Por Héctor Tineo Nolasco
diariodominicano.com
SANTO DOMINGO, el 8 de diciembre de 1865, Buenaventura Báez fue juramentado otra vez presidente de la República. En el acto el Presidente del Congreso Nacional, el sacerdote Fernando Arturo Meriño, le advirtió que debía servir al país y enfrentar los males que afectan a la República Dominicana.
De Meriño, dijo al nuevo Jefe del Estado que “La moralidad es la base inalterable del bien público y sin ella la prosperidad de la Nación es una quimera. En el acto fue que el presidente del Congreso Nacional, advirtió valiéndose de la expresión de un orador americano:
“Tan fácil es pasar del destierro al solio, como del solio a la barra del senado”.
Báez retomó el poder tras uno de sus seguidores, el General Pedro Guillermo, encabezar un movimiento que derrocó al Gobierno del General José María Cabral, a quien obligó a renunciar el 15 de noviembre de 1865.
De inmediato, el General Pedro Guillermo asumió el Gobierno en espera de que regresara del exilio el ex Presidente Buenaventura Báez, quien se encontraba en Curazao.
José María Cabral había sido juramentado como Presidente de la República, luego de que con el apoyo del sur derrocó en agosto de 1865 al Gobierno del Presidente Antonio Pimentel.
Al poco tiempo, estalló el movimiento conspirativo en la región Este dirigido por el General Pedro Guillermo. Exigía que José María Cabral renunciara para que tomara el poder el ex presidente Báez.
El 15 de noviembre las tropas del general Pedro Guillermo rodearon la ciudad de Santo Domingo y en esa circunstancia se produjo la renuncia del Presidente José María Cabral.
Para posibilitar la entrega del Gobierno a Báez, la Constitución de la República fue modificada y tomó posesión el día 8 de diciembre de 1865. El Congreso, a petición de Báez, aprobó que se repusiera en vigencia la Constitución de diciembre de 1854, la cual otorgaba amplios poderes al jefe del Estado dominicano.
La nueva gestión del Presidente Buenaventura Báez estuvo matizada por una situación de inestabilidad. El mismo día de su toma de posesión representantes del comercio y productores de tabaco, en Puerto Plata encabezaron un movimiento armado que tenía como objetivo impedir que Báez tomara el poder.
Como líder del movimiento antibaecista emergió el general Gregorio Luperón, líder restaurador, quien no detuvo la lucha hasta que logró que el Presidente Báez renunciara al cargo el 28 de mayo de 1866.
Los restauradores del Cibao acusaban a Báez de haberlo traicionado, porque mientras ellos luchaban por la Restauración de la República, el “señor Buenaventura Báez se convirtió en un mariscal de campo del Ejército Español del Gobierno de la Anexión”.
La advertencia
De Meriño, advirtió en el acto de juramentación del Presidente Buenaventura Báez, valiéndose de la expresión de un orador americano:
“Tan fácil es pasar del destierro al solio, como del solio a la barra del senado”.
Dijo que con el acto de juramentación la Nación quiso que “de hoy en adelante es la ley la que tendrá el supremo dominio, y desde el más encumbrado ciudadano hasta el último, todos estarán sometidos a su imperio”.
Llamó la atención del Presidente Buenaventura Báez que gobernar un país, “es servir sus intereses con rectitud y fidelidad; hacer que la ley impere igualmente sobre todos los ciudadanos, no disimulando jamás la impunidad del crimen, ni consintiendo el ultraje de la virtud, infundir un respeto profundo a la propiedad, afianzando el amor al trabajo con todas las garantías posibles; favorecer la difusión de las ciencias para que el pueblo se ilustre, y conociendo sus deberes y derechos, no dé cabida a las perniciosas influencias de los enemigos del orden y la prosperidad…”.
De Meriño, también lanzó fuertes críticas a los tránsfugas de la política. Sostuvo que sólo aspiran a medrar, estimulados por una sed hipócrita de innoble ambición y sostuvo que sólo el interés de servir a la patria podía levantarla del estado de postración en que se encontraba el día 8 de diciembre cuando tomó posesión el presidente Buenaventura Báez.
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