Dr. Marino Vinicio Castillo R.
Tenía ya escrita La Pregunta, cuando apareció la noticia el domingo pasado, que no conocí enteramente, pero que se refería a un importante asunto. Se dijo: “El retiro del Senado del Proyecto de Ley Integral sobre Trata de Personas, Explotación y tráfico Ilícito de Migrantes.”
Sentí un verdadero entusiasmo al saber de ello; sin embargo, ya lunes, me volvió el pesar porque el indicado retiro no era tal cosa, sino una lamentable posposición envuelta en una retórica penosa, en la que el gobierno, según parece, quería envolver su despropósito y simplemente pospuso para el 29 de Marzo la reintroducción de ese monstruoso instrumento legislativo, que es el escalpelo horrendo que pretende utilizar la Geopolítica para asesinar nuestra independencia.
Lo siento, sinceramente, porque entiendo que el Presidente Luis Abinader todavía no comprende la abismal trampa de ONU, a nombre de la llamada Comunidad Internacional, que en forma desvergonzada procura meter como un “Contrabando vulgar” el estatuto de “Refugiados”,
solapándolo debajo de las alas compasivas y justas de la Trata de Personas, que sí está calificado como un Crimen de Lesa Humanidad desde hace mucho tiempo.
La tenemos y, por desgracia, a pesar de sus diecisiete años de vigencia, son muy escasos los juicios abiertos por ante la justicia dominicana. Y no ha sido la ley la culpable, es bueno decirlo, sino el hecho de que los aplicadores y las autoridades correspondientes de investigación no se han empeñado en detectar los grupos reducidos de maleantes que organizan ese crimen transnacional, especialmente en lo relativo a la enorme desgracia del ejercicio de la prostitución de nuestras desventuradas mujeres.
Es más, hubo un Jefe de Estado que dijo en el exterior, en España precisamente, que esa era la exportación fundamental de la República. Todas esas indecencias acarrearon la ley, pero se le ha dejado como una especie de letra muerta.
Ahora, las maldades de la Geopolítica y los rufianes del Derecho, reiteran aquellas diligencias nefastas del ACNUR, que hace algunos años se encargara del descrédito de nuestra Nación a escala mundial, y pretenden que sea una ley del Estado nueva la que sirva de alero a “Refugiados”, no a invasores ilegales, voluntarios, sin necesidad de incitación a hacerlo, sino más bien como una práctica que pretenden legítima porque “la Isla es una e indivisible.”
Así las cosas, mi estado de ánimo de lunes sigue siendo lamentable y he querido publicar la entrega de que hablo al principio, como una manera de dejar rastros escritos de mis posiciones, y cito:
Es increíble la magnitud de la conjura contra nuestro Estado Nación. Al observarla en sus continuas variables, se tiene la sensación de que todo está por perderse; sobremanera, si se toma como muestra la última, contenida en el “Proyecto de Ley Integral sobre Trata de Personas, Explotación y Tráfico Ilícito de Migrantes”, que acaba de someterse a la consideración del Senado, bajo un predicamento engañoso de sus fines y propósitos reales.
Quien lee ese proyecto tiene la obligación de saber que es la repetición de aquel intento de completar la venta vil de nuestra Soberanía, mediante el “Plan de Contingencia para Flujos Masivos de Inmigrantes en República Dominicana”, presentado a finales del año 2019, coordinado por el Instituto Nacional de Migración RD, contando con la contribución técnica y financiera de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), y la colaboración de la Oficina de Población, Refugio y Migración (PRM) del Departamento de Estado de los Estados Unidos.
Es decir, aquella indecente operación de venta que fuera repudiada por indigna y peligrosa, no fue sometida a un tipo de control preventivo constitucional, ni siquiera publicada plenamente, precisamente por indecente, y parece que temieron al bastión del honor nacional que ha sido el Tribunal Constitucional.
Ahora, es mediante una Ley que se intenta hacer todo, buscando maliciosamente evadir cualquier fallo que se produjere de inconstitucionalidad preventiva de ese Pacto de ONU encubierto, la cueva de trampas de la cual hago menciones derogatorias incesantes. Un fraude, una malicia en el mejor de los casos, dentro del penoso espectro de políticas públicas sobre temas cruciales de la República.
Lo más indignante es saber que la ignominia de aquel Pacto, abortado aparentemente, hijo del gobierno más corrupto de nuestra historia, es intentada nuevamente por este gobierno, ya bajo una capa neblinosa que pretende ocultar el verdadero fin perseguido, metiendo la noción de “Refugiados” en el vientre de ACNUR, al paso descarado de ocupación de territorios que se ha venido haciendo libremente, al decir de uno de los primeros Ministros que tuviera el colapsado Estado de Haití, cuando se refería a ochenta y un puntos de entrada libre, similar a “la facilidad cuando se va en la residencia de la sala al aposento.”
Ha sido este gobierno, que se autoproclama como “agente de cambios” colosales, que ahora se desvanecen y resultan irreales cuando se arrima a aquella experiencia trágica de la fallida satrapía de Danilo Medina.
Desde luego, ésto hace esta fase del poder político gobernante muy decepcionante, porque mantiene invariable la obsecuencia desnacionalizante de aquel desastroso gobierno, que entregara sin decoro las fronteras jurídicas del Estado nuestro.
Y el ataque no ha sido sólo éste; basta recordar la Sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que pretendió que borráramos el Artículo 18 de la Constitución, relativo a la Nacionalidad y a los trámites necesarios para alcanzarla. Aquella agresión mereció una respuesta importante que desgraciadamente no fue difundida con la intensidad debida, ni por su propio autor, el Doctor Leonel Fernández, en una Conferencia Magistral dictada en el seno mismo de la OEA.
El Presidente Abinader acaba de matar su incipiente prestigio de ser un defensor sincero de su Patria, es cuanto se puede creer, luego del extravío insólito del proyecto que ha sometido. Una especie lamentable de suicidio político de un joven hombre público, que despertara ilusiones con sus iniciativas y actitudes anunciadas en dimensiones de alcances mundiales, que, aunque venían siendo desconocidas por sus propios Ministros, a él lo dejaba intacto, hasta que ahora se encarga de aniquilar con un proyecto de ley vergonzoso, tanto por sus contenidos cínicos, como por ser una trampa más de ONU, que es la que pretende sojuzgarnos y nos desprecia.
Sí, nos desprecia. Basta recordar aquel insolente gesto de Ban Ki-moon, que viniera a hablar en ese mismo Senado por media hora y no hizo una sola mención ante ese poder público fundamental del Estado, de la Nación dominicana como tal, es decir, miembro fundador del Organismo a nombre del cual hablaba.
No. Ahora es de otro modo. Vuelven con el bisturí final de una ley para abolirnos como tal, por fusión en reabsorción. Ese es definitivamente el programa bajo diseño del Presidente Clinton, que se haría mediante Campamentos de Refugiados en el orden de medio millón de ilegales, protegidos bajo palio de ACNUR, que mereciera un condigno rechazo.
Luego se vió todo más claro y la catástrofe del vacío de poder institucional en Haití sirvió de base a la presencia terminal de pandillas criminales, aterrorizantes, para poder producir el derrame de población anonadante que hemos padecido.
Y así, por último, nos llega esta “operación final” de una ley que consiste en sobreproteger a quienes aleguen ser víctimas supuestas de la Trata de Personas, pero, con su categoría de “Refugiados” agregada, para darle el amparo total de pasar a ser ciudadanos de este país nuestro, regido por Constitución y Leyes. Vale decir, seguirán pasando por sus ochenta y un pasos de la frontera física que existen, que hacían tan fácil venir “como pasar de la sala al aposento”, según confesión de un Primer Ministro del desvanecido Estado Haitiano.
Ahora, es el gobierno nuestro quien protegería aquel desastre tan pronto intentaren los primeros diez metros sobre su territorio, pasando a gozar de garantías inimaginables; dejando de ser, ipso facto, ilegal, hasta que instancias administrativas y judiciales les premien con la Regularización. Algo que ni la propia “ley prostituta” 169 se atrevió a sugerir en su misión de destruir el templo de defensa que fuera el Fallo 168 del Tribunal Constitucional, y que para escandalizarnos, aún más, hoy sólo bastaría preguntarse: ¿Acaso los dos millones de ilegales que ya tenemos establecidos, no pretenderán ampararse del mismo estatuto de privilegios? Ya se han visto pruebas terribles de su insolencia degollando ciudadanos honorables de nuestro país, sublevándose contra la autoridad y creando fueros inaccesibles para ésta.
La desestabilización integral previa fue, desde luego, un pre-requisito del siniestro plan de “fusión por reabsorción” de la Isla. Cuando Danilo Medina avanzó mucho esta parte de la estrategia, hizo desaparecer el Escudo de nuestra gloriosa Bandera en las comunicaciones públicas y fueron muchas las deformaciones sinuosas de ella, así como en los programas de enseñanza de todos los niveles, empeñados en la borradura del cuadro histórico de nuestros valores. Duarte fue un objetivo como programa de eliminación de obstáculos sentimentales. Nos hizo recordar aquello el cinismo siniestro del humor de Lilís, cuando decía sonriente: “Compadre, no me menee el altar, que se me caen los Santos.”
Desde entonces, claro está, brotó la necesidad de unirnos má,s con mayor exigencia que nunca, y dijimos que había que estar muy atento, que todo es importante. Y lo hemos visto en cosas como ésta, aparentemente pintorescas, cuando el Primer Ministro de Haití de hoy, Ariel Henry, nos dá un atisbo de la metamorfosis que vienen haciendo las pandillas criminales hasta hacerse guerrillas revolucionarias y la prensa del mundo destaca la noticia de un tiroteo en la zona residencial exclusiva de Puerto Príncipe, así como el incendio de las pistas del Aeropuerto, para impedir su regreso desde una conferencia de CELAC; todas plagadas de multitudes dirigidas por políticos con vínculos con las pandillas, cuyo padrinazgo se ha desvelado en su favor, incluso, hasta el del propio presidente asesinado, cuando un informe del Insight Crime revela la biografía de Barbeque, quien ya va diciendo: “Yo no soy un terrorista, soy un ex oficial de policía retirado, soy un revolucionario, que no cree en el sistema existente.”
Así las cosas, yo he escrito refiriéndome a los posibles desenlaces en la Isla de Santo Domingo, que China y Rusia están expectantes, sentadas en las poltronas del Consejo de Inseguridad con sus vetos en las manos, esperando a ver qué ocurre allí, y si resulta posible que surja una nueva República Democrática del Socialismo del Siglo XXI, cuya defensa ya Maduro asumiera hace unos años, al decir: “Quien se mete contra Haití, se vuelve contra nosotros.” Así nos aludía a nosotros este supuesto legatario de Chávez.
El Proyecto de Ley, vuelvo a él, ha sido un error que se sabe resulta peor que el crimen cuando las consecuencias pasan a ser catastróficas. Esa afirmación no es en sentido figurado, pues, basta pensar que lo que está en dramático juego es la propia existencia de la Patria. Sánchez, el inmenso Padre de la Patria, al hablar de su rebeldía lo dijo todo: “Mi Patria ha sido vendida y eso basta.”
Luis ha convocado las insurrecciones, quizás sin quererlo. Un error, que soy el primero en lamentar. Sólo si retirare ese monstruoso expediente de disolución, podría recuperar la fé perdida de su pueblo. Rectificar es de sabio. El peor error es persistir en el error, han dicho otros, y yo me animo todavía a decirle: Luis, sé bien de lo implacable que es la presión de los poderes de la Tierra; sé bien de sus perversas ofertas de recursos; de sus préstamos dogales que son el espejismo de mayor encanto para el dominio. Lo sé bien.
Luis cayó en una trampa y se dejó seducir por la enorme felonía de quienes le dijeron que eso era “un viejo compromiso internacional, concertado entre Estados comprometidos a ajustar su ley interna a la ley Marco elaborada por los organismos mundiales.” No fueron capaces de decirle que tenemos ya una ley para castigar el Crimen de Lesa Humanidad de la Trata de Personas y que la misma se ajusta plenamente a las disposiciones constitucionales relativas a Soberanía, Nacionalidad y territorio.
Decirle, además, que es más que seguro que el guardián que ha sido el Tribunal Constitucional de la integridad de la ley suprema, abatiría un intento tan atrevidamente criminoso como el que encierra el proyecto sometido; todo esto, sujeto a que algunas rábulas fosforescentes que merodean el poder y sirven de caballo de Troya al poder extranjero, le pudieran decir al amigo Luis: “No se preocupe, Presidente, porque está a punto de vencerse el plazo de permanencia de algunos jueces constitucionales.”
No, Presidente. Aquella iniciativa no fue seguida de ley alguna, porque la teníamos, cónsona con nuestras previsiones constitucionales tan sensitivas, contenidas en la Constitución del año 2010. Leonel Fernández, ciertamente, estaba consciente de que la firma de aquel Acuerdo Internacional sólo era un gesto de buena voluntad y solidaridad con un esfuerzo crítico de la Comunidad Internacional, frente a la tragedia inmensa de los Refugiados, de las guerras, como de las migraciones del hambre transcontinental. Pero, de seguro, por eso no lo sometió a ningún control preventivo de constitucional y lo que pudo hacer por decreto como “tránsito protocolar”, no era “mandatorio”, ni “obligante”. Eso era otra cosa, muy distinta a lo que usted ha emprendido, para darle cuerpo aparentemente respetable a la trampa.
He decidido rebelarme antes de que se inicien las pérfidas maniobras de la política a terciar en las inmundas acusaciones y contraacusaciones sometidas bajo el ropaje de “polémicas prominentes.”
No permita, Presidente, por Dios, que lo “suiciden políticamente” aquellos que son bien reconocidos como traidores de la Patria, en procura, en este caso, de cumplir con odiosas agendas extranjeras y con la siniestra aspiración de ser eventualmente quienes integren el personal de relevo suficiente del Tribunal Constitucional, para desde ahí seguir la depredación de nuestra escala de valores esenciales, y terminar con la ejecución patibularia de nuestro Estado Nación.
Voy concluyendo cuando digo que estas reflexiones en tiempo de Pandemia son cuanto puedo hacer y lo siento. Paradójicamente, cuando los hechos mundiales, regionales e insulares, son más fluidos y graves. En todo caso, por fortuna, es así, ya que se puede contar con la soledad y el silencio autoritarios del tiempo, para evaluar las dimensiones y el alcance de los riesgos y desafíos en medio del vértigo ante sucesos tan tremendos.
Lo que nos ocurre no tiene precedentes como reto; ya no queda un resquicio para la duda acerca de quiénes nos han traicionado, apoyando las felonías del extranjero que nos ha arrodillado para la decapitación de nuestra Independencia.
Si algún día se puede escribir una historia seria y leal de los grandes crímenes cometidos contra los pueblos, todos los que han participado en la destrucción de nuestro Estado Nación no pagarían sus culpas que no fuera en la horca, por ser responsables de este nuevo y espantoso holocausto, perpetrado so pretexto de salvar a otra población desesperada.
Fin de la entrega que estaba escrita como rastro de mis posiciones.
Ahora me toca preguntar: ¿Creen ustedes que ese retiro del Proyecto de Ley tan cosmetizado de esperanzas bajo retórica encantadora de patriotismo puede salvar a nuestro Presidente de la deshonra? ¿Piensan ustedes, al contrario, que él ha debido asumir directa y personalmente las quejas de la Nación, encabezando con su gesto un aliento profundo de la Unidad Nacional? Como expreso siempre, que sea Dios Nuestro Señor quien nos ilumine en las nieblas terribles de estas tormentas