Por Juan Cruz Triffolio
Comunicador ? Sociólogo
A pocos metros al norte del parque central de la imponente ciudad de Barahona se registra la ubicación de la vivienda en donde, un 6 de junio de 1912, nace la eximia artista María Africa Gracia Vidal de Santos Silas, conocida en el submundo del tecnicolor como María Montés.
Contrario ser un verdadero panteón de la cultura y el arte cinematográfico, la casa en referencia, como aparente expresión de un acentuado atropello a la memoria histórica barahonera, con el transcurrir de los años se ha transformado en un abandonado solar repleto de escombros, en donde la maleza impera por todos los rincones.
Como testimonio de la existencia de aquella modesta residencia en donde abrió sus ojos al mundo la primera dominicana en hacer galas de su talento entre las luminarias de Holllywood, apenas se observa un trozo de pared que exhibe una pálida tarja cobriza, colocada por el cabildo de Barahona, en 1951, en donde todavía es posible leer el siguiente epitafio:
En Este Solar Nació
El Dia 6 de Junio de 1912
La Eximia Artista
Gloria de Cine Mundial
Ayuntamiento de Barahona
1951
Un poco a su izquierda y hacia abajo, para asombro de quien atraído por la brillante hazaña realizada por María Montez en la denominada pantalla grande visita la hoy ruina, ayer cuna de la hermosa y sobresaliente dominicana, un letrero a todo color destaca:
Se Vende Este Solar
Inf. 829-744-2670
Se trata de una mayúscula manifestación de desvergüenza que lacera la conciencia colectiva y que además de proyectar una miope valoración sobre uno de los capítulos más hermosos de la historia de la laboriosa provincia considera como La Perla del Sur, es una fehaciente muestra de inconsecuencia ante los irrebatibles y sobrados méritos de una mujer siempre digna de respeto y admiración, principalmente, por entre compueblanos.
Antes de llegar al deplorable estado, la propiedad pasó por diferentes manos y usos, desde heladería hasta restaurante y sirviendo, alguna vez de almacén.
Todo ha transcurrido sin que aparentemente las autoridades provinciales y los representantes de los organismos nacionales relacionados con el rescate y la preservación de los recursos históricos y culturales hayan intervenido en ánimo de salvar para futuras generaciones lo que alguna vez sirvió de morada a quien nos diera gloria y brillo en la pantalla gigante.
Cuentan transeúntes que circulan por el lugar, que la ayer residencia de Maria Montez, en el presente, es una pertenencia de un ciudadano que hoy se encuentra detrás de las rejas por razones no santas y quien, según se afirma, no muestra preocupación por el destino que podría, finalmente, tener el arruinado inmueble.
Sin embargo, el designio de la histórica vivienda podría tener mejor suerte si de manera urgente se produjera la intervención de las instituciones correspondientes, lo que salvaría para futuras generaciones lo que ha sido y debe ser para siempre, un ejemplo de logros, triunfos y superación en el campo artístico y cultural, induciendo a los adolescentes y jóvenes a llevar una vida por el sendero del éxito.
Lo sugerido no tiene, necesariamente, como propósito la reconstrucción tal cual de lo que fuera el domicilio de María Montez para honrar su memoria y recordar su gesta, pues bien sería valioso aprovechar el espacio físico existente para levantar una modesta plazoleta, una cinemateca o cualquier otro centro de carácter cultural o histórico.
En esa tesitura y como una manera de validar un poco más la acción sugerida, es importante destacar algunas notas biograficas que reflejan su talento y trajinar por los difíciles caminos del competitivo mundo del séptimo arte.
Maria Montes es hija de un diplomático español oriundo de las Islas Canarias llamado Isidoro Gracia García, María sintió desde niña una gran atracción por el mundo del cine, soñando desde temprana edad en convertirse en actriz de Hollywood.
Su deseo logró hacerse realidad cuando después de trasladarse a los 23 años a Nueva York, en interés de probar fortuna en el mundo de la moda, fue contratada por los Estudios Universal, a comienzos de los años 40, adoptando el nombre artístico de María Montez, en homenaje a una bailarina llamada Lola Montez.
A pesar de haberse casado en 1932 y divorciado en 1939 con el ciudadano estadounidense William McFeeters, banquero delegado en la República Dominicana del First National City Bank, María Montez conservaba un fuerte acento hispano, que junto a sus rasgos latinos, la convirtieron en El Ciclón Caribeño, apelativo que definía su actitud y apariencia física.
En 1941 debutó en la gran pantalla con la película La Mujer Invisible, un film de ciencia-ficción que dirigió A. Edward Sutherland y protagonizó Virginia Bruce.
Conforme a lo manifestado por algunos especialistas en el manejo del cine, su impresionante belleza constituyó el factor esencial para que la hija de Barahona comenzar a intervenir en variadas producciones de corte exótico y aventurero, llegado recibir el calificativo de Reina del Technicolor, en la década de los cuarenta.
Títulos como Las Mil y una Noches (1942), en donde encarnaba a Sherezade, bajo las órdenes de John Rawlins y el acompañamiento de Jon Hall y Sabu, La Salvaje Blanca (1943) y Ali Baba y los Cuarenta Ladrones, ambas realizadas por Arthur Lubin, La Reina de Cobra (1944) de Robert Siodmak, Alma zíngara (1944) de Roy William Neill, Sudan (1945) de John Rawlins, o La Atlántida (1948) de Gregg Tallas, confirmaron un atractivo escapista para un público inmerso en un difícil período bélico y postbélico.
Durante los años finales de la década de los 40 y ante el declive de su popularidad en Hollywood, María Montez intervino en varias producciones cinematográficas de carácter aventurero, rodadas en tierras europeas, entre las cuales se destaca La venganza del Corsario de Primo Zeglio, pieza consideras por algunos críticos como de escasa trascendencia en su filmografía.
En 1943 se casó con el actor francés Jean-Pierre Aumont, con quien tuvo una hija, la futura actriz Tina Aumont.
En 1951 falleció debido a un ataque al corazón que se produjo cuando se encontraba en el baño de su casa parisina. Para entonces, María Montez tenía solamente 34 años de edad.
2009-04-02 16:49:23