Por Teófilo Lappot Robles
Antes del histórico grito de Capotillo, el 16 de agosto de 1863, cuya consecuencia directa fue la Restauración de la República (en sí misma la más elevada manifestación de la lucha del pueblo dominicano por la conquista de su soberanía), se produjeron varios acontecimientos en diferentes lugares del país que marcaron la voluntad del pueblo dominicano de enfrentar con las armas a los anexionistas de aquí y de España.
En términos formales el crimen de la anexión a España se produjo el 18 de marzo de 1861. La República Dominicana sólo tenía 17 años de existencia cuando mediante una acción inicua, basada en una cascada de falsedades, había sido borrada del mapa de los países libres.

De inmediato comenzaron acciones bélicas para restaurar la soberanía nacional, tal y como se comprueba en el hecho de que doce días después de aquella fatídica decisión los patriotas Francisco del Rosario Sánchez y José María Cabral, desde su exilio en la isla de Saint Thomas, pusieron en alerta al país para que repeliera a los neocolonialistas nativos y extranjeros.
El 2 de mayo de 1861 los patriotas José Contreras, Cayetano Germosén, José Inocencio Reyes y otros tomaron la fortaleza de Moca. La mayoría de ellos fueron fusilados poco después por órdenes del gobernador neocolonial Pedro Santana. Sánchez y Cabral, junto a un contingente de combatientes, vinieron a enfrentar la situación. Penetraron por la frontera sur el primero de junio del referido 1861.
Es decir, que desde los primeros días de la susodicha anexión ocurrieron hechos significativos que marcaron el curso de los años siguientes. Pero en esta ocasión sólo me referiré a las acciones significativas de los días, semanas y meses anteriores al histórico grito de Capotillo.
Pertinente es decir al respecto que desde que el joven Gregorio Luperón retornó en el 1863 de su exilio, con una escala en Jamaica, y se internó de nuevo en los campos de Sabaneta, en el corazón de la Línea Noroeste, utilizando el nombre del fallecido médico homeópata Eugenio, comenzó de lleno la lucha que daría al traste con la anexión que Pedro Santana y sus seguidores hicieron en el dicho año 1861 en favor de España, con lo cual cercenaron así la soberanía dominicana.
En Neiba y Cambronal varios moradores encabezados por los señores Cayetano Velázquez y Manuel Chiquito hicieron, el lunes 9 de febrero de 1863, una rebelión popular que duró sólo siete horas. Fue desbaratada por los españoles y sus cipayos criollos; pero dejó una huella de rebeldía popular que algunos han pretendido sepultar en la hojarasca del olvido.
Con la aludida acción de Neiba quedó cumplido lo que semanas antes había previsto el que dirigía entonces el país anexionado en calidad de gobernador y capitán general Felipe Rivero Lemoine, militar español hijo de padre argentino y madre boliviana quien (como si fuera en su momento el virrey del Alto Perú, José Manuel de Goyeneche trotando en su caballo predilecto) olfateó el desastre que se avecinaba para los intrusos.
Unos autores cubanos puntualizaron la singularidad neibera así: “…Fuera una u otra la causa lo cierto es que llevó a cabo la primera acción pública de los insumisos…” (El Alzamiento de Neiba. Febrero de 1863.P.27.AGN.Editora Búho, 2012. José Abreu Cardet y Elia Sintes Gómez).
En Santiago de los Caballeros, en febrero de 1863, comenzó a gestarse un movimiento rebelde abanderado por los señores Julián Belisario Curiel, Juan Antonio Alix, Ignacio Reyes, José Vidal Pichardo y otros. Pronto fueron descubiertos, tomando nota de eso el general José Hungría, alto funcionario regional del gobierno de la anexión.
Horas después de los referidos acontecimientos en la segunda ciudad del país, Gregorio Luperón lanzó una proclama desde el poblado de Sabaneta, señalando que los dominicanos tenían que abrir “los ojos para salir del desengaño”, añadiendo que “nos han engañado, que han sacrificado nuestra libertad, por lo que todos unidos y de acuerdo debemos decir: ¡Viva la libertad!”
En el lugar de Guayubín el destacamento español denominado San Marcial se rindió por breve tiempo a los restauradores Lucas de Peña y los hombres bajo su mando.
El 21 de febrero de 1863 hubo un alzamiento en el pueblo de Sabaneta. No pudo consolidarse por causas de fuerza mayor. Con prescindencia de otros hechos fallidos días después los combatientes restauradores ocuparon las ciudades de Montecristi y Dajabón, doblegando a los anexionistas.
Es necesario decir que los jefes de ocupación brigadier Manuel Buceta y su asistente el coronel Juan Campillo se impusieron esa vez. Cometieron todo tipo de tropelías. Ordenaron que una pantomima de tribunal militar condenara a muerte en ausencia a Luperón.
También fusilaron entonces a Eugenio Perdomo, Pedro Ignacio Espaillat, Carlos de Lora y otros patriotas restauradores. Pero ya estaba echada la semilla de la lucha sin tregua de los dominicanos.
Al lograr sofocar en ese momento la rebeldía de los restauradores los anexionistas intensificaron sus múltiples fechorías en las aldeas habitadas a ambos lados del río Masacre, lo que no hizo más que incrementar la insurrección, tal y como después dejó escrito un alto jefe militar español, al señalar que:
“Escaso fue el acierto de la disposición e inoportuna e imprudente la medida. Ella dio a los conspiradores dominicanos agentes eficaces y a los pelotones rebeldes un contingente valiosísimo…” (Anexión y Guerra de Santo Domingo, 1884. General José de la Gándara).
El arriba mencionado Rivero Lemoine, pretendiendo atajar lo que avizoraba, trató de confundir a la población en una alocución del 18 de junio de 1863, en la cual dijo: “Aquí no hay vencidos ni vencedores; todos son dominicanos que entran en una nueva vida de fraternidad bajo el regio manto que los ampara”. (Historia de la dominación y última guerra de España en Santo Domingo. SDB. Editora Sto. Dgo., 1974.P123.Ramón González Tablas).
Teofilo Lappot teofilolappot@gmail.com
#Grito de Capotillo #Gregorio Luperón