Nuevas claves sobre el enigma de Kafka
Varios documentos guardados durante 40 años en un piso de Tel Aviv podrían arrojar nueva luz sobre el autor de ‘La metamorfosis’
ELPAÍS.com – Madrid – 09/07/2008
Los eruditos de Kafka ya se frotan las manos. En la planta baja de un viejo edificio de apartamentos del centro de Tel Aviv podría hallarse la clave definitiva para resolver las dudas sobre la vida y la obra de Franz Kafka (1883-1924), uno de los más grandes narradores del siglo XX y también uno de los más misteriosos. Varios investigadores están convencidos de que en ese lugar se encuentran los restos del legado del autor, un conjunto de documentos, cartas, postales, dibujos y otros objetos personales, según informa el diario israelí Haaretz, que podrían arrojar nueva luz sobre el solitario autor que escribió los inquietantes La metamorfosis, El proceso y En la colonia penitenciaria, entre otras novelas y cuentos extraordinariamente singulares.
La existencia de ese valioso conjunto documental se conoce desde hace décadas pero su acceso ha estado vedado por la legataria, Ilse Esther Hoffe, secretaria de Max Brod, amigo y albacea de Kafka, que se ha opuesto con uñas y dientes a ceder su preciado tesoro. Eso sí, solía dejar entrever que entre las pertenencias había documentos muy valiosos. Ahora, la muerte de Hoffe, el año pasado, a los 101 años, ha abierto una nueva esperanza para los estudiosos del novelista, que esperan que las herederas de Hoffe, sus hijas Ruth y Hava, sean más receptivas que su madre. Hava, la más joven, de 74, es la que vive en el piso, pero ha sido imposible contactar con ella, según señala el diario Haaretz.
El periplo de un legado único
La historia de ese precioso legado comienza en 1924, cuando Kafka muere de tuberculosis en Viena a los 41 años. Su amigo Max Brod, también checo y judío, se hace cargo de su legado, que incluye varios manuscritos inéditos. Kafka le encargó que quemara sus obras tras su muerte, pero Brod ha pasado a la historia por haber desobedecido providencialmente la orden de su amigo. No sólo no destruyó los textos sino que los editó y los publicó. Las obras consiguieron pronto la fama internacional póstuma para Kafka.
La invasión nazi de Checoslovaquia obligó a Brod a huir de su país. Empaquetó las pertenencias de su amigo en una maleta y escapó hacia Tel Aviv, en Israel, donde se estableció en 1939. Allí cedió parte del material que poseía a algunos archivos oficiales, entre ellos los manuscritos de La metamorfosis, El castillo y América, pero retuvo buena parte de diverso material personal de Kafka. Viudo y sin descendencia, Brod mantuvo relaciones con varias mujeres, entre ellas su secretaria, Esther Hoffe, a quien legó sus pertenencias al morir, en 1968, a los 84 años.
La amenaza del deterioro
Desde entonces Hoffe se negó en redondo a mostrar los documentos o a cederlos a una institución pública, como la Biblioteca Nacional, en Jerusalén, que los conservara y los catalogara adecuadamente. Rechazaba las peticiones tanto de estudiosos como de periodistas. «Todo el mundo ha intentado acceder a este material, pero se han vuelto con las manos vacías», señala a Haaretz Nuri Pagi, que escribe un doctorado sobre Brod en la Universidad de Haifa. «Es como un rompecabezas detectivesco y kafkiano que alguien no quiere que se resuelva».
A pesar de sus negativas a cederlo a una institución, Hoffe sí que se decidió a vender algunos manuscritos. Hace veinte años dio una idea de las joyas que atesoraba cuando puso en venta el manuscrito de El proceso, por el que se embolsó una cifra récord de dos millones de dólares (la mayor cantidad pagada por un manuscrito moderno) en una subasta en el Reino Unido. Afortunadamente, el comprador lo cedió a una biblioteca pública alemana. Otros textos los alojó en almacenes israelíes y extranjeros. El resto lo guardó en su apartamento de Tel Aviv, según Haaretz.
Detenida por traficar con el legado
En 1974, Hoffe fue detenida en el aeropuerto internacional Ben Gurión cuando intentaba salir del país con algunas cartas de Kafka y su diario de viaje. Se la acusó de ser sospechosa de infringir la Ley de Archivos, que prohibe sacar de Israel material de archivo valioso antes de que la administración lo haya registrado y copiado.
Tras el incidente, Hoffe accedió a que se catalogaran todos los documentos y objetos de su colección privada.
Aun así los técnicos del departamento de archivos aseguraron que la anciana seguía ocultando el material más valioso y que incluso se llevó parte de él al extranjero ilegalmente.
Pero la mayor preocupación ahora es que los documentos puedan haberse deteriorado tras décadas en pésimas condiciones de conservación. Las autoridades de Tel Aviv ya han advertido de que los papeles, con un alto contenido en ácido sulfúrico, no hayan tolerado las condiciones de humedad del apartamento de Hoffe en el centro de la ciudad. A lo que se añade el estropicio que pueden haber causado las docenas de perros y gatos que mantenía la anciana en el apartamento hasta hace dos años, cuando una inspección de sanidad tuvo que intervenir después de que los vecinos denunciaran el mal olor del domicilio, según señala The Guardian.
«Es un tesoro oculto que el mundo civilizado estaría encantado de descubrir», ha declarado a Haaretz el profesor Zohar Maor, que enseña historia en la Universidad Bar-Ilan. «Su valor es incalculable».
2008-07-09 20:30:52