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El día que falleció Federico García-Godoy

Por Héctor Tineo Nolasco

Diariodominicano.com

SANTO DOMINGO, el 12 de febrero de 1924, falleció  en su residencia de La Vega, el periodista y escritor Federico García-Godoy.  Había nacido el 25 de Diciembre de 1857,  en Santiago de Cuba,  hijo  de Federico García  Copley,  y Josefa Godoy.

    Durante más de 40 años publicó sus trabajos en publicaciones dominicanas y extranjeras. Sus primeros artículos se reseñaron en el periódico “El Porvenir”,  a partir de  1882 hasta el año 1924 cuando se produjo su muerte. Fue  un estudioso de la literatura Hispanoamericana. Parte de sus obras son  “Perfiles y Relieves”, 1907, “La hora que pasa”, 1910, “Páginas Efímeras”, 1912, y “Americanismo literario”, Madrid, 1918.

    Muchos de sus artículos y otras creaciones se perdieron en las publicaciones que los difundieron.

 En sus obras expone episodios de la vida dominicana. En “Rufinito”, el primer ensayo de historia, Federico García-Godoy describe el ambiente social de la ciudad de La Vega durante el siglo XIX.

    En “Alma dominicana” trata una intriga imaginaria en el período de la Anexión de la República a España, y En “Guanuma”, describe hechos de la Restauración de la República, como la Sabana del Vigía, y narra la crisis en la que el fracaso de la Anexión precipitó la conciencia del general Pedro Santana.

De su vida

En una antología  de sus  aportes, en la serie  “Obras Escogidas”,  a cargo del  doctor  Manuel García Cartagena,  la Fundación Corripio anota que se   destacó como crítico literario, novelista y ensayista. Resalta que  aunque estudió lenguas extranjeras en el colegio San Luis Gonzaga de la ciudad de Santo Domingo, su padre, profesor y notable hombre de letras, fue su verdadero maestro, hasta lograr que su hijo sobresaliera en su época dentro y fuera del país.

“Vivió algún tiempo en Puerto Plata, donde se estableció temporalmente su familia, pero luego se trasladaron a Santiago, y, finalmente, a La Vega, donde pasó la mayor parte de su vida. 

En la ciudad de los «dones» como llama Juan Bosch a la clase social vegana más representativa, Federico García Godoy desarrolló una intensa labor literaria y cívica, lo cual le granjeó gran respeto y estimación en su colectividad.

“Fue un hombre de variada y amplia cultura literaria. Desde su retiro en La Vega logró reunir una apreciable colección de obras de autores dominicanos e hispanoamericanos, lamentablemente desaparecida por un incendio que afectó su biblioteca y por el paso del tiempo. Ejerció el magisterio, pero en realidad fue un escritor a tiempo completo”.

Refiere que la lectura de sus escritos y sus correspondencias  con escritores nacionales como Pedro Henríquez Ureña y su hermano Max, así como con extranjeros del nivel del venezolano Rufino Blanco Fombona, el peruano Francisco García Calderón y del uruguayo José Enrique Rodó,  muestra a un intelectual preocupado por el avance de la cultura hispanoamericana y por la exaltación de sus valores representativos, al tiempo que exhibe un amplio dominio de las distintas corrientes literarias que incidían de manera preponderante en el ámbito hispanoamericano.

“Con la excepción de sus novelas históricas, Rufinito, Guanuma y Alma dominicana, cuyo modelo es, indefectiblemente, Benito Pérez Galdós, en sus ensayos de crítica literaria y en sus artículos periodísticos existe un denominador común: divulgar en un lenguaje sencillo y transparente, los logros más señalados de la actividad literaria local e internacional.

Su fin era, ante todo, educar a través de la palabra escrita, lo que era una preocupación de muchos intelectuales de su época: Federico y Francisco Henríquez y Carvajal, Salomé Ureña, Eugenio María de Hostos, Manuel de Jesús de Peña y Reynoso, entre otros. Todos eran maestros al servicio del bien común”.

En el ejercicio del periodismo  fue redactor de El Pueblo (1896-1899) y director del diario El Día (1914-1916). Así como  un  colaborador de las principales publicaciones periodísticas de la época, como  Listín Diario, La Cuna de América, El Porvenir de Puerto Plata, Patria, y  Letras.

Su participación en la vida pública fue escasa. Fue diputado al Congreso Nacional por  La Vega. Y promotor de varias organizaciones nacionales festivas y culturales como Patria (1906).  “Su autorizada voz se dejó oír en momentos decisivos para la vida institucional de la República; tal como sucedió durante la intervención militar estadounidense  de 1916. En ese tiempo escribió su obra “El derrumbe, la que no agradó a los interventores y fue incinerada, salvándose a duras penas unos cuantos ejemplares, lo cual ha permitido su reedición, a cargo de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, con prólogo de Juan Bosch”.

Por la naturaleza de su obra, a García Godoy se le ha catalogado como el «fundador del nacionalismo literario dominicano». Por los temas que aborda en ella se lo considera como uno  los críticos mejor dotados que produjo la literatura hispanoamericana en las postrimerías del siglo XIX y las primeras décadas del XX. La calidad de su producción está avalada por el dominio de los imperativos de la crítica literaria moderna, sin encasillarse en valoraciones dogmáticas, pero sí centrada en un eclecticismo que le permite una versátil visión estética sin caer en prejuicios excluyentes.

La Fundación Corripio,  destaca que  su rico dominio de la lengua es una prueba inequívoca de que abrevó en las mejores fuentes. En su ánfora caben, sin prejuicios, Hippolyte Taine, Honoré de Balzac, Anatole France, Charles Augin Sainte-Beuve, Víctor Hugo; pero tampoco faltan  los autores de lengua española, entre los que figuran  Galdós y  Castelar.

“Puso mayor énfasis en autores hispanoamericanos y con muchos de ellos mantuvo una valiosa relación epistolar. Aparecen en su registro autores de Cuba, Perú, Argentina, Venezuela, Colombia. Pedro Henríquez Ureña lo distinguió con agudos comentarios acerca de los suyos. Sirva de ejemplo la carta titulada «Literatura histórica», enviada a García Godoy desde México en 1909, con motivo de la publicación de Rufinito, obra que, según le expresa, leyó con «placer, tanto por la elegante firmeza de su estilo como por la clara viveza con que acierta usted a evocar el más señalado período de la historia dominicana.»

Refiere  que García Godoy escribió un extenso comentario acerca de las Conferencias del Ateneo de la Juventud de México, donde el humanista dominicano era una de sus cabezas más visibles.

A pesar de su intensa labor como crítico de gran sensibilidad estética y certero juicio, en 1899, en el prólogo de Impresiones, el autor de Rufinito resume con absoluta transparencia su concepción estética:

«En materias artísticas, como en todo, detestó lo exagerado y rutinario, y así,  como distó de ser partidario del estéril
dogmatismo que tiende a convertir la crítica en mero ejercicio retórico, tampoco me siento atraído «sin dejar no obstante de reconocer lo mucho digno de lo que contiene el modernismo-,  por el aparente éxito de ciertos procedimientos antiestéticos que algunos snobs estrafalarios proclaman
a los cuatro vientos como fórmulas definitivas destinadas a
operar una transformación salvadora en todo cuanto con el
Arte se relaciona».

La Fundación indica que  dos tomos que contiene la selección de la Biblioteca de Clásicos Dominicanos recogen una muestra de la excelente producción literaria de Federico García Godoy, maestro del buen decir y ciudadano de una estirpe en franca decadencia en nuestro país.

Explica que el  estudio preliminar de la selección estuvo a cargo del doctor  Manuel García Cartagena, quien  ofrece un amplio panorama de la emblemática personalidad de don Federico García Godoy, cuya «labor como crítico de amplia cultura literaria y filosófica le ha dado renombre en toda la América española; pero como escritor quizás haya que buscar sus mejores páginas en sus novelas dominicanas, escritas en prosa fácil y abundante e inspiradas en un nacionalismo literario que fue para Rodó bandera de americanismo».

“Federico García Godoy vive en sus libros y entre quienes lo recuerdan con fervorosa admiración”, resalta la fundación.

   Federico García-Godoy, nació en Santiago de Cuba, el 25 de diciembre de 1857. De joven se estableció en La Vega, donde formó su familia.