Cultura

LA ?SELVA IMPOSIBLE?.

-Puntualizaciones críticas a Isabel Allende-.

Sergio Reyes II.

Dando curso a un apasionante rito literario que me persigue por años y con el que, de paso, he logrado contagiar a buena parte de mi prole, tan pronto tuve en mis manos la más reciente producción de Isabel Allende, me sumergí con avidez en su lectura, en un sostenido proceso que hubo de incluir varias horas robadas al sueño, algunos momentos de concentración en el tren o el autobús y los breves instantes de descanso que permiten la rutina diaria o las obligaciones laborales.

Conocedor del estilo literario de esta versátil escritora chilena, que con su dinámica prosa sabe atrapar al lector y encaminarlo por los mas insospechados escenarios de la ficción, con profundos toques históricos y personales que despiertan y hacen vibrar las fibras mas sensibles del ser humano, me preparé mentalmente para disfrutar de principio a fin ?La Isla Bajo el Mar?, obra puesta en circulación en Agosto del año que transcurre y que estuvo precedida de una profusa e inteligente campaña de promoción publicitaria.

Sin embargo, debo reconocer que, por encima de manejos propagandísticos, me animaba conocer el enfoque que Isabel hiciese de aspectos de tipo histórico, geográfico y social, toda vez que gran parte de la trama se desarrolla en el territorio de la porción occidental de la Isla Hispaniola, en la 2da.mitad del siglo XVIII y comienzos del XIX, época en que se incubó, estalló y llegó a feliz término el alzamiento de los esclavos de la Colonia Francesa de Saint Domingue, hecho que dio lugar a una cruenta revolución que desencadenó el surgimiento, en Enero de 1804, de la República de Haití, primer nación negra del continente americano y primera en decretar formalmente la abolición de la esclavitud.

Fiel a su estilo, la chilena nos lleva de la mano por un interesante recorrido de mas de 500 páginas en las que aborda la vida en una plantación azucarera, en pleno auge de la sociedad esclavista imperante en la citada colonia de Saint Domingue, la forma en que este elemento influye en la normativa social y los diferentes conflictos que dicha situación va generando en las vidas de las personas; Todo ello, ambientado por el manejo magistral y descriptivo de profundos aspectos de la sensualidad humana, que la Allende maneja a perfección y contando con un mágico escenario en el que danzan, hermanados bajo el toque de los tambores y al influjo de las creencias mágico religiosas de herencia ancestral, las múltiples facetas del sincretismo cultural que caracteriza a un pueblo en el que coexisten elementos de origen indígena y africano, que se amoldaron con la cultura del dominador europeo para dar paso a una nueva raza, una nueva lengua y una nueva cultura: el Créole o criollo. Y una nueva Patria: Haití.

-II-

A pesar de no contar con los elevados niveles de calidad argumental presentes en otros trabajos de Isabel Allende en los que ésta puso a vibrar la sensibilidad social (La Casa de los Espíritus, Cuentos de Eva Luna, De Amor y de Sombras), despertó facetas desconocidas de la sensualidad humana (Afrodita) y provocó torrentes de lágrimas en toda una generación de lectores que arrimó el hombro, junto a ella, en solidaridad con su dolor de Madre (Paula), observamos que en esta nueva entrega la escritora retoma el hábil manejo de las descripciones minuciosas de escenas de tipo erótico y sensual, en las que, sin caer en la vulgaridad, nos arrastra por senderos que conducen al sonrojo y nos dejan sin aliento.

A grandes rasgos, la obra se concentra en narrar las vivencias y desventuras de una esclava negra (Zarité Zedella), cuya vida se desenvuelve en una plantación cañera ubicada en la parte norte de la colonia de Saint Domingue (actualmente Haití) perteneciente a Toulouse Valmorain, un rico heredero francés, quien, a tono con la usanza de la sociedad esclavista de entonces, dispone a su antojo de vidas y propiedades y manipula los sentimientos de todos aquellos que oscilan a su alrededor, haciendo caso omiso a la dignidad y condición humanas de éstos.

Los continuos maltratos y vejaciones a que se somete a los esclavos y que ya habían provocado una acelerada reducción de la población indígena de la isla hasta casi su total extinción, se constituye en el detonante de la rebeldía de los contingentes esclavizados, y lo que comenzó como casos aislados de fugas y evasiones de esclavos, con el tiempo se convirtió en fuertes conglomerados de cimarronadas, que se establecieron en territorios libres -Palenques o manieles- en las serranías y se constituyeron en el gérmen de la futura rebelión liberadora.

La novela discurre en un ambiente matizado por los conflictos emocionales de sus personajes centrales, el discrimen y vejaciones padecidos por Zarité, de parte de su amo y señor Toulouse Valmorain ?doblemente maltratada: como esclava y como mujer-, el comportamiento despótico y desalmado esgrimido por funcionarios y representantes del régimen colonialista francés y, gravitando por encima de todos, la exuberante naturaleza tropical, descrita con lujo de detalles por la autora.

Quiero profundizar en este aspecto, a fin de poder enfocar en detalle algunos puntos débiles de la obra, que desdicen de la profundidad investigativa de Isabel Allende y constituyen yerros lamentables que pueden dar pie a que los lectores de otras latitudes se formen una idea deformada sobre la realidad.

-III-

Motivada, quizás, por la extraordinaria diversidad imperante en la flora y la fauna de las selvas del trópico sudamericano, hábitat que le es muy familiar y que está presente en buena parte de sus relatos, la escritora chilena va dejando caer, como al azar, informaciones contradictorias e inverosímiles, que no se ajustan a la realidad, no tan solo de la Isla Hispaniola, sino de la mayor parte del arco antillano, y que mas bien parecen haber sido inspirados por relatos fantasiosos de vivencias caribeñas, al mejor estilo del escritor norteamericano Robert Bloch (?Madre de serpientes?) o del sudamericano José Eustasio Rivera (?La Vorágine?).

Y estos son aspectos que debemos enfocar con sentido critico, puesto que nos atañen en tanto que compartimos la isla con el hermano pueblo de Haití.

Como hemos señalado, el contexto de la obra se circunscribe principalmente, al desarrollo de las vidas de los protagonistas, en el seno de una plantación cañera en el norte de la Isla Hispaniola, en un lugar ficticio (Saint Lazare) ubicado en las inmediaciones de la ciudad de Cabo Haitiano ?Cap Haitien- (Le Cap, en la obra). La mayor parte de la porción occidental de la isla está cubierta por montañas (de ahí el nombre indígena Haití), con algunos altiplanos intermedios; Por ende, resulta cuesta arriba insertar escenas, diálogos y correrías en los que se haga mención o se insinúe siquiera la existencia de selvas, junglas o pantanos, puesto que esta realidad es incompatible con el tipo de terreno de la casi totalidad de la porción de la isla estudiada en la obra y que más bien se asocian a terrenos imperantes en la inmensidad de las llanuras venezolanas, los espacios por donde corre el gran río Amazonas o los grandes pantanos de la Florida, conocidos como Los Everglades.

A lo sumo, podría hablarse de bosques tupidos -cubiertos en su mayoría por coníferas y otros frondosos árboles- y múltiples valles intramontanos, ubicados en diferentes puntos de la Cordillera Central , las sierras de Neyba y Bahoruco (en territorio de la actual República Dominicana, cerca de la frontera) y el ?Bosque Nublado?, en la zona sur -central de Haití, en las cercanías de Bahoruco; Pero, en lo que concierne a selvas, tal y como está reseñado en la novela, no existe un apego científico a la verdad.

En ese mismo orden, debemos desechar, por ilógica, la existencia, en la región del relato, de terrenos pantanosos, al estilo de las famosas ?arenas movedizas? usadas hasta la saciedad para ambientar películas de aventuras en selvas y lugares apartados de la civilización. No los hay ni los ha habido en la isla Hispaniola.

En honor a la verdad, el lugar que mas concuerda con la definición típica de pantano, podría ser la amplia zona cenagosa que se forma en los tramos finales de los cursos de los ríos Masacre y Chacuey, en las inmediaciones de Manzanillo, en territorio de la República Dominicana, lo que nos lleva a recalcar que la obra se circunscribe, estrictamente, al territorio de lo que hoy es Haití.

Algunos puntos del ?Bajo Yuna? y el delta que se forma en la desembocadura de este imponente río dominicano, en pleno territorio de Los Haitises, en la Bahía de Samaná, con sus manglares, sus múltiples caños y su profusa vegetación, también podrían corresponderse, en ciertos aspectos, con la calificación de pantano; pero, aquí cabe nuevamente la aclaración anterior sobre el contexto geográfico de la obra en cuestión.

Ofidios, especies venenosas y ponzoñosas.

No se tiene constancia de que en ninguna de las islas del Caribe hay -o haya habido- serpientes venenosas, como se menciona en la obra. A lo sumo, contamos con diferentes variedades de Culebras entre las que resalta por su tamaño la llamada ?Boa de la Hispaniola? (Epicrates striatus). A pesar de su voracidad y su predilección por las gallinas, roedores, lagartos y batracios, entre otros, a decir verdad su corpulencia no le permite manejar un menú de mayor tamaño, y mucho menos, seres humanos.

En el mismo contexto de la ?selva imposible? trasplantada a las antillas por la Allende, la obra citada hace mención de la presencia de mortales alacranes o escorpiones ponzoñosos y ranas venenosas, lo que nos deja la ligera impresión de encontrarnos en algunos puntos de Centroamérica ?Costa Rica, por ejemplo-, en cuyas selvas abundan variedades de batracios venenosos, letales al simple contacto.

Ciertamente, nuestros escorpiones producen urticantes picaduras que, sin llegar a extremos fatales, pueden ser sumamente dañinos para el ser humano; sin embargo, debemos acotar que la mayoría de estos tienen costumbres nocturnas y habitan en cuevas y escondrijos inexpugnables: No andan exhibiéndose, a la luz del día, en terrenos selváticos, persiguiendo y aterrorizando a fugitivos de novelas de ficción, como la que nos ocupa.

La autora medianamente acierta al incluir en la relación a nuestra tremebunda Tarántula ?o Cacata-, pero aquí debemos señalar que, a pesar de su terrorífica presencia, esta es ?más espuma que chocolate? y en la práctica no inflige grandes daños. Con esa sí podemos toparnos a cualquier hora y en cualquier lugar, en toda la isla Hispaniola.

Tampoco se hace mención de la presencia en varios puntos de la isla de los voraces cocodrilos (Crocodilus acutus) y diversas especies de Iguanas, cuya inserción en el texto de la obra pudo haber sido un punto a favor, en el interés de la autora de presentar el lado ?salvaje? e inseguro de la floresta insular.

Continuando con las incidencias de una desesperada fuga, en aras de salvar la vida en tiempos de esclavitud y rebelión, por ?selvas? y ?pantanos?, la Allende hace mención de aves tropicales de Centro y Sudamérica -como el Tucán- y de especies como el Buitre carroñero, que en realidad no forman parte de la avifauna de la isla. En el caso de éste último, a lo sumo podría hablarse de un familiar cercano conocido como Aura (Aura tiñosa) ?algunos le llaman ?Maura?-, que medra en sabanas y llanuras, cerca de lugares poblados y estancias ganaderas.

Por igual, descartamos la existencia ?ni en la época referencial de la obra ni en el presente- de variedad alguna de Monos en territorio de la isla. (En la obra, se menciona el uso de los supuestos primates para paliar el hambre de los fugitivos).

Finalmente, en lo que concierne a la vegetación imperante, obviamente las menciones y referencias están circunscritas a las especies del reino vegetal prevalecientes en el controvertido escenario de la ?selva imposible? que venimos enjuiciando, entre las que también reseña helechos y plantas epifitas como las bromelias y orquídeas, que tienen presencia relevante en los bosques de la isla.

-IV-

Estos ejemplos, tomados al azar, son una muestra de lo desastroso que puede ser para un escritor el abordar temas que no ha estudiado previamente y para los que no ha buscado la asesoría y documentación correspondiente.

He incursionado apenas en aspectos de índole geográfica, Historia Natural o que atañen a elementos de la flora y la fauna que, por la naturaleza de la isla que compartimos, son comunes a la realidad haitiana y dominicana o que siempre han estado presentes, como parte del relieve natural del territorio.

Una lectura somera del texto de la obra permite apreciar, además, la existencia de gazapos en el orden idiomático, lingüístico, religioso y cultural e incongruencias cronológicas e históricas. Pero ya eso es harina de otro costal, que de seguro habrá de ser analizada en el futuro con más propiedad por estudiosos y entendidos en esos asuntos.

Las empresas editoriales de prestigio cuentan en su nómina con personal altamente capacitado, que somete a la más implacable revisión los textos que han de ser publicados, no solamente en el aspecto meramente gramatical o lingüístico sino también en materia especializada, según cual sea la disciplina enfocada en la obra.

Esta labor permite descubrir y corregir, a tiempo, cualquier yerro, dislate o incongruencia, cometido por el autor, de tal suerte que la obra pueda salir a la luz pública con la bendición del gran público y sin el bochorno de aquellas ?Fe de erratas? de tan desagradable recordación.

Obviamente, la responsabilidad principal de una publicación recae de manera directa sobre su autor, quien debe velar hasta el último detalle, para que su obra llene a cabalidad los requisitos de calidad, veracidad y objetividad, tal y como se lo merece el público lector. Además, el escritor es el más llamado a consultar las fuentes de su investigación, verificar la fiabilidad de dichos datos, comprobarlos, en el terreno y someter el grueso de su trabajo al tamiz de un acucioso especialista en la materia de que se trate.

Me temo que en la voluminosa novela ?La Isla bajo el Mar?, de la laureada escritora chilena Isabel Allende, no se siguió a pie juntillas este procedimiento o las fuentes consultadas por ella también adolecen del error de opinar sobre una realidad que se desconoce.

Recuérdese que, en su momento, el acucioso escritor peruano Mario Vargas Llosa, se trasladó a Santo Domingo y permaneció en el país en el transcurso de una extensa jornada durante la que consultó fuentes, desempolvó libros, periódicos y revistas, entrevistó personas, y visitó lugares; todo ello en aras de documentar y ?pulir? debidamente la que habría de ser su obra más fecunda y en la que analiza aspectos relevantes de la historia dominicana durante la llamada ?Era de Trujillo?: ?La Fiesta del Chivo?

Y de ñapa, se hizo asesorar y escuchó humildemente las sugerencias y consejos de José Israel Cuello y Lourdes Camilo de Cuello (el uno, profundo conocedor de los entretelones de la dinámica histórica, política y social del pueblo dominicano y ella, consagrada maestra, experimentada lingüista y eficiente correctora de estilo), quienes dispusieron sus conocimientos y habilidades para dotar a la obra en cuestión de un sabor local y adecuarla a la idiosincrasia de la gente y, fundamentalmente, a la realidad histórica del país en la época reseñada.

Y aún así, se ?colaron? unos cuantos modismos y términos coloquiales con evidente timbre sudamericano que, por suerte, pasaron desapercibidos para la mayoría, ante la aplastante calidad de la citada obra.

Aquí entre nos, pienso que a la afamada escritora chilena le hizo falta un ?viajecito? a la hermana República de Haití, para ambientar mejor algunos aspectos geográficos históricos y medioambientales y gestionar una más acertada fuente bibliográfica, que bien pudo encontrar en cualquier biblioteca de ese país.

-v-

El triunfo del alzamiento de los esclavos, obtenido a base de un baño de sangre que echó por tierra los cimientos del régimen colonialista y el poderío de los colonos y hacendados, motivó el éxodo masivo de aquellos que pudieron salvarse, hacia otros lugares en las islas adyacentes, en otros puntos de América o de regreso a Francia.

Acorde al itinerario seguido por los personajes centrales de la obra, el escenario se transforma, desde una primera etapa transitoria en Cuba, hasta finalizar redituando los negocios de explotaciones cañeras, en la continuación de una miserable e inhumana vivencia esclavista, en territorios de Luisiana, en el sureste de Norteamérica que, en la época en que discurre la novela aún se mantenía como una colonia, dependiente de la corona española y luego de Francia.

La trama central del relato se empantana por momentos, en aspectos incidentales en que aborda un tema poco convencional como lo es el de las relaciones sentimentales entre miembros de una misma familia, lo que, de seguro, pondrá a rasgarse las vestiduras a más de un ortodoxo y puritano.

A pesar de estos sobresaltos, en la parte final de la novela se pierde un poco el interés por el desenlace, situación de la que podemos salir a flote sólo gracias al magistral manejo descriptivo de la creativa escritora chilena, quien, como siempre, le imprime su sello personal ?y sensual- a sus habilidosas creaciones literarias.

De todas maneras, -y a pesar de lo expuesto hasta este punto-, que nadie se llame a engaño: Isabel Allende es y seguirá siendo mi musa. Y su estrella seguirá brillando refulgente, en un firmamento en el que solo le acompañan nuestra Julia Álvarez y la colombiana Laura Restrepo. Las puntualizaciones críticas señaladas aquí son solo eso: Dislates. Gazapos. Documentación inexacta. Errores y faltas que cualquier escritor ?consagrado o principiante- puede cometer. Y rectificar.

Ojalá haya más suerte, en la próxima obra!!

sergioreyII@hotmail.com

10/02/2009; 7:00 p.m. NYC.

2009-10-06 17:28:26