Cultura

«Querían parecerse a El Padrino»

REPORTAJE: CINE



«Querían parecerse a El Padrino»



Lou Díaz fue agente antidroga en Nueva York. Al jubilarse se hizo actor y desde entonces interpreta un solo papel, el del mafioso, que le ha acompañado toda su vida

Creció entre ellos, en un barrio de Brooklyn. Luego los imitó durante 20 años como agente infiltrado en las mafias de Nueva York. Mientras, asesoró a un puñado de actores de Hollywood sobre cómo hablaba, pensaba y se movía un gánster. Hasta que un día se presentó a su primer casting. Lou Díaz trabaja ahora en un documental sobre El Intocable, el primer hombre de raza negra que consiguió llegar a lo más alto en la mafia. «Ayudé a capturarle y el tío hasta hablaba bien de mí en su libro. Era esa clase de tipos. La mafia ya no es lo que era. La tecnología lo ha cambiado todo. Ahora son unos peleles sin carisma, sin espíritu», concluye Lou sin disimular su nostalgia.



Lou, de 61 años, madre vasca y padre asturiano, asegura que se metió a actor porque era lo que más se parecía al trabajo que desempeñó durante 20 años en la DEA (organismo que controla el tráfico de drogas en EE UU) como agente infiltrado. Ahora, como entonces, interpreta papeles de mafioso, con la diferencia de que si, no le sale bien, siempre puede repetir la escena. «El cine me permite revivir aquellos momentos, que fueron los mejores de mi vida, pero sin el riesgo a que te descubran y te peguen un tiro. Me encanta».



Ha participado en películas como Mullholand Falls, con Nick Nolte y John Malkovich; Pure danger, Maniac Cop… y en series de televisión como Policías de Nueva York, Las Vegas o LA Heat. Aún así, Lou Díaz añora a los mafiosos, sus vecinos en el barrio de Brooklyn donde creció: Red Hook, el primer refugio de Al Capone.



Fue allí, en los muelles de Brooklyn, donde probó por primera vez a ser el bueno y el malo. Su padre, un asturiano al que Lou describe como «el hombre más violento que he conocido», le ayudó a escoger el bando correcto con una visita a Joe Gallo, el mafioso que inspiró el personaje de Joe Mantegna en El Padrino.



«Fue como en la película Una historia del Bronx. Todo lo que sé es que volví un día por el club y Gallo me dijo que no me quería ver más por allí. Lloré como un niño. Me había convertido en su cachorro favorito. Por aquella época, yo organizaba peleas en la calle y sus hombres apostaban por mí. Les hacía gracia a los mafiosos y el hecho de que aquellos tíos duros te hicieran caso cuando eras un crío era muy bonito», asegura Lou en la casa donde veranea, en Calafel (Tarragona), acompañado de sus suegros y de su segunda mujer.



Tenía unos 16 años cuando cruzó aquella línea para quedarse definitivamente del lado de los buenos y asegura que, además de la contundencia de su padre, también le ayudó su afición al boxeo: «Pasaba todo el día en el gimnasio, entrenándome, y no había tiempo para mucho más». En aquel gimnasio conoció a Jake La Motta, el hombre que inspiró el personaje de la película Toro salvaje, y poco después, a su protagonista, Robert de Niro. «Iba a entrenarse al gimnasio para la película y quería pelear con distintos boxeadores, cuantos más mejor, así que peleé con él. Apenas hablaba. Era un tío muy seco, muy introvertido. Quise hacerme una foto con él, pero no me atreví y ¡me he arrepentido de eso toda mi vida!», recuerda.



Él que ha asesorado a muchos actores sobre el «espíritu» del mafioso, asegura que los mejores han sido Marlon Brando y Robert de Niro. «No es que El Padrino retratase a la perfección cómo era el mundo de la mafia, es que en la mafia querían ser como El Padrino. Les encantaba; la película era su modelo. Aunque en realidad, la gran mayoría se parecía más al elenco de Uno de los nuestros. Es la que mejor refleja el carácter del mafioso: charlatán, desmedido…», asegura Lou.



Todo esto lo cuenta en un castellano casi perfecto, plagado de tacos, en el que se cuelan palabras en italiano y en inglés. Habla con naturalidad de hombres que se llaman Giant Killer (asesino de gigantes) o El Intocable, y de lugares como el Cotton Club o el Alí Babá en Nueva York. En el aseo de este último club, Lou tuvo una noche un arma pegada a la nuca: «Habíamos entrado a que me enseñaran la droga.



Yo estaba cerrando la puerta y oí el revólver. Me dijo: ‘Más te vale que no seas un policía’. Yo le contesté algo así como ‘si piensas eso, deberías disparar’ y por alguna razón no lo hizo». Aquí Lou suspira y, finalmente, ríe a carcajadas en la terraza de su chalet, en primera línea de playa.



NATALIA JUNQUERA – Calafell – 18/08/2007 /El Pais

2007-08-19 23:18:34