Por Teófilo Lappot Robles
Juan de Esquivel hizo presencia por primera vez en esta tierra cuando llegó acompañando al almirante Cristóbal Colón en su segundo viaje al entonces llamado Nuevo Mundo en el 1493. Volvió a España y allá demostró su talante de hombre implacable contra sus adversarios en la rebelión de los musulmanes mudéjares en el reino de Granada (1499-1501). Los combates fueron librados en la zona de la Alpujarra, entre Granada y Armería.
De manera que ya tenía fama de jefe militar duro, dueño de una violencia extrema (era un hidalgo), cuando fue reclutado en Sevilla, la capital del sur español, para formar parte de la famosa escuadra encabezada por Nicolás de Ovando, que salió de España en el 1501, con el propósito de continuar la conquista y colonización de esta parte de la tierra.

Crímenes en Higüey
Pasó a la historia colonial como el personaje más siniestro de todos los que pisaron el cacicazgo de Higüey. Uno de los hechos feroces de Juan de Esquivel y sus secuaces fue matar a mansalva a cientos de aborígenes en la isla Saona, llamada en la era precolombina como Adamanay. También sometió a esclavitud a los que sobrevivieron, obligándolos a realizar trabajos penosos.
Es oportuno decir que lo que aceleró el fin de la población aborigen de ese territorio fueron, como bien escribió un distinguido historiador y jurista higüeyano:
“Los abusos cometidos por unos españoles contra algunos indios que cargaban cazabe en una barca para llevarlo hasta una carabela que se encontraba en la isla Saona, y la muerte del cacique de esta isla, despedazado por un perro…” (Clío No. 182.Año 2001. La conquista del cacicazgo de Higüey. Pp 11-74. Amadeo Julián Cedano).
La verdad monda y lironda es que fue Juan de Esquivel, como esbirro del gobernador colonial Nicolás de Ovando, el principal exterminador de los seres humanos que ocupaban gran parte del sureste de lo que ahora es la República Dominicana.
Eran de los últimos indígenas que en esta tierra caribeña quedaban insumisos al avasallante poder de los conquistadores españoles. El gran cacique Cotubanamá fue una de sus víctimas más destacadas. Ordenó que lo trasladaran a la ciudad de Santo Domingo, donde fue ahorcado en una plaza pública.
Durante diez terribles meses (1504-1505) llevó a cabo una despiadada cacería contra los taínos que habitaban el último reducto de rebeldía indígena en esta parte del Caribe.
Un académico e historiador mexicano, apoyándose en informes elaborados por cronistas coloniales, señala que en la llamada segunda guerra de Higüey Juan de Esquivel ordenó que se usaran perros de presa para “montear y desbarrigar” a los indios que se internaban en “las zonas más abruptas de la región”, añadiendo que “se desconoce exactamente qué tipo de perros acompañó a la hueste esquivelina y el tamaño de las jaurías, pero debieron oscilar entre ocho y quince…” (El uso militar del perro europeo. Ciencia y Sociedad, México, 2022.PP107-132. Alfredo Bueno Jiménez).
Por su lado Bartolomé de las Casas, que fue compañero de viaje de Juan de Esquivel en la referida gran flota dirigida por Nicolás de Ovando, que arribó a la ciudad de Santo Domingo el 15 de abril de 1502, y que estuvo en el cacicazgo de Higüey cuando era un laico al servicio de los jefes conquistadores, escribió que vio allí espantosas jornadas criminales propias del estilo vesánico de Esquivel. Narró que los españoles destrozaban niños, mujeres paridas y preñadas, ancianos, etc. como a “corderos metidos en sus apriscos”.
Valga la digresión para decir que Bartolomé de las Casas luego fue un gran defensor de los indios y se convirtió en sacerdote católico. Fue obispo en Chiapas, México. De él dijo Pedro Henríquez Ureña que era “el Quijote de Océano”, por haber cruzado el Atlántico 14 veces.
Juan de Esquivel, mientras mataba y esclavizaba a los indios, iba poblando de españoles la tierra bajo su control. Posteriormente el gobernador de la isla, el citado Nicolás de Ovando, mandó a que se fundara el pueblo de Salvaleón de Higüey.
Hay discrepancia entre varios historiadores sobre ese tema: Unos dicen que quien ejecutó la orden fue el capitán Juan Ponce de León y otros que fue Juan de Esquivel. Lo cierto es que este último vivió allí a tutiplén hasta el 1509, como señor de horca y cuchillo.
Sobre la actitud siniestra de Juan de Esquivel contra la población indígena de esta isla escribió uno de los historiadores más acuciosos del país lo siguiente:
“La última resistencia, que fue desesperada y heroica, la hizo Cotubanamá mismo en sus reales; pero después de algunas horas de recio e incesante batallar, en que la noche sorprendió a los combatientes ocultando un campo lleno de cadáveres, tuvo mal de su grado que abandonar el terreno que ocupaba, y buscar refugio contra la activa persecución de que fue objeto en la isla Saona…” (Obras Completas. Volumen I. Editora Amigo del Hogar, 2016, P.81. José Gabriel García).
Varios años después de Juan de Esquivel arrasar con la población aborigen del referido cacicazgo, el virrey de Indias, Diego Colón, lo envió a conquistar la isla de Jamaica en el indicado año 1509. Desde entonces, hasta su muerte, tuvo a todo trapo (en calidad de teniente gobernador) la representación de ese jerarca colonial. Ese cargo le facilitó disfrutar de muchas oportunidades para hacer fortuna económica. Allí, una vez más, demostró en toda su dimensión el alto contenido de miseria humana que lo caracterizó.
Se ha especulado siempre que falleció, probablemente en el 1514, en algún lugar de la costa norte de Jamaica, cuando su jefatura en esa isla caribeña estaba siendo objeto de lo que en el derecho colonial español en América se le llamaba un juicio de residencia, lo que daba pie para tomar notas de las acusaciones que le habían hecho habitantes bajo su jurisdicción y examinar sus actos de gobierno, con la posibilidad de ser multado o prohibírsele desempeñar otras funciones en la burocracia.
Los crímenes cometidos durante meses en el cacicazgo de Higüey por Juan de Esquivel y los hombres bajo sus órdenes fueron descritos por varios cronistas españoles de la época, entre ellos Bartolomé de las Casas.
En el 1961 el psiquiatra y ensayista venezolano Francisco Herrera Luque publicó su interesante libro titulado “Los viajeros de Indias”, en el cual dedica varios párrafos a describir la personalidad criminal de Juan de Esquivel, señalándolo como culpable de ordenar y participar en masacres contra ancianos, niños, mujeres, jóvenes, enfermos, discapacitados y otros indígenas en el cacicazgo de Higüey.
Teofilo Lappot teofilolappot@gmail.com