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La patrona de México y Emperatriz de América


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La patrona de México y Emperatriz de América

Por Araceli Aguilar Salgado

«¿No estoy aquí, yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy, yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?». Santa María Virgen de Guadalupe

Sin embargo, este año será diferente por la pandemia por covid-19, las disposiciones de las autoridades federales y en materia de salud, debido al alto número de contagios y hospitalizaciones en Ciudad de México por la pandemia de COVID-19.

La Basílica de Guadalupe permanecerá cerrada desde el 10 de diciembre y permanecerá así hasta el día 13 de este mes, por este cierre, la peregrinación que se realiza cada año no será posible y los festejos a la Virgen de Guadalupe tendrán que mudarse a las plataformas digitales, televisión y redes sociales las tradicionales Mañanitas a la Virgen, y no pasar desapercibido este día que para muchos, sigue siendo grande, porque son guadalupanos y veneran con fervor a la Virgencita del Tepeyac Santa María de Guadalupe y pedirle a Ella que interceda por nosotros ante Jesús para que seamos liberados pronto de esta pandemia.

La Santa María Virgen de Guadalupe, es una aparición mariana de la Iglesia católica de origen mexicano, cuya imagen tiene su principal centro de culto en la Basílica de Guadalupe, ubicada en las faldas del cerro del Tepeyac, en el norte de la Ciudad de México.

Según la tradición católica, el cuerpo de documentos históricos aceptados por la iglesia, y esencialmente la narración del Nican Mopohua,el llamado milagro guadalupano ocurrió de la siguiente manera:

El santo Juan Diego Cuauhtlatoatzin nació en 1474 en Cuautitlán, entonces reino de Texcoco, perteneciente a la etnia de los chichimecas. su nombre era Cuauhtlatoatzin, que en su lengua materna significaba ?águila que habla?, o ?el que habla con un águila?.

Ya adulto y padre de familia, atraído por la doctrina de los padres franciscanos llegados a México en 1524, habría recibido el bautismo y el nombre hispano de Juan Diego, y su esposa se llamó María Lucía.,se celebró también el matrimonio cristiano, su esposa falleció en 1529.

El Nican Mopohua narra que el sábado 9 de diciembre de 1531, mientras se dirigía a pie a Tlatelolco, en un lugar denominado Tepeyac, tuvo lugar la primera aparición de la Virgen María, que se le presentó como la perfecta siempre virgen santa María, madre del Dios verdadera.

La Virgen le encargó que en su nombre pidiese al obispo capitalino el franciscano Juan de Zumárraga la construcción de una iglesia en el lugar de la aparición.

Como el obispo no aceptó la idea, Cuauhtlatoatzin volvió a ver a la Virgen ese mismo día y ella le pidió que insistiese (segunda aparición).

Al día siguiente, domingo 10, Cuauhtlatoatzin volvió a encontrar al prelado, quien lo examinó en la doctrina cristiana y le pidió pruebas objetivas en confirmación del prodigio.

Ese mismo día tuvo lugar la tercera aparición en la cual la Virgen María mandó entonces a Juan Diego que al día siguiente, lunes 11, fuera a verla para que le diera la señal que haría que le creyera.

El día lunes 11 Cuauhtlatoatzin no fue al Tepeyac porque halló a su tío Juan Bernardino enfermo, su tío le pidió a Juan Diego que, al día siguiente fuera a Tlatelolco en busca de un confesor, pues estaba seguro de que iba a morir.

Juan Diego obedeció y salió muy de mañana el día martes 12 de diciembre de 1531, pero recordando que la Virgen lo tenía citado y temeroso de que lo entretuviera y no lo dejara ir en busca del confesor, quiso evitar su encuentro y así, en vez de seguir, derecho su camino, subió por entre el Tepeyac y el cerro al que estaba unido pensando rodear el Tepeyac por la ladera que mira al oriente hasta llegar a donde ahora queda el frente de la Basílica y tomar ahí el camino de Tlatelolco.

En su camino la virgen le salió al encuentro (cuarta aparición) y le explicó la situación de su tío. A esto respondió la Virgen María:

«Oye y ten entendido, hijo mío, el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige; no se turbe tu corazón; no temas esa enfermedad ni otra alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? No te apene, ni te inquiete otra cosa; no te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá de ella: está seguro de que ya sanó».

Juan Diego convencido de lo que le dijo, pidió a la Virgen que le diera la señal y el mensaje para llevarlos al obispo.

La Virgen entonces le dijo que subiera a la cumbre del cerrito donde solía verlo y que cortara las flores que allí encontraría, invitándole a subir hasta la cima de la colina de Tepeyac para recoger flores y traérselas a ella.

No obstante, la fría estación invernal y la aridez del lugar, Cuauhtlatoatzin encontró varias flores entre ellas rosas de Castilla. Una vez recogidas las colocó en su tilma y se las llevó a la Virgen, que le mandó presentarlas al obispo como prueba de veracidad.

Una vez ante el obispo el santo abrió su «tilma» y dejó caer las flores mientras que en el tejido apareció, inexplicablemente impresa, la imagen de la Virgen de Guadalupe, que desde aquel momento se convirtió en el corazón espiritual de la Iglesia en México.

Según la tradición católica, la imagen que hoy en día se expone en la Basílica de Guadalupe sería la misma que la de ese día del año 1531, aunque no hay certeza científica de ello.

Juan Diego no volvió a su casa sino hasta el día siguiente, pues el obispo lo detuvo un día más, aquella mañana le dijo: «Ve a mostrarnos dónde es la voluntad de la Señora del Cielo que se le erija su templo».

Juan Diego condujo a las personas que el obispo dispuso que lo acompañaran al lugar en que se había aparecido la Virgen y en el que debería erigirse su Santuario y pidió permiso de irse, pero no lo dejaron ir solo, sino que lo acompañaron a su casa, al llegar a la cual vieron que su tío estaba perfectamente sano; Juan Diego explicó a su tío el motivo por el que él llegaba tan bien acompañado y le refirió las apariciones y que la Virgen le había dicho que él estaba curado.

El tío al oír el relato de su sobrino Juan Diego, manifestó que ciertamente la misma Señora lo había sanado, puesto que a él mismo se le había aparecido (quinta aparición) y añadió que le había dicho que dijera al obispo que era su voluntad que se le llamara «la Siempre Virgen Santa María de Guadalupe».

Con el tiempo, Juan Diego, movido por una tierna y profunda devoción a la Madre de Dios, dejó a los suyos, la casa, los bienes y su tierra y, con el permiso del obispo, pasó a vivir en una pobre casa junto al templo de la Señora del Cielo.

Su preocupación era la limpieza de la capilla y la acogida de los peregrinos que visitaban el pequeño oratorio, hoy transformado en basílica, símbolo elocuente de la devoción mariana de los mexicanos a la Virgen de Guadalupe.

Juan Diego Cuauhtlatoatzin, laico fiel a la gracia divina, gozó de tan alta estima entre sus contemporáneos que estos acostumbraban decir a sus hijos: Que Dios os haga como Juan Diego

Cuauhtlatoatzin murió en 1548, con fama de santidad. fue canonizado por Juan Pablo II y hoy se le conoce como san Juan Diego.

Su memoria, siempre unida al hecho de la aparición de la Virgen de Guadalupe, atravesó los siglos, alcanzando la entera América, Europa y Asia.

El 14 de noviembre de 1921, la Virgen de Guadalupe sufrió un atentado. Luciano López dinamitó el altar, quebró todos los floreros, los cristales, los vidrios e inclusive las escaleras de mármol, pero el cristal de la Virgen no sufrió ningún rasguño.

El manto del indígena en el que apareció la imagen de la virgen está hecho en fibra de maguey, material que suele ser muy frágil pero que, de alguna manera, se ha mantenido en buenas condiciones por casi 500 años.

«Escucha esto y guárdalo en tu amado corazón, amado hijo, el menor de ellos, no sientas temor, ni dejes que nada perturbe tu paz interior, tu corazón o tu rostro, porque no es nada lo que te afligió, no temas a esta enfermedad o a cualquier otra que se pueda presentar, no temas a ninguna cosa aflictiva o punzante aflictiva.» Santa María Virgen de Guadalupe.

Araceli Aguilar Salgado Periodista, Abogada, Ingeniera, Escritora, Analista y Comentarista Mexicana, del Estado de Guerrero, México.

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2020-12-12 23:53:40