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DESPUÉS DEL GRITO DE CAPOTILLO

Teófilo Lappot Robles

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

Después del grito de Capotillo ocurrieron en el país hechos de gran envergadura y surgieron personajes que transformaron para siempre la historia dominicana.

Además, se crearon pautas que, sin saberse entonces, sirvieron como antecedentes para aplicarse en las luchas liberadoras de otros países en diferentes lugares de la tierra, tal como así lo recogen manuales clásicos de la historia militar mundial.

La gobernanza de los anexionistas se convirtió en un desastre a partir de aquella hazaña dominicana, pues no pudieron crear y sostener decisiones que permitieran apuntalarlos frente a la dura y merecida realidad a que se enfrentaban. La monarquía de España tampoco pudo controlar sus tropas ni el personal civil de apoyo. Fue una debacle para ese imperio, que en realidad ya estaba en un proceso de declive.

El grito de Capotillo provocó que el 24 de septiembre de 1863 destituyeran al capitán general y gobernador Felipe Rivero Lemoine. Nombraron en su lugar al ceutí Carlos de Vargas Cerveto, que apenas duró 6 meses en dicho cargo. A ese lo sustituyó el 31 de marzo de 1864 el aragonés José de la Gándara Navarro, que ya restaurada la soberanía dominicana se fue  el 11 de  julio de 1865, y con él las tropas españolas derrotadas. Este  postrer jefe fue una especie de “último mohicano”, como en la novela del estadounidense James Fenimore Cooper.

Los acontecimientos militares y políticos que siguieron al grito de Capotillo demostraron que el pueblo dominicano tenía la razón, lo que en ese caso permitió que triunfara.  Fue una etapa definitoria de lo que somos como nación.

Se puede decir que después del aldabonazo dado el 16 de agosto de 1863 en ese cerro histórico enclavado en el noroeste se puso en práctica, en términos generales, lo que en el siglo XVI el escritor y filósofo francés Michel de Montaigne describió como “la fortuna siguiendo a la razón”.

Después del grito mañanero de Capotillo las fuerzas enfrentadas entraron en una escala envolvente de lucha que concluyó un año y meses después con el triunfo definitivo de una heteróclita unión de combatientes y aportantes restauradores en la que había jornaleros a destajo (que eran reales habitantes de la intemperie), pequeños agricultores, comerciantes, políticos, hombres dedicados a importaciones y exportaciones de productos y/o mercancías, intelectuales y héroes que habían consolidado la Independencia Nacional.

También surgieron, o afianzaron sus nombres en la historia dominicana, muchos jefes militares. Entre decenas de ellos menciono de manera limitativa a Santiago Rodríguez, Gregorio Luperón, Benito Monción, José Cabrera, José María Cabral, Benito Martínez, José Antonio Salcedo, Federico de Jesús García, Eusebio Manzueta, Marcos Adón, Pedro Antonio Pimentel, Pedro Florentino, Antonio Guzmán, Gregorio de Lora, Manuel Rodríguez (El Chivo) e Ignacio Reyes.

Como importancia histórica cabe señalar que cuatro días después del grito de Capotillo apareció en las filas de los restauradores el general Gaspar Polanco, una figura impactante que hasta ese momento no había estado en su línea de mando, pues era de los colaboradores en la reserva de los anexionistas.

Ese personaje de destino inclasificable organizó a cientos de hombres armados que en una hábil operación de pinza, en una franja que cubría desde la llanura de Esperanza, Peñuela y Maizal hasta el piedemonte de Jicomé, en la cordillera septentrional, se posicionaron para enfrentar y derrotar, como lo hicieron, en un lugar llamado La Barranquita, Guayacanes, a los anexionistas que se movían como refuerzos en apoyo del brigadier en fuga Manuel Buceta del Villar.

El general Gaspar Polanco tenía singulares habilidades de táctico y estratega militar. Eso lo convirtió rápidamente en el máximo jefe militar de los restauradores. Logró el 6 de septiembre de 1863 arrebatar a los anexionistas la ciudad de Santiago de los Caballeros. Luego los intrusos en escape desordenado fueron perseguidos tenazmente hasta Puerto Plata, por la antigua ruta de Las Lavas.

Ocho días después del referido triunfo surgió, el 14 de septiembre de 1863, el primer gobierno en arma de los restauradores.

Es oportuno decir que aunque en época de guerra los hombres de armas tienen el mayor protagonismo, en el caso de la Restauración muchos civiles alcanzaron niveles de proceridad, entre ellos, por sólo mencionar tres, Ulises Francisco Espaillat, Pedro Francisco Bonó y Benigno Filomeno de Rojas.

Fue enorme la importancia militar y política que tuvo Gregorio Luperón después de los acontecimientos del grito de Capotillo; a pesar de que su vida estuvo salpicada de altibajos y cavilaciones hasta el mismo día de su muerte, ocurrida el 21 de mayo del año 1897 en su natal Puerto Plata. Dicho eso aunque algunos han querido mellar la sustancia de sus méritos patrióticos.

En una de sus narraciones el periodista Manuel F. Cestero anotó, refiriéndose a la etapa en que ya la soberanía dominicana había sido restaurada, que: “El general Gregorio Luperón era el árbitro de los destinos de la República. Quienquiera que gobernara el país necesitaba, cuando menos, contar con las simpatías de Luperón para gobernar en paz”. (Narraciones. AGN. Editora Búho, 2022.P.295.MFC).

El patricio Ramón Matías Mella también forma parte de la galería de grandes personajes de la Restauración. A Santana, en su condición de primer capitán General y Gobernador de la neo colonia que surgió de la anexión, le hizo saber lo siguiente: “Ha llegado el caso de recordarle por medio de esta carta que no soy súbdito de Su Majestad Católica ni he trocado ni deseo trocar mi nacionalidad por otra alguna, habiendo jurado desde el día 27 de febrero de 1844 ser ciudadano de la República Dominicana”. (Carta de Mella a Santana. 3 de julio de 1861).

Comenzando el 1864 Mella fue designado ministro de guerra del gobierno provisional restaurador. También fue nombrado vicepresidente de la República poco antes de morir en su lecho, en la ciudad de Santiago de los Cabaleros, el 4 de junio de dicho año.

Otro personaje que incrementó su bizarría después del grito de Capotillo fue el héroe independentista y restaurador José Antonio (Pepillo) Salcedo.

Pero por respeto a la verdad histórica debo decir que no todo fue color de rosa entre los dirigentes militares y civiles de la Restauración. Basta uno de tantos casos para poner de relieve esa verdad rotunda.

El valiente Pepillo Salcedo, primer presidente restaurador, fue víctima fatal de la maledicencia de unos cuantos, principalmente Gaspar Polanco, que ordenaron su fusilamiento en octubre de 1864. Tenía 48 años de edad. A casi 160 años de aquel magnicidio su muerte sigue cayendo como una plomada sobre el movedizo y turbio cenagal de la política dominicana.

En defensa de su memoria escribió el general, poeta y mártir Manuel Rodríguez Objío lo siguiente: “Al sucumbir Salcedo bajo el cuchillo de la sospecha, los verdaderos culpables temblaron en su retiro y las intrigas reaccionarias desmayaron hasta dejar el campo libre a los patriotas”. (Obra recopilatoria titulada Relaciones. Editora Montalvo, 1951. P.84. MRO).

Un acucioso historiador, al analizar el crimen contra Pepillo Salcedo, valoró a ese prócer independentista y restaurador así: “El caído, sin embargo, en ningún momento había dejado de ser un entero patriota, con la mente sobrepuesta a todo mezquino interés…” (Diccionario Biográfico-Histórico Dominicano.P486. Editora de Colores, 1997. Rufino Martínez).

También es oportuno expresar en esta crónica que el general José María Cabral dirigió a los restauradores que triunfaron en la batalla de La Canela (4 de diciembre de 1864), en el sur del país. Los anexionistas enviados a Neiba por el general de origen dominicano Eusebio Puello de Castro fueron derrotados de manera aplastante en ese histórico lugar.

El general y poeta Manuel Rodríguez Objío tuvo un digno papel fuera y dentro del país en contra de la anexión. Contribuyó con su intelecto a la formación el Partido Azul, que al principio simbolizaba las esencias de la causa restauradora. Nunca dejó de ser un patriota restaurador. Por intrigas políticas y por defender la patria sufrió prisión y fue fusilado el 18 de abril de 1871 por órdenes de Buenaventura Báez, en particular porque aquel se oponía al propósito proditorio de este de entregar la soberanía nacional a los EE.UU., para lo cual ya había hecho una especie de preacuerdo con el general Ulysses S. Grant, entonces presidente de dicho país.

Pedro Alejandrino Pina fue un restaurador mucho antes del grito de Capotillo y después también. En agosto de 1865 tuvo una notoria participación en la Asamblea Constituyente, realizando aportes formidables en línea con su visión política.

En resumen, el grito de Capotillo fue un parteaguas en la historia nacional, convirtiéndose en la fragua que consolidó las fibras patrióticas del pueblo dominicano.

teofilo lappot

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