POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Como si fuera un ritornelo con signos de fatalidad que la historia le tiene reservado al mar Caribe, hoy en la parte sur de sus aguas los poderosos Estados Unidos de Norteamérica tienen en posición de combate tres destructores, dos navíos de desembarco, una nave anfibia, un buque de combate en litoral y un crucero de gigantescas dimensiones, presumiéndose además que en ese convoy de guerra hay varios submarinos.
Por eso ahora es oportuno señalar que ese cuerpo de agua salada siempre ha sido una zona de gran valor estratégico para países grandes y pequeños, considerando que las fronteras generalmente no se limitan a lo geográfico, sino que transcienden la esfera económica y política.
Por los acontecimientos de gran intensidad que se produjeron siglos atrás en esta zona de la tierra el mar Caribe fue un punto de inflexión tanto en la geografía como en la cartografía del mundo.
Una inquieta mirada a los grabados calcográficos (usados antes de existir la litografía) permite comprobar la importancia que tuvo el mismo en la redefinición de los siempre variables mapas de la tierra. Así lo demuestra con abundancia de pruebas el académico inglés Philip Parker, especialista en historia de la Antigüedad tardía y la Alta Edad Media. (Atlas de los Atlas. Editorial Blume, Barcelona, España, 2023).
Algunos estudiosos del pasado de la humanidad sitúan su importancia como vía marítima de occidente a más de dos mil años antes de la era cristiana y se afincan para eso en múltiples pruebas. Otros rechazan rotundamente eso, pero no aportan pruebas para sustentar su negativa.
Sobre esas controversias emitió su ponderada opinión un profesor emérito de Historia de la Universidad de Cambridge: “La naturaleza de los habitantes de la región del mar Caribe ha suscitado una infinidad de debates, y cada vez está más claro que los arqueólogos han subestimado la complejidad del Caribe precolombino.” (Un mar sin límites.P722.Editorial Planeta, Barcelona, 2021. David Abulafia).
Incontables son los hechos espantosos que a lo largo del tiempo se produjeron en sus aguas. En su fondo o superficie sólida hay una pesada alambrada tejida por acciones infames de criminales de todos los pelajes. La codicia de muchos convirtió durante siglos al mar Caribe en un enorme cementerio marino.
Con la llegada de Cristóbal Colón en el 1492 a esta parte del mundo fue que en Europa y Asia se conoció la existencia del mar Caribe. Sobre el mismo navegaron durante siglos cientos de barcos cargados de esclavos africanos e indígenas, y también navíos con sus bodegas repletas de riquezas (oro, maderas preciosas, etc.) en ruta hacia los entonces imperios europeos que se disputaban el control de lo que en el año 1507 el cartógrafo y geógrafo franco-alemán Martin Waldseemüller denominó como el “Nuevo Mundo”.
Un autor dominicano escribió al respecto que: “El Caribe está entre los lugares de la tierra que han sido destinados por su posición geográfica y su naturaleza privilegiada para ser fronteras de dos o más imperios…Los pueblos del Caribe han llegado en el pasado, y sin duda están dispuestos a llegar en el porvenir, a todos los límites con tal de verse libres de sometimientos a que los han sujetado y los sujetan los imperios.” (Obras completas. Tomo XIII. Historia del Caribe.Pp.7 y 9. Impresora Serigraf, 2009.Juan Bosch).
La reflexión anterior está cargada de certeza porque desde comienzos del siglo XVI hasta bien entrada la centuria del XVIII el mar Caribe fue escenario de guerras navales de antiguas potencias europeas; así como un lugar geográfico habitual donde filibusteros, bucaneros y truhanes con patente de corso cometieron crímenes abominables y grandes robos en diversos puntos de sus agitadas aguas, las que el poeta dominicano Miguel Alfonseca, en su poema Canto del Mar, definió como «extensas planicies salobres”.
Vale recordar que uno de los desembarcos más estrepitosos, de los muchos ocurridos en aguas caribeñas, se produjo en nuestra tierra en el 1655. Miles de soldados ingleses fueron vencidos. Estaban dirigidos por el general Robert Venables y el almirante William Penn, cumpliendo órdenes del terrible Oliverio Cromwell. Con la vergüenza de su derrota encima siguieron rumbo a Jamaica, isla antillana que sí conquistaron.
Por otro lado es pertinente señalar que uno de los convoyes más famosos (32 barcos) que navegaron en el pasado por las aguas del mar Caribe fue encabezado por el gobernador colonial Nicolás de Ovando. Llegó a lo que hoy es la República Dominicana el 15 de abril del 1502.
De esos bajeles y navíos escribió un historiador español lo siguiente: “…se reunieron en la Gomera, se repararon y se aprestaron parar zarpar rumbo a la desembocadura del río Ozama…cinco se fueron a pique en el puerto de Santo Domingo”. (La gran armada colonizadora de Nicolás de Ovando.ADH.Pp219-222. Esteban Mira Caballos).
Del mar Caribe fue que zarpó la embarcación que en el 1513 llevó al terrible conquistador español Juan Ponce de León a Florida, en el sureste de EE.UU., buscando la “fuente de la juventud”, un supuesto manantial de aguas milagrosas que le devolverían al rey Fernando II de Aragón la virilidad que según las crónicas del pasado había perdido.
Fue en esa extensión del océano Atlántico, tratada en esta crónica, que el siniestro corsario inglés Francis Drake cometió sus mayores crímenes. El 11 de enero de 1586 penetró a la ciudad de Santo Domingo, matando y robando a su antojo durante un mes. Usó la Catedral como su residencia temporal, despojándola de hasta sus campanas. Para abandonar la hoy capital dominicana, el 10 de febrero del indicado año, exigió un rescate en efectivo que fue recolectado entre la población.
En febrero de 1586 atacó Cartagena de Indias, la gran ciudad del caribe colombiano. Allí llegó con 25 embarcaciones, por mandato de la reina Isabel I de Inglaterra. Después de perpetrar una cadena de crímenes y robos de oro y otras riquezas salió de La Heroica el 31 de marzo de dicho año.
En Puerto Rico ese azote de poblaciones situadas en el mar Caribe también consumó crímenes atroces y robos en noviembre de 1595. A Panamá llegó en dos ocasiones: primero en 1572, cometiendo crímenes y robo, que era su tenebrosa costumbre. Volvió en 1596. Fue derrotado en Portobelo, ciudad portuaria del caribe panameño, frente a cuyas costas murió el día 28 de enero de ese año. Su cuerpo fue metido en un ataúd de plomo y echado a las aguas caribeñas que tanto ensangrentó.
El mar Caribe no estuvo exento en el siglo pasado de conflictos, puesto que en la Segunda Guerra Mundial se enfrentaron submarinos de Alemania e Italia (países que junto a Japón integraban lo que se denominó El Eje) con sumergibles de Gran Bretaña y EE.UU. imperios que formaban parte, junto con Rusia, de lo que se conoció en esa conflagración bélica como Los Aliados.
Puede decirse sin faltar a la verdad que el mar Caribe fue la primera plataforma marina que usó Vasco Núñez de Balboa antes de llegar al punto costero de Panamá desde donde avistó y penetró, de este lado del mundo, al vasto océano Pacífico (el más grande de la tierra) que él bautizó como “Mar del Sur”.
Finalmente debo apuntar que muchas de las anotaciones del botánico y geólogo alemán Alexander von Humboldt sobre sus exploraciones en América (1799-1804) están conectadas en sus detalles con el mar Caribe.
teofilo lappot