Cultura

Huella Territorial: la geografía sensible de Rubén Carrasco

Rubén Carrasco , Elizabeth Guzmán y Fernando Sánchez. Directores de Amicus Art Gallery

En “Huella Territorial”, presentada recientemente en Amicus Art Gallery (Nueva York), el artista visual dominicano Rubén Carrasco convierte el paisaje en un cuerpo que respira. No se trata de una geografía delimitada por coordenadas, sino de un territorio expandido, habitado por la memoria, el tránsito y la ausencia. Cada obra es un eco, un rastro: un intento por registrar lo que el tiempo borra y lo que la experiencia imprime sobre la piel del mundo.

Desde la curaduría de Fernando Sánchez Abreu, la exposición se concibió como una cartografía poética, donde el espacio expositivo se transforma en una topografía emocional. Las piezas —tejidas entre la abstracción y la figuración— despliegan una materia que se superpone, se disuelve y reaparece, como si la memoria misma necesitara de estratos para revelarse. Rubén Carrasco trabaja con una técnica mixta que conjuga pigmentos, veladuras, y texturas orgánicas; el resultado es una superficie que parece contener aire y profundidad, un territorio que late.

El visitante no camina por una muestra tradicional: “Huella Territorial” propone un recorrido sensorial, una experiencia en la que lo visible y lo simbólico se entrelazan. El territorio no se mira, se escucha. No se observa, se habita. Esa condición inmersiva no proviene de la tecnología sino de la sensibilidad pictórica: cada obra es un fragmento de viaje, una zona de contacto entre lo íntimo y lo colectivo.

En palabras del artista, “quise proponer un mapeo sensible de las memorias inscritas en el territorio”. Ese mapeo se traduce en un lenguaje que rehúye la literalidad: Carrasco pinta las ausencias, las migraciones, las raíces desdibujadas por el desplazamiento. Sus huellas no son marcas del pasado, sino vibraciones del presente, recordatorios de que la identidad es un territorio en permanente construcción.

En un contexto global marcado por el desplazamiento y la pérdida de pertenencia, “Huella Territorial” adquiere una resonancia política y humana. Las obras no sólo representan la relación entre cuerpo y tierra, sino que nos interpelan: ¿qué parte de nosotros queda en los lugares que habitamos, y qué parte de esos lugares continúa en nosotros?

La exposición se convirtió, así, en una invitación al silencio y a la escucha; un espacio donde la pintura se comporta como un lenguaje primario, casi arqueológico. El gesto de Rubén Carrasco no busca imponer una forma, sino revelar una sensación: la certeza de que toda huella —territorial, emocional o simbólica— es una prueba de existencia.

“Huella Territorial” no se cierra en sí misma; se expande, como el eco de una voz que persiste. En la frontera entre lo tangible y lo invisible, Rubén Carrasco traza su mapa: una geografía del alma.

La Peque prik72@gmail.com