Cultura, De Hombres, Mujeres y Cosas, Mi Voz, Opiniones, Portada

LA BATALLA DE SAN MARINO

Teófilo Lappot Robles

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

En la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) ocurrieron muchos acontecimientos que no se les ha dado la misma importancia que a otras cuestiones de esa devastadora conflagración bélica que configuró el mapa del poder mundial. Las crónicas y ensayos de esa etapa de la humanidad tienen vacíos discriminatorios en contra de los pequeños.

Lo anterior no significa que en territorios diminutos y de poca población no ocurrieron hechos de proyección significativa, sobre todo al final de ese gigantesco conflicto armado que provocó la muerte de más de cincuenta millones de personas, según las estadísticas más confiables.

Un ejemplo es San Marino. Las crónicas de la antigüedad lo colocan como el primer lugar en la tierra donde se fundó un Estado, con las características jurídicas y sociales que conocemos hasta hoy.  

Ese hecho trascendental ocurrió en el año 301, teniendo como principal inspirador a un tenaz obrero de canteras de origen croata de nombre Marino. Sus biógrafos lo describen como un ermitaño católico que paradójicamente tenía gran encanto para atraer a seguidores.

Se había refugiado allí dejando atrás las costas de la región de Emilia-Romaña, como   muchos otros huyendo unos de la persecución del Imperio Romano y otros del Papado, que entonces tenía un poder mundano nada desdeñable. Desde el referido 301 hasta el presente (más de 1,700 años) los sanmarinenses han demostrado una sorprendente vocación de libertad.

Vale recordar, como digresión necesaria, que San Marino tuvo que esperar pacientemente 1560 años para ser reconocido como un Estado Soberano. Fue Abraham Lincoln el primero en hacerlo, en el 1861, ocasión en la que el decimosexto presidente de los EE.UU. dijo textualmente: “Aunque su dominio es pequeño, su Estado es sin embargo uno de los más honrados en toda la historia”.

Su pequeñez territorial, su poca población (ahora son menos de cuarenta mil habitantes), sin aeropuertos, ni puertos ni trenes en vez de ser una desventaja ha resultado para ellos un muro defensivo inexpugnable, pues les ha permitido desarrollar unas tácticas diplomáticas eficaces para sus intereses frente a todos los frentes externos que durante tanto tiempo han tenido.

Eso le sirvió de ayuda cuando siendo neutral sufrió un despiadado bombardeo aéreo de los británicos en junio de 1944, hecho por encima de señales bien visibles de que estaba al margen de las partes beligerantes, lo que dio origen a reclamos indemnizatorios que después de mucho escarceo se cerró con una compensación económica. Fue bajo el premierato de Churchill y él siempre sostuvo que fue un error.

Pero volviendo a la discriminación en perjuicio de los pequeños que estaban entre los que ganaron en dicha guerra debo señalar que en esa suerte de opacidad informativa está la batalla de San Marino, tratada de soslayo por los manuales de historia. Generalmente cuando la mencionan sólo se refieren a los países poderosos de los Aliados o del Eje.  

Ese enfrentamiento armado en San Marino, especialmente con infantería y caballería mecanizada, duró cuatro días (del 17 al 24 de septiembre de 1944). Hubo fuego infernal en el campo de batalla de ese territorio montañoso de apenas 61 kilómetros cuadrados. Especialmente en el Monte Titano y sus laderas. De los sanmarinenses nada se dice, bajo el alegato de que eran en ese momento técnicamente neutrales.

El resultado, al igual de lo que días antes ocurrió (del 13 al 21 del mismo mes y año) en Rímini, a unos 20 kilómetros de San Marino, fue en favor de los Aliados. Ya el llamado Tercer Reich creado por Hitler 1933 iba en una pendiente enjabonada hacia su sangriento final.

Lo cierto es que la batalla de San Marino fue un punto importante en la ruta que marcó la derrota de los nazis y sus socios, entre los que estaba el italiano creador del fascismo Benito Mussolini, fusilado el 28 de abril de 1945.

Horas después del triunfo de los Aliados sobre el Eje en su territorio la República de San Marino le declaró la guerra a Alemania. Esa decisión se mantuvo hasta después de la batalla de Berlín, que puso fin al régimen encabezado por Hitler.

Esa histórica y valiente decisión convirtió a ese pequeño país, enclavado en el norte de la península itálica, en uno de los Estados que salieron triunfantes en la Segunda Guerra Mundial.

Ha sido una mezquindad de muchos historiadores disociar las consecuencias de la batalla de San Marino con el éxito de la batalla de Berlín, esta librada del 16 de abril de 1945 al 2 de mayo del mismo año, en la cual los mariscales soviéticos Zhúkov, Chuikov, Kónev y Konstantín, el coronel general Berzarin y otros les dieron el puntillazo final a los nazis.

Dicho eso al margen de que algunos falsos sabios miden el resultado de las contiendas bélicas en función del músculo militar, sin pensar que hay otros factores importantes.

Winston Churchill, que fue un genio político y militar, era contrario a ese pensamiento chato. Lo demostró en momentos muy difíciles para los Aliados (cuando “los panzer” nazis arrasaban en gran parte de Europa). Fue cuando reveló su firme voluntad que cristalizó en victoria: “Seguiremos hasta el final” (we shall go on to the end).

Pero las hazañas del micro Estado de San Marino no comenzaron con la batalla que lleva su nombre. Otros hechos de su largo pasado también ayudan a comprenderlo mejor. Cuando Napoleón Bonaparte ocupó en marzo de 1796 el norte de Italia en vez de hostilizar a ese pequeño territorio enclavado en los montes Apeninos y cercano a la costa del mar Adriático, lo que hizo fue ofrecerle un corredor de 10 kilómetros de tierra para que tuviera acceso al mar.

Los dirigentes sanmarinenses, desechando el cortoplacismo y pensando más allá de los efectos de ese momento, agradecieron tan generosa oferta, pero la declinaron diciéndole sabiamente a Napoleón que no tenían ambiciones territoriales.

 Esa decisión le redituó luego la seguridad de que han gozado. Por eso en las conclusiones de un congreso celebrado en Viena, Austria, en el 1815, para sancionar a los países que obsequiosamente se vincularon a ese controversial personaje, los dirigentes participantes (británicos, prusos, austríacos y franceses) excluyeron a San Marino.

En el 2008 la Unesco declaró el centro histórico de San Marino y el Monte Titano Patrimonio Mundial, tomando en consideración el valor histórico y arquitectónico de sus murallas, torres, bastiones, conventos, puertas y su basílica de estilo neoclásico y por otros monumentos más que centenarios que allí existen.

Su robusta democracia ha sido posible merced a que su dirigencia no se ha dejado arrastrar por las mieles del poder y junto a la población han desarrollado un sistema rotativo de gobernanza, inmune a la frase que en su obra titulada “Así hablaba Zaratustra” dijo el filósofo alemán Friedrich Nietzsche: “Siempre que encuentro a un ser vivo descubro una voluntad de poder.”

Tal vez por eso Giovanni María d´Avossa, un experimentado diplomático sanmarinense, al hablar de su país, dijo que: “San Marino posee un sentimiento democrático muy profundo, vinculado el concepto griego de democracia. Era algo que estaba metido en la conciencia de la comunidad”.

teofilo lappot

teofilolappot@gmail.com

#San Marino