentes y gobiernos de ascendencia progresista, tanto en su discurso como en sus actuaciones al frente del Estado.
La forma de ejercer influencia e incidir en los acontecimientos políticos de la región por parte de los Estados Unidos ha ido desplazándose desde una posición de fuerza y confrontación hacia una posición de concertación con los diferentes sectores sociales y políticos que conforman los países de la región porque de esa forma influyen mas en el aspecto ideológico, que en el aspecto militar. La apelación en la actualidad a motivaciones ideológicas y no a la acción militar directa es un tipo de influencia que tiene mayor efectividad para ejercer control e influir entre las principales instituciones y actores políticos de la región.
La efectividad de este tipo de influencia es mayor que el uso de la fuerza puesta en práctica en el pasado porque la misma tiene como radio de acción los sectores sociales, económicos, políticos y culturales de estos países. Este tipo de influencia en la medida que ayuda a modificar hábitos y comportamientos entre los diferentes sectores que conforman la población, en esa misma medida ayuda a disminuir y disuadir las ideas y acciones matizadas por la confrontación a que dan origen el uso de la fuerza para dirimir conflictos políticos internos. Por eso la influencia de Estados Unidos en la región esta enfatizando que el uso de la fuerza para influir y controlar los conflictos sociales y político no es una actitud aconsejable, ni para los grupos internos que dirimen conflictos ni para los propios Estados Unidos al momento de intervenir para ejercer influencia en estos países.
Producto de esta política de no confrontación y de no intervención directa los Estados Unidos han podido lograr influir sin tener que intervenir en los conflictos y luchas que escenifican los pueblos de la región, pero además esta política les ha permitido tener una influencia mayor en los hábitos de consumos y culturales de los ciudadanos de los países del hemisferio.
Cuando Estados Unidos hizo uso de la fuerza para hacer prevalecer sus criterios y puntos de vista políticos en la región, ello dio lugar a que la posición de respeto a la soberanía defendida por Cuba y otros países tuviera mucho auge, simpatías y adherencias, sin embargo la política de no confrontación directa puesta en marcha en los últimos años ha dado origen a que el auge y el apoyo que concito Cuba en el pasado en muchos países de la región hoy no tenga esa misma incidencia.
Ese cambio de la política exterior de los Estados Unidos hacia los países de la región ha dado origen a que muchos gobiernos en la región sean de izquierda, pero ello también ha dado origen a que la incidencia que ejercía Cuba en muchos grupos políticos de izquierdas haya disminuido. Cuba ha permanecido estática en su posición de confrontación de hace 20 años y ese comportamiento ha dado lugar a que el protagonismo anti imperialista que reino en el pasado, en la actualidad ha perdido todo su vigor, ya que los pueblos de la región buscan mayores espacios de libertad y de participación en el ejercicio político, económico y social y ello sólo lo garantiza la apertura, el aumento de la producción y la participación de la gente en ese proceso. Los cambios en la economía y en la política de los países de la región han debilitado el fuerte componente ideológico que caracterizo a la revolución cubana y hoy aunque la población cubana sigue perneada por un gran componente ideológico y militar el mismo se ve disminuido, hacia lo interno, por los deseos de cambios políticos y económicos que albergan todos los pueblos de la región.
Esta realidad de deseos de cambios en los países latinoamericanos debe hacer conscientes a los gobiernos o a los regimenes políticos de que si no son capaces de asimilar los cambios de mentalidad que se van operando en la gente y en los mecanismos de influencia y dominación, para insertarse y readecuarse al proceso de evolución histórica que van registrando las sociedades en sus complejas luchas para hacer frente a los desafíos a que dan origen sus realidades internas, si no se comprende esa realidad pueden cometerse errores que no ayuden al crecimiento del bienestar de la gente y al desarrollo de un sistema político bien orientado.
Cuando se desconoce la voluntad de cambios que desean los pueblos, es lo mismo que desconocer las influencias que traen consigo los nuevos valores ideológicos y culturales que buscan influir y dominar en los países de la región y una actuación similar se traduce en mayores sacrificios para la gente por la incapacidad que se tiene para ver la historia en su evolución natural, por eso si no somos capaces de apreciar la tendencia de la historia en nuestros países, seremos también incapaces de hacer los ajustes ideológicos y económicos que posibilitaran seguir avanzando y creciendo en la construcción del sistema o proyecto de nación que se ha concebido desde el Estado a favor de la gente.
La no confrontación que enarbola la política exterior de los Estados Unidos hacia la región se ha puesto en evidencia con el golpe de Estado en Honduras, donde en vez de apoyar ese tipo de régimen, se ha optado por la solución negociada entre las partes en conflicto, como garantía para que el proceso democrático y las instituciones que lo sustentan continúen su evolución y desarrollo dentro de un clima de estabilidad político y respeto reciproco, que posibilite el crecimiento y entendimiento entre los actores sociales y políticos que conforman la sociedad hondureña.
Evelio Arroyo es Sociólogo, Abogado y Escritor
2009-08-05 14:39:41