Cultura, Portada

Hostos, Gran Señor Antillano Y II

Por Teófilo Lappot Robles

La integración de las Antillas fue una preocupación constante de Eugenio María de Hostos. Era un mecanismo para evitar que el coloso de Norteamérica impusiera su dominio en las tierras insulares del Caribe.

Oportuno es decir, en honor a la verdad, que fue el gran héroe restaurador dominicano Gregorio Luperón el pionero en plantear la necesidad de la unión de los pueblos isleños situados en esta parte de América. Esa unión debería basarse en criterios comunes en materia política y de defensa.

En ese noble propósito secundaron a Luperón el dominicano Máximo Gómez, el propio Hostos y otro ilustre puertoriqueño, Ramón Emeterio Betances (el del Grito de Lares); el haitiano Fabre Geffrard y los cubanos José Martí y Antonio Maceo, en otros.

Hostos fue, para la sociedad dominicana, una especie de surtidor que emanaba el agua cristalina de sus saberes en diferentes direcciones.

Prueba al canto de lo anterior: El 28 de septiembre de 1884, en la investidura de los primeros maestros salidos de esa fértil cantera que fue la Escuela Normal, de la que era director, él pronunció un discurso de 14 páginas que adquirió trascendencia continental.

Al leer ese discurso uno comprueba que es una verdadera pieza maestra de la filosofía. Su contenido ha sido referente para entender muchas de las cosas que han ocurrido en estos pagos caribeños, antes y después del referido día. Entre otras cosas Hostos dijo entonces:

“Era indispensable formar un ejército de maestros que, en toda la República, militara contra la ignorancia, contra la superstición, contra el cretinismo, contra la barbarie…”1 

Otro ejemplo del impacto de Hostos en la vida pública del país ocurrió el 17 de abril de 1887, cuando pronunció el discurso central con motivo de la primera graduación de maestras en el instituto educativo fundado por Salomé Ureña de Henríquez.

En esa ocasión les dijo a las 6 jóvenes graduandas (Luisa Ozema Pellerano, Catalina Pou, Leonor María Feltz, Mercedes  Laura Aguiar, Ana Josefa Puello y Altagracia Henríquez Perdomo) que ellas eran las primeras mujeres dominicanas que le reclamaban a “…la sociedad el derecho de serle útil fuera del hogar, y venís preparadas por esfuerzos de la razón hacia lo verdadero, por esfuerzos de la sensibilidad hacia lo bello, por esfuerzos de la voluntad hacia lo bueno, por esfuerzos de la conciencia hacia lo justo.”2 

Textos de la categoría de los dos anteriores impulsaron a Mariano Lebrón Saviñón, luego de un pormenorizado análisis de los aportes de la escuela normalista a la sociedad dominicana, a decir que la educación alcanza grados de primera magnitud con la llegada al país del gran americano, nacido en Puerto Rico, Eugenio María de Hostos…”3 

Como se sabe, Hostos fue víctima de acoso político, religioso e ideológico. Sus orientaciones docentes fueron combatidas de muy mala manera por políticos, religiosos e intelectuales que no aceptaban esa especie de muy adelantado “aggiornamento (renovación y modernización) que él introdujo en la educación dominicana. Aún muchos años después de su muerte Trujillo, Balaguer, y un largo etc. de paniaguados de ellos, fueron persecutores de su hazaña educativa a favor del pueblo dominicano.

Democracia y Libertad

El señor Hostos dejó constancia escrita de su opinión sobre la democracia y la libertad. Dos de los conceptos fundamentales en que descansa cualquier pueblo libre.

El insigne maestro repetía a todo el que quisiera escucharlo que “la política sin moral es indignidad.” Esa especie de jaculatoria hostosiana llevó al historiador higüeyano Vetilio Alfau Durán a calificarlo como: “Hostos, el político moralista.”4 

Cuando la tiranía de Ulises Heureaux comenzaba a afianzarse, con sus colmillos ensangrentados, en un régimen pleno de barbarie, él decidió enfrentarla con todas las consecuencias que fueran necesarias.

Para Hostos era imposible aceptar el dogal que alias Lilís tenía puesto sobre el pueblo dominicano.

Las fuertes contradicciones entre ambos provocaron una exasperante e intensa labor de hostigamiento desde el poder. El sátrapa sostenía, en clara alusión a la labor educativa de Hostos, que era un peligro que se quisiera “hacer trepar a cimas” a la que él consideraba “una sociedad infante.”

En esa ocasión (1888) Hostos tuvo que salir forzosamente del país. Se fue a Chile, donde también desarrolló una fecunda labor en el campo del humanismo. 

Quedarse en la República Dominicana, en medio de la maledicencia de sus enemigos y con la tenaza de una mente criminosa que tenía bajo su control los resortes del poder, ponía en grave riesgo su vida. Lilís sabía que Hostos sería un muerto muy pesado, por eso no dispuso de él a la primera del cambio.

La situación llegó a tener tal nivel de encono que el férreo mandatario le dirigió una comunicación al ministro de Relaciones Exteriores, Manuel María Gautier, en la cual le decía, con una enorme carga de cinismo: “Celebro como es debido la salida del Doctor Hostos del país.”5 

Esa frase de extraño contenido me lleva a creer que el tirano, abatido el 26 de julio de 1899 en la ciudad de Moca, podía haber pensado al escribirla en el famoso cuervo inmortalizado 43 años antes, en un poema narrativo, por el escritor estadounidense Edgar Allan Poe, con su “nunca más” y su concepto dual de olvidar y al mismo tiempo recordar. Tal vez. 

Hostos, en su obra La Moral Social, profundizó en su creencia de que la verdad basada en la ciencia y la razón, en conjunción con la ética, era el más eficaz medio para procurar el bienestar colectivo como fuente de la dignidad humana.

                                                       Hostos-Bosch

Una de las más completas biografías de ese singular personaje antillano la escribió Juan Bosch. La tituló de manera sugestiva Hostos, el sembrador. El escritor, maestro y político dominicano logró rescatar del olvido diferentes senos de ese insondable océano de cosas positivas que fue la vida del señor Hostos. 

El referido biógrafo describe sin residuos la siembra y cosecha de la semilla  educativa, con base lógica, racional y objetiva que Hostos hizo en el país, y en otros lugares de América Latina. Fue un logro que se proyectó hacia el futuro gracias a sus amplios conocimientos y a la reciedumbre de un carácter cincelado con lo mejor de la naturaleza humana.

Ningún estudio serio de sociología versado sobre las clases sociales, la cultura y el ejercicio de la administración pública del país puede ignorar los significativos aportes que en esos temas hizo el señor Hostos. 

Por eso  Bosch, en su obra Composición Social Dominicana, al referirse a todos los elementos convergentes en el proceso que dio origen a la sociedad dominicana, basado en una investigación extensiva hasta el año1961, señala que Hostos:

“…llevó a cabo una formidable labor educativa al fundar el 14 de febrero de 1880 la primera Escuela Normal de la República Dominicana. Esa institución hizo sentir su influencia en el proceso cultural y político del país.”6 

Hostos-Bonó

El prócer cívico y pensador dominicano Pedro Francisco Bonó, en carta del 15 de junio de 1884, luego de hacer un largo recuento de las vicisitudes sufridas por el pueblo dominicano, invitó al tenaz antillanista Eugenio María de Hostos “a luchar contra los imbéciles.”7 

El patriota Bonó, quien como sociólogo fue pionero en el país en los estudios vinculados con todas las manifestaciones humanas y las circunstancias que las determinan, alentaba a Hostos para que desde su rectitud moral, y desde su atalaya de grandes conocimientos siguiera luchando en favor de los mejores intereses del pueblo dominicano.

Valga la digresión para decir que para ambos personajes, (Hostos y Bonó) quienes privilegiaban el sentido racional de las cosas y priorizaban la búsqueda de la verdad desde la objetividad de la investigación, no era ajeno el pensamiento del ilustrado San Ambrosio, el famoso teólogo de Tréveris afincado como obispo en Milán, quien sostenía que “toda verdad dicha por quien sea es del Espíritu Santo.”

La lectura de algunos de los textos de Hostos y de Bonó permite decir que ellos tenían una conjunción de pensamiento que desembocaba en la lucha por establecer niveles de equidad entre los dominicanos. Ambos, por separado, explicaron con diafanidad los principales escollos que tenían los pobres para vivir con dignidad. Específicamente Hostos denunció los problemas que tenía la producción agrícola criolla, planteando soluciones para enfrentar los males que denunciaba.8 

Hostos-Meriño

La presencia de Hostos en el país constituía un incordio para los planes del Arzobispo Meriño, quien también fue presidente de la República y era uno de los principales exponentes de la arcaica enseñanza de la escuela dominicana. 

El referido prelado y político rechazó, en consecuencia, los novedosos planteamientos del ilustre maestro puertorriqueño.

En una circular del 15 de abril de 1901 criticó con dureza a Hostos y a sus alumnos (a estos los tildó en varias ocasiones de ser “extraños fabricadores de conciencias”).Alegó que actuaban con impiedad y que pretendían eliminar el sentimiento religioso del pueblo, lo cual era una falsedad de tomo y lomo. 

Meriño, con su conocida fraseología, señaló con mala leche que lo que querían Hostos y sus seguidores era un “funesto desenfreno para atropellar todo orden, todo respeto y hundir la sociedad en un abismo de males.”9 

Fue más lejos el mencionado mitrado nacido en el paraje Antoncí, de Yamasá, cuando en carta del 15 de marzo del 1900 tildaba de sofistas a los partidarios de la doctrina educativa de Hostos: “…Salimos de un tiranuelo y caímos en brazos de los sofistas…”10 

Extrañamente, sin embargo, Meriño acogió en una ocasión a Hostos como docente en el Instituto Profesional, un centro de altos estudios que él presidía. 

Hostos-Billini

En su calidad de rector del Colegio San Luis Gonzaga el inefable por difuso sacerdote Francisco Javier Billini lanzó una campaña de diatribas contra Hostos, propiciando actos de repudio en su contra bajo el alegato de que buscaba implantar una escuela sin Dios y de que azuzaba entre sus alumnos la división de la sociedad dominicana, lo cual era una mendacidad más grande que una catedral. 

Hostos lo que negaba era la inducción especulativa y sin fundamentos en la formación escolar de niños y jóvenes. Rechazaba, por obsoleta y negadora de valores, la escuela empírica que predominaba aquí desde la oscura y larga etapa colonial.

Contrario a Billini, Hostos entendía que una simbiosis de la investigación y la práctica era la herramienta clave para lograr una educación esmerada, dejando atrás atavismos y taras que mantenían estancado al pueblo dominicano.

El cura Billini, en quien la cerrazón hacía parte de su existencia, fue un empedernido cascarrabias que lanzó todo el vitriolo que desprendía su ser contra el ilustrado señor Eugenio María de Hostos.

Contrario a la imagen falsa que todavía algunos pocos transmiten del anexionista Billini, lo cierto es que era un mar de arbitrariedad, caracterizándose por ser rencoroso, envidioso, traidor, taimado, codicioso de poder dentro de la curia dominicana y cargado de contradicciones insalvables.

 De haber sido todo lo anterior, y cosas peores, se encargó de demostrarlo nada más y nada menos que el actual director del archivo de la Catedral Primada de América, el esmerado sacerdote jesuita y laborioso historiador José Luis Sáez Ramo. 

El sabio maestro puertorriqueño, (quien nunca llegó a conocer la malicia y la capacidad de simulación que se anidaban como víboras en el alma de Billini) dejando de lado los muchos agravios que sufrió de su parte, cuando éste murió, el 28 de noviembre de 1898, escribió desde Chile una comunicación abierta a sus alumnos dominicanos con un mensaje a la altura de su espíritu elevado.

En efecto, así se expresó Hostos con rasgos de excesiva nobleza: “…he sentido su muerte como ausencia de uno con quien se podía contar para buenas cosas…siento por la tierra dominicana que haya muerto uno de sus mejores hijos…”11 

                                           Tres periódicos

El insigne antillano Eugenio María de Hostos fundó varios periódicos en la República Dominicana. Entre ellos el llamado Las dos Antillas, cuyo objetivo era alentar la independencia de Cuba y de Puerto Rico y buscar la unida

d de los pueblos antillanos.  

El entonces presidente dominicano Ignacio María González Santín (1874-1876) fue sometido a un acoso terrible por los gobernantes colonialistas españoles que desde Cuba exigían que se le cerraran en el país los caminos de lucha que mantenía abiertos el señor Hostos.

Ese medio de difusión fue suspendido al poco tiempo de surgir. Se impuso la aludida presión de los españoles que sacaban jugosos beneficios económico en la isla mayor de las Antillas, y también en Puerto Rico, la hermosa isla situada en el oriente caribeño.

Hostos no se arredró ante ese percance. Decidió  editar otro periódico, al que tituló Las Tres Antillas, el cual también sufrió muchos obstáculos y pronto tuvo que dejar de circular.

Esa segunda caída no mermó la admirable perseverancia del señor Hostos, quien sacó a la luz pública  un tercer medio de comunicación con la misma tendencia de integración antillana que tuvieron los dos anteriores. A ese lo bautizó con el nombre de Los Antillanos.12 

Asfixia moral

Como indiqué en la entrega anterior, Hostos murió en Santo Domingo el 11 de agosto del 1903. En su acta de defunción no consta lo que luego escribió el historiador Rodríguez Demorizi: Que estaba sano de cuerpo y que falleció de “asfixia moral”, por las incomprensiones y especialmente por las revueltas escenificadas en diversos lugares del país en los años 1902 y 1903.

Muchas obras se han escrito sobre Eugenio María de Hostos, pero tal vez una de las más significativas fue la publicada en el 1904 por sus alumnos, titulada “Eugenio M. de Hostos: Ofrendas a su memoria”, en ella condensan una miríada de opiniones muy merecidas sobre él, con un amplio recuento de su extraordinario itinerario vital.13 

Bibliografía:  

1-Discurso en la investidura de los primeros maestros normales.28 de septiembre de 1884. Santo Domingo, R.D., Eugenio María de Hostos.

2- Páginas Dominicanas. Eugenio Maria de Hostos. Editorial Librería Dominicana, 1964.P214. Recopilador Emilio Rodríguez Demorizi.

3- Historia de la cultura dominicana. Impresora Amigo del Hogar, 2016.P23.Mariano Lebrón Saviñón.

4- Vetilio Alfau Durán en Anales. Escritos y documentos.Editora Corripio, 1977.P196.

5-  Carta de Lilís a M.M. Gautier, febrero 1888.

6-Composición Social Dominicana. Editora Alfa y Omega,1984.P343. Juan Bosch.

7-Papeles de Pedro F. Bonó.P13.Editora del Caribe, 1964.  

8-Periódico La Industria, junio 1882.Texto en Obras Completas. Eugenio María de Hostos.

9- Circular.15-abril- 1901. Fernando Arturo de Meriño.

10- Carta de Meriño a Bonó.15 de marzo de 1900.

11-Obras Completas. Eugenio María de Hostos.Editorial Cultural de La Habana, 1939.Digitalizadas en el 2019 por el Centro Hostosiano del Ateneo Puertorriqueño.

12- Hostos en Santo Domingo.Volumen II. Segunda edición, SDB.2004. Compilador Emilio Rodríguez Demorizi. 

13-Eugenio M. de Hostos: ofrendas a su memoria. Edición facsimilar. Reeditado por Sociedad Histórica de Puerto Rico, 1996.                              

Hostos, Gran Señor Antillano Y II

Por Teófilo Lappot Robles

La integración de las Antillas fue una preocupación constante de Eugenio María de Hostos. Era un mecanismo para evitar que el coloso de Norteamérica impusiera su dominio en las tierras insulares del Caribe.

Oportuno es decir, en honor a la verdad, que fue el gran héroe restaurador dominicano Gregorio Luperón el pionero en plantear la necesidad de la unión de los pueblos isleños situados en esta parte de América. Esa unión debería basarse en criterios comunes en materia política y de defensa.

En ese noble propósito secundaron a Luperón el dominicano Máximo Gómez, el propio Hostos y otro ilustre puertoriqueño, Ramón Emeterio Betances (el del Grito de Lares); el haitiano Fabre Geffrard y los cubanos José Martí y Antonio Maceo, en otros.

Hostos fue, para la sociedad dominicana, una especie de surtidor que emanaba el agua cristalina de sus saberes en diferentes direcciones.

Prueba al canto de lo anterior: El 28 de septiembre de 1884, en la investidura de los primeros maestros salidos de esa fértil cantera que fue la Escuela Normal, de la que era director, él pronunció un discurso de 14 páginas que adquirió trascendencia continental.

Al leer ese discurso uno comprueba que es una verdadera pieza maestra de la filosofía. Su contenido ha sido referente para entender muchas de las cosas que han ocurrido en estos pagos caribeños, antes y después del referido día. Entre otras cosas Hostos dijo entonces:

“Era indispensable formar un ejército de maestros que, en toda la República, militara contra la ignorancia, contra la superstición, contra el cretinismo, contra la barbarie…”1 

Otro ejemplo del impacto de Hostos en la vida pública del país ocurrió el 17 de abril de 1887, cuando pronunció el discurso central con motivo de la primera graduación de maestras en el instituto educativo fundado por Salomé Ureña de Henríquez.

En esa ocasión les dijo a las 6 jóvenes graduandas (Luisa Ozema Pellerano, Catalina Pou, Leonor María Feltz, Mercedes  Laura Aguiar, Ana Josefa Puello y Altagracia Henríquez Perdomo) que ellas eran las primeras mujeres dominicanas que le reclamaban a “…la sociedad el derecho de serle útil fuera del hogar, y venís preparadas por esfuerzos de la razón hacia lo verdadero, por esfuerzos de la sensibilidad hacia lo bello, por esfuerzos de la voluntad hacia lo bueno, por esfuerzos de la conciencia hacia lo justo.”2 

Textos de la categoría de los dos anteriores impulsaron a Mariano Lebrón Saviñón, luego de un pormenorizado análisis de los aportes de la escuela normalista a la sociedad dominicana, a decir que la educación alcanza grados de primera magnitud con la llegada al país del gran americano, nacido en Puerto Rico, Eugenio María de Hostos…”3 

Como se sabe, Hostos fue víctima de acoso político, religioso e ideológico. Sus orientaciones docentes fueron combatidas de muy mala manera por políticos, religiosos e intelectuales que no aceptaban esa especie de muy adelantado “aggiornamento (renovación y modernización) que él introdujo en la educación dominicana. Aún muchos años después de su muerte Trujillo, Balaguer, y un largo etc. de paniaguados de ellos, fueron persecutores de su hazaña educativa a favor del pueblo dominicano.

Democracia y Libertad

El señor Hostos dejó constancia escrita de su opinión sobre la democracia y la libertad. Dos de los conceptos fundamentales en que descansa cualquier pueblo libre.

El insigne maestro repetía a todo el que quisiera escucharlo que “la política sin moral es indignidad.” Esa especie de jaculatoria hostosiana llevó al historiador higüeyano Vetilio Alfau Durán a calificarlo como: “Hostos, el político moralista.”4 

Cuando la tiranía de Ulises Heureaux comenzaba a afianzarse, con sus colmillos ensangrentados, en un régimen pleno de barbarie, él decidió enfrentarla con todas las consecuencias que fueran necesarias.

Para Hostos era imposible aceptar el dogal que alias Lilís tenía puesto sobre el pueblo dominicano.

Las fuertes contradicciones entre ambos provocaron una exasperante e intensa labor de hostigamiento desde el poder. El sátrapa sostenía, en clara alusión a la labor educativa de Hostos, que era un peligro que se quisiera “hacer trepar a cimas” a la que él consideraba “una sociedad infante.”

En esa ocasión (1888) Hostos tuvo que salir forzosamente del país. Se fue a Chile, donde también desarrolló una fecunda labor en el campo del humanismo. 

Quedarse en la República Dominicana, en medio de la maledicencia de sus enemigos y con la tenaza de una mente criminosa que tenía bajo su control los resortes del poder, ponía en grave riesgo su vida. Lilís sabía que Hostos sería un muerto muy pesado, por eso no dispuso de él a la primera del cambio.

La situación llegó a tener tal nivel de encono que el férreo mandatario le dirigió una comunicación al ministro de Relaciones Exteriores, Manuel María Gautier, en la cual le decía, con una enorme carga de cinismo: “Celebro como es debido la salida del Doctor Hostos del país.”5 

Esa frase de extraño contenido me lleva a creer que el tirano, abatido el 26 de julio de 1899 en la ciudad de Moca, podía haber pensado al escribirla en el famoso cuervo inmortalizado 43 años antes, en un poema narrativo, por el escritor estadounidense Edgar Allan Poe, con su “nunca más” y su concepto dual de olvidar y al mismo tiempo recordar. Tal vez. 

Hostos, en su obra La Moral Social, profundizó en su creencia de que la verdad basada en la ciencia y la razón, en conjunción con la ética, era el más eficaz medio para procurar el bienestar colectivo como fuente de la dignidad humana.

                                                       Hostos-Bosch

Una de las más completas biografías de ese singular personaje antillano la escribió Juan Bosch. La tituló de manera sugestiva Hostos, el sembrador. El escritor, maestro y político dominicano logró rescatar del olvido diferentes senos de ese insondable océano de cosas positivas que fue la vida del señor Hostos. 

El referido biógrafo describe sin residuos la siembra y cosecha de la semilla  educativa, con base lógica, racional y objetiva que Hostos hizo en el país, y en otros lugares de América Latina. Fue un logro que se proyectó hacia el futuro gracias a sus amplios conocimientos y a la reciedumbre de un carácter cincelado con lo mejor de la naturaleza humana.

Ningún estudio serio de sociología versado sobre las clases sociales, la cultura y el ejercicio de la administración pública del país puede ignorar los significativos aportes que en esos temas hizo el señor Hostos. 

Por eso  Bosch, en su obra Composición Social Dominicana, al referirse a todos los elementos convergentes en el proceso que dio origen a la sociedad dominicana, basado en una investigación extensiva hasta el año1961, señala que Hostos:

“…llevó a cabo una formidable labor educativa al fundar el 14 de febrero de 1880 la primera Escuela Normal de la República Dominicana. Esa institución hizo sentir su influencia en el proceso cultural y político del país.”6 

Hostos-Bonó

El prócer cívico y pensador dominicano Pedro Francisco Bonó, en carta del 15 de junio de 1884, luego de hacer un largo recuento de las vicisitudes sufridas por el pueblo dominicano, invitó al tenaz antillanista Eugenio María de Hostos “a luchar contra los imbéciles.”7 

El patriota Bonó, quien como sociólogo fue pionero en el país en los estudios vinculados con todas las manifestaciones humanas y las circunstancias que las determinan, alentaba a Hostos para que desde su rectitud moral, y desde su atalaya de grandes conocimientos siguiera luchando en favor de los mejores intereses del

Valga la digresión para decir que para ambos personajes, (Hostos y Bonó) quienes privilegiaban el sentido racional de las cosas y priorizaban la búsqueda de la verdad desde la objetividad de la investigación, no era ajeno el pensamiento del ilustrado San Ambrosio, el famoso teólogo de Tréveris afincado como obispo en Milán, quien sostenía que “toda verdad dicha por quien sea es del Espíritu Santo.”

La lectura de algunos de los textos de Hostos y de Bonó permite decir que ellos tenían una conjunción de pensamiento que desembocaba en la lucha por establecer niveles de equidad entre los dominicanos. Ambos, por separado, explicaron con diafanidad los principales escollos que tenían los pobres para vivir con dignidad. Específicamente Hostos denunció los problemas que tenía la producción agrícola criolla, planteando soluciones para enfrentar los males que denunciaba.8 

Hostos-Meriño

La presencia de Hostos en el país constituía un incordio para los planes del Arzobispo Meriño, quien también fue presidente de la República y era uno de los principales exponentes de la arcaica enseñanza de la escuela dominicana. 

El referido prelado y político rechazó, en consecuencia, los novedosos planteamientos del ilustre maestro puertorriqueño.

En una circular del 15 de abril de 1901 criticó con dureza a Hostos y a sus alumnos (a estos los tildó en varias ocasiones de ser “extraños fabricadores de conciencias”).Alegó que actuaban con impiedad y que pretendían eliminar el sentimiento religioso del pueblo, lo cual era una falsedad de tomo y lomo. 

Meriño, con su conocida fraseología, señaló con mala leche que lo que querían Hostos y sus seguidores era un “funesto desenfreno para atropellar todo orden, todo respeto y hundir la sociedad en un abismo de males.”9 

Fue más lejos el mencionado mitrado nacido en el paraje Antoncí, de Yamasá, cuando en carta del 15 de marzo del 1900 tildaba de sofistas a los partidarios de la doctrina educativa de Hostos: “…Salimos de un tiranuelo y caímos en brazos de los sofistas…”10 

Extrañamente, sin embargo, Meriño acogió en una ocasión a Hostos como docente en el Instituto Profesional, un centro de altos estudios que él presidía. 

Hostos-Billini

En su calidad de rector del Colegio San Luis Gonzaga el inefable por difuso sacerdote Francisco Javier Billini lanzó una campaña de diatribas contra Hostos, propiciando actos de repudio en su contra bajo el alegato de que buscaba implantar una escuela sin Dios y de que azuzaba entre sus alumnos la división de la sociedad dominicana, lo cual era una mendacidad más grande que una catedral. 

Hostos lo que negaba era la inducción especulativa y sin fundamentos en la formación escolar de niños y jóvenes. Rechazaba, por obsoleta y negadora de valores, la escuela empírica que predominaba aquí desde la oscura y larga etapa colonial.

Contrario a Billini, Hostos entendía que una simbiosis de la investigación y la práctica era la herramienta clave para lograr una educación esmerada, dejando atrás atavismos y taras que mantenían estancado al pueblo dominicano.

El cura Billini, en quien la cerrazón hacía parte de su existencia, fue un empedernido cascarrabias que lanzó todo el vitriolo que desprendía su ser contra el ilustrado señor Eugenio María de Hostos.

Contrario a la imagen falsa que todavía algunos pocos transmiten del anexionista Billini, lo cierto es que era un mar de arbitrariedad, caracterizándose por ser rencoroso, envidioso, traidor, taimado, codicioso de poder dentro de la curia dominicana y cargado de contradicciones insalvables.

 De haber sido todo lo anterior, y cosas peores, se encargó de demostrarlo nada más y nada menos que el actual director del archivo de la Catedral Primada de América, el esmerado sacerdote jesuita y laborioso historiador José Luis Sáez Ramo. 

El sabio maestro puertorriqueño, (quien nunca llegó a conocer la malicia y la capacidad de simulación que se anidaban como víboras en el alma de Billini) dejando de lado los muchos agravios que sufrió de su parte, cuando éste murió, el 28 de noviembre de 1898, escribió desde Chile una comunicación abierta a sus alumnos dominicanos con un mensaje a la altura de su espíritu elevado.

En efecto, así se expresó Hostos con rasgos de excesiva nobleza: “…he sentido su muerte como ausencia de uno con quien se podía contar para buenas cosas…siento por la tierra dominicana que haya muerto uno de sus mejores hijos…”11 

                                           Tres periódicos

El insigne antillano Eugenio María de Hostos fundó varios periódicos en la República Dominicana. Entre ellos el llamado Las dos Antillas, cuyo objetivo era alentar la independencia de Cuba y de Puerto Rico y buscar la unida

d de los pueblos antillanos.  

El entonces presidente dominicano Ignacio María González Santín (1874-1876) fue sometido a un acoso terrible por los gobernantes colonialistas españoles que desde Cuba exigían que se le cerraran en el país los caminos de lucha que mantenía abiertos el señor Hostos.

Ese medio de difusión fue suspendido al poco tiempo de surgir. Se impuso la aludida presión de los españoles que sacaban jugosos beneficios económico en la isla mayor de las Antillas, y también en Puerto Rico, la hermosa isla situada en el oriente caribeño.

Hostos no se arredró ante ese percance. Decidió  editar otro periódico, al que tituló Las Tres Antillas, el cual también sufrió muchos obstáculos y pronto tuvo que dejar de circular.

Esa segunda caída no mermó la admirable perseverancia del señor Hostos, quien sacó a la luz pública  un tercer medio de comunicación con la misma tendencia de integración antillana que tuvieron los dos anteriores. A ese lo bautizó con el nombre de Los Antillanos.12 

Asfixia moral

Como indiqué en la entrega anterior, Hostos murió en Santo Domingo el 11 de agosto del 1903. En su acta de defunción no consta lo que luego escribió el historiador Rodríguez Demorizi: Que estaba sano de cuerpo y que falleció de “asfixia moral”, por las incomprensiones y especialmente por las revueltas escenificadas en diversos lugares del país en los años 1902 y 1903.

Muchas obras se han escrito sobre Eugenio María de Hostos, pero tal vez una de las más significativas fue la publicada en el 1904 por sus alumnos, titulada “Eugenio M. de Hostos: Ofrendas a su memoria”, en ella condensan una miríada de opiniones muy merecidas sobre él, con un amplio recuento de su extraordinario itinerario vital.13 

Bibliografía:  

1-Discurso en la investidura de los primeros maestros normales.28 de septiembre de 1884. Santo Domingo, R.D., Eugenio María de Hostos.

2- Páginas Dominicanas. Eugenio Maria de Hostos. Editorial Librería Dominicana, 1964.P214. Recopilador Emilio Rodríguez Demorizi.

3- Historia de la cultura dominicana. Impresora Amigo del Hogar, 2016.P23.Mariano Lebrón Saviñón.

4- Vetilio Alfau Durán en Anales. Escritos y documentos.Editora Corripio, 1977.P196.

5-  Carta de Lilís a M.M. Gautier, febrero 1888.

6-Composición Social Dominicana. Editora Alfa y Omega,1984.P343. Juan Bosch.

7-Papeles de Pedro F. Bonó.P13.Editora del Caribe, 1964.  

8-Periódico La Industria, junio 1882.Texto en Obras Completas. Eugenio María de Hostos.

9- Circular.15-abril- 1901. Fernando Arturo de Meriño.

10- Carta de Meriño a Bonó.15 de marzo de 1900.

11-Obras Completas. Eugenio María de Hostos.Editorial Cultural de La Habana, 1939.Digitalizadas en el 2019 por el Centro Hostosiano del Ateneo Puertorriqueño.

12- Hostos en Santo Domingo.Volumen II. Segunda edición, SDB.2004. Compilador Emilio Rodríguez Demorizi. 

13-Eugenio M. de Hostos: ofrendas a su memoria. Edición facsimilar. Reeditado por Sociedad Histórica de Puerto Rico, 1996.