Cultura, Portada

Por Teófilo Lappot Robles

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

Los infolios amarillos de la historia recogen que las cesiones territoriales mutuas que se hicieron Francia y España, mediante el Tratado de Basilea, tuvieron sus explicaciones entre funcionarios de cada uno de esos países.

Los primeros que dejaron para la posteridad sus opiniones particulares, al margen del contenido del referido documento bilateral, fueron los representantes que estamparon en él sus firmas. Así consta en los papeles personales del español Domingo Iriarte y del francés Francois Barthélemy.

Un ejemplo específico de lo anterior fue lo expresado por el célebre extremeño Manuel de Godoy y Álvarez de Faria, quien durante varios años fue la eminencia gris de la corona española y el valido del rey Carlos IV. 

Dicho cortesano de alto perfil justificó, sin ningún rodeo, la decisión española de cederle a Francia su colonia en la parte oriental de la isla de Santo Domingo, calificando la tierra que varias décadas después sería la República Dominicana como “un cáncer.”

Maceró tan cruda expresión con algunos términos equivalentes a que no tenía  posibilidad de sobrevivir como consecuencia de la efervescencia que ya se sentía entre los esclavos que reclamaban su libertad.

A parte de la excusa para tranquilizar a súbditos españoles del citado monarca  y, además,  por el hecho de la recuperación de Navarra, está claro que para un hombre de las luces de él la esclavitud comenzaba a verse como una antigualla; por imperativos que extravasaban la voluntad imperial de la Casa de Borbón.

El análisis de los hechos vinculados con el Tratado de Basilea lleva a pensar que  Manuel de Godoy, una especie de zahorí en materia política, hizo cálculos cartesianos en sus negociaciones con los emisarios del gobierno francés.

Un ejemplo de lo anterior se conecta con un ensayo de largo título sobre el tema de referencia publicado en La Habana, Cuba, el 13 de enero de 1832, pero por su contenido se desprende que fue confeccionado muchos años antes.

El  autor del aludido trabajo fue el escritor cubano con raíces dominicanas Domingo Delmonte, quien afirmó que: “…la cesión de la parte Española de esta isla a la Francia está bien lejos de ofrecer los brillantes resultados que de ella se prometían. No será bastante haber demostrado que es una posesión inútil para la Francia…y que  esto le sería muy oneroso, si tomara definitivamente posesión de ella.”1 

Es importante señalar que durante el período que abarcó la firma del Tratado de Basilea, y la ocupación por parte de Toussaint Louverture de lo que  hoy es la República Dominicana, ocurrieron muchos hechos que han pasado casi de soslayo en el largo recuento histórico de nuestra nación.

Tal vez el primer conflicto post Basilea se produjo por el tema de los esclavos que por decenas de miles tenían los jefes, comerciantes y hateros españoles en la parte oriental de la isla de Santo Domingo.

El caso de la venta de esclavos a desalmados negreros que se movían en diferentes puertos caribeños provocó un tensa relación entre los gobernadores de ambos lados de la isla. De este lado estaba el español Joaquín García y de aquel lado el francés Estevan Laveaux.

Otro elemento conflictivo a destacar de aquella época fue el constante patrullaje, en movimientos de cabotaje, así como en mar adentro que hacían por aguas dominicanas buques de guerra ingleses.

La misión de esos navíos era atacar y robar a cualquier bajel o lancha que avistaran llegando o saliendo del país, ora en el litoral atlántico por el norte ora en el  mar Caribe por la parte sur.

Vale referir, además, la presencia de miles de tropas de esa misma nacionalidad que penetraron en diversos pueblos dominicanos, entre ellos Montecristi, Puerto Plata, Santiago, Neiba, San Juan, etc.

Los jerarcas españoles, ante lo que consideraban el pronto cese de sus lucrativas funciones, entraron en una frenética actividad de venta a particulares del patrimonio inmobiliario y de los semovientes que estaban inventariados como propiedad de la institución de gobierno colonial.´

Como esos ocurrieron mucho otros hechos de rondón, en esa etapa de zozobra en la cual los criollos en quienes ya germinaba la dominicanidad no pudieron hacer muchos movimientos, si se toma en cuenta que también tenían ataduras religiosas  y el clero  de aquí atravesaba en esa ocasión por una profunda división. 

 Dicho lo anterior, y al margen de las controversias que a través del tiempo han surgido sobre cuándo en realidad comenzó la llamada Era de Francia en Santo Domingo, lo cierto es que con la invocación del Tratado de Basilea, durante  el período 1801-1809, cuatro hombres se sucedieron en la gobernación del pueblo dominicano en ciernes. 

Los aludidos fueron Toussaint Louverture (1801-1802); Antoine Nicolás Kerveseau (1802-1803); Jean Louis Ferrand y L. Dubarquier (1808-1809). En esta ocasión hablaré sobre la accidentada y funesta administración de Louverture.

Gobernador Toussaint Louverture

Es pertinente señalar que después de  casi cinco años de la firma del Tratado de Basilea, firmado el 22 de julio de 1795, esta porción isleña seguía bajo el control  de los españoles por expresa petición de Francia.

Por el estado de cosas en aquel país de Europa Occidental sus autoridades necesitaban tiempo para organizar un poderoso cuerpo armado que pudiera cristalizar lo convenido en Suiza y, además, tratar de revertir la gran agitación que azotaba  sus intereses coloniales en el lado occidental de la isla. 

La situación ante indicada, y otros aspectos de no menor relevancia, a la luz de lo que se estaba viviendo desde el año 1791 en la segunda isla en tamaño de las Antillas Mayores, provocaron grandes inquietudes en muchos de los dirigentes de las revueltas de los esclavos del Santo Domingo francés que habían desarrollado una exitosa guerra de guerrillas contra las autoridades coloniales. 

Toussaint Louverture fue el más sobresaliente de ellos. Había sido esclavo, integrante de cuadrillas de sublevados y organizador de combatientes contra la esclavitud. 

Dicho dirigente decidió expandir su poder hacia la parte oriental de la isla, para lo cual ejercicio diferentes maniobras, incluyendo aplicar terror a funcionarios franceses que seguían aferrados a un poder colonialista que se les escapaba.

El control que desde el 26 de enero de 1801 hasta marzo de 1802 tuvo Louverture sobre la tierra y el pueblo que hoy constituyen la República Dominicana lo hizo sobre la falsa base de que era en cumplimiento de una misión que supuestamente le habían encomendado desde París en el marco del Tratado de Basilea.

La verdad era que el supuesto mandato imperial de que alardeaba dicho personaje para controlar el lado oriental de la isla de Santo Domingo se lo arrancó con violencia en Haití a un funcionario que no tenía categoría institucional para otorgarlo.

El antecedente de lo anterior se ubica en abril de 1800. Toussaint Louverture apresó al burócrata civil de más alto rango en Saint Domingue, que lo era el señor Phillip Roume de Saint Laurent, a quien obligó a que expidiera un decreto autorizando que se tomara posesión del Santo Domingo español.

En la convulsión que se vivía en Haití, Louverture ejercía allí de gobernador y jefe del ejército colonial francés. Por eso impuso que la dicha ocupación estuviera encabezada por el general Agé, uno de sus hombres de mayor confianza. 

Ese primer intento terminó en fracaso, con lo cual quedó sin efecto el susodicho decreto. Eso no impidió que Louverture siguiera en sus planes de controlar por completo la isla de Santo Domingo.

Ante el desastre de la incursión del general Agé, una suerte de íncubo suyo, Louverture decidió encabezar personalmente la ocupación del territorio dominicano.

En su obra Historia del Caribe el historiador Frank Moya Pons describe que: “Después de diversos incidentes relacionados con el decreto de Roume, Toussaint marchó con sus tropas hacia Santo Domingo, adonde llegó el 26 de enero de 1801, luego de enfrentar la resistencia que quiso oponerle un grupo de plantadores franceses exiliados que habían buscado refugio en aquella ciudad.”2 

El historiador César A. Herrera Cabral fue uno de los investigadores que más profundizó, con abundantes documentos como aval, sobre la presencia en los mandos gubernamentales del país del personaje a quien también llamaban “el primero entre los negros.”

En su ensayo titulado Toussaint Louverture en Santo Domingo Herrera Cabral expresa textualmente que: “Sabía Toussaint que los dominicanos, porque así debemos llamarles, no tenían posibilidad de ofrecerle la menor resistencia, cosa que tal vez hubiera deseado…Su gran instinto político lo llevaba a ejecutar un plan de absorción en forma progresiva, pero inexorable; plan maestro que se frustró en sus manos y en su mente, cuando Napoleón Bonaparte decidió imponer la autoridad de Francia sobre la colonia…”3  

El primero de febrero de 1801, ya teniendo el control del territorio dominicano, Louverture lanzó una proclama “a sus conciudadanos de la parte Francesa de Santo Domingo”  en la cual arranca con el siguiente mensaje subliminal:

“Os anuncio con la mayor satisfacción haber tomado posesión de la parte Española de Santo Domingo a nombre de la República Francesa…”4 

Sin que siquiera se lo imaginara esa proclama de Louverture se convertiría en menos de 15 meses en su canto de cisne: apresamiento, vejaciones y muerte.

Al analizar parte del nonato proyecto constitucional de 1801, cuyo mentor fue Louverture, se aprecia que su principal objetivo era romper amarras de manera definitiva con Francia. Vale decir, que sus ideas colidían con los del imperio que decía representar en la parte oriental de la isla de Santo Domingo. 

Mientras en la Ciudad Primada de América el líder antiesclavista haitiano decía, en el mencionado 1801, que actuaba a nombre de Francia, su compatriota, el historiador Jean Price-Mars, sostenía mucho tiempo después, en el tomo I de su obra La República de Haití y la República Dominicana, que Napoleón Bonaparte: “consideró a Toussaint como un rebelde a quien era preciso someter.” Sintetiza dicho autor que Napoleón, impulsado “por el incesante clamor de los antiguos colonos de Santo Domingo…preparó la más formidable expedición que jamás hubiera cruzado el Atlántico, a fin de someter a Toussaint y a los negros rebeldes de Santo Domingo.”5  

Durante su gestión en el territorio dominicano tomó decisiones modificando parcialmente el aparato productivo, dando más énfasis a la parte agraria que a la pecuaria, que era la que predominaba con los españoles. Algo impactante fue que abolió la esclavitud de los negros.

Pero su gobierno, con un falso escudo de apoyo imperial, terminó al salto de la pulga (sin “el efecto palanca” de dicho insecto) cuando el 29 de enero de 1802 arribaron por  la bahía de Samaná miles de tropas francesas y una cantidad similar  se posesionaron  5 días después en la ciudad de Cabo Haitiano, en cumplimiento de órdenes de Napoleón Bonaparte.

Bibliografía:

1-La Era de Francia en Santo Domingo. Contribución a su estudio. Editora del Caribe,1955.P39.Recopilador: Emilio Rodríguez Demorizi.

2-Historia del Caribe. Editora Búho,2008.Pp229-230.Frank Moya Pons.

3-Divulgaciones Históricas. Editora Taller,1989.P67. César A. Herrera Cabral.

4-Proclama desde la ciudad de Santo Domingo. Primero de febrero de 1801. Toussaint Louverture.

5-La República de Haití y la República Dominicana. tomo I. Cuarta edición facsimilar. Editora Taller, 2000.P32. Jean Price-Mars.